Insurrectos

Ángel Elías
Escritor, editor y periodista

Libro ineludible para conocer la historia del comienzo de la guerra en Guatemala en la década de 1960. Guillermo Paz Cárcamo, su autor, acompaña al lector a través de sus páginas para explicar con lujo de detalles cómo comenzó la guerra que sumergió a Guatemala en uno de sus más oscuros pasajes.

El rostro del Patojo, protagonista del relato, narra todas las vicisitudes ocurridas durante los casi diez años que participó en la insurrección que marcó la historia reciente. Cada pasaje narrado es una reflexión sobre los motivos de la guerra, pero principalmente es una fotografía casi exacta de lo ocurrido, con nombres y lugares.

Insurrectos se vuelve entonces en un cinematógrafo que proyecta la historia y los detalles de aquella época. “La descripción del Patojo proporcionaba la idea sugerente de la consistencia del liderazgo que impregnaba a los compañeros. Eran los hombres que habían derrotado al imbatible tirano Ubico; los que habían sostenido, con el riesgo de perder la vida, la Revolución de decenas de combates y grandes batallas. Además, se había parado con firmeza e hidalguía frente a los oligarcas criollos, y ante el imperio, declarado abiertamente la determinación de ser independientes, de ser libres para escoger su destino político y su propio desarrollo económico”, detalla en el libro.

Guatemala tiene mucha historia que contar y eso trata Paz Cárcamo en su libro. Habla sobre los lugares y situaciones que le tocó vivir a el Patojo y de las cuales sobrevivió casi de milagro. Este libro tiene la particularidad de contar esa parte de la historia que de lo contrario quedaría soterrada bajo años de indiferencia e desconocimiento.

Y de eso se trata el libro, de una secuencia pormenorizada de lo que al Patojo le ocurre durante su formación y militancia en la formación de la izquierda en Guatemala. Cada pasaje tiene su historia, su pasado que poco a poco devela y que deja ver los ideales que alguna vez los motivaron para entregarse a la lucha armada, un poco empujados por los sueños de jóvenes y otro poco por el mejorar el país. “El desasosiego de la comunidad estudiantil universitario estaba latente desde los acontecimientos de junio del 54. Se sentía el ánimo de la mayoría de universitarios, el significado de la pérdida de la dignidad nacional por el entreguismo y cobardía de los jefes del ejército, ante los mercenarios pagados por el imperio bananero”, agrega en uno de sus relatos.

La muerte, la miseria, la desigualdad social son los ingredientes para provocar una revolución. Ahora comandada por jóvenes que tuvieron la ilusión de hacer de este un país con oportunidades. Pero no todo funciona como se espera y resulta como se quiere, porque hay factores políticos, sociales e históricos que impiden que todo suceda. El protagonista aprende cada una de estas cosas en sus historias y sus encuentros con la realidad, como en este relato en el que es testigo de la muerte de un trabajador del campo.

“El viejo campesino no había muerto de su muerte, había muerto de hambre. Aquel día, el Patojo, conoció la muerte real del hambre, de la miseria de la explotación. Cada uno rezó a su manera, se levantaron y siguieron su camino en silencio, con el corazón hecho un nudo. Sintiendo la soledad y el silencio inescrutable de la muerte, de sus ojos reflejando su interior, pensaron y creyeron que su lucha estaba más que justificada”, dice.

¿Qué motivó a un grupo de guatemaltecos alzarse en armas para recuperar a Guatemala? El Patojo con su narrativa trata de explicarlo, dibuja una sinopsis con actos y palabras de lo que sucedía en aquellos años. Esta fue una temporada dura para los intelectuales, muchos de los cuales se vieron obligados a participar en aquel enfrentamiento para buscar una Guatemala mejor, inspirados por los logros de la revolución de 1944, la cual había sido muy reciente.

Movimiento revolucionario

La contrarrevolución, la represión militar, las desapariciones forzadas, los asesinatos y las injusticias sociales impulsadas por la oligarquía guatemalteca fueron el caldo de cultivo ideal para militares y civiles pensaran que la revolución podía darse otra vez; que las armas y el enfrentamiento eran las soluciones para la situación que se estaba viviendo. «Mi generación se movía entre el oscurantismo del anticomunismo pedestre y la luz de la utopía, del sueño, que dejó la Revolución de Octubre. A lo largo de los años dictatoriales que comenzaron en junio de 1954, varios intentos se habían hecho para, de alguna manera, retomar el camino del desarrollo de la época revolucionaria, pero todos habían terminado en fracaso», dice en el libro.

Paz, a través del Patojo, ayuda a desentrañar esas dudas, intenta explicarse el porqué del fracaso de la guerra, de las luchas de poderes dentro de las cúpulas insurgentes que orillaron al movimiento a ser un fracaso militar, táctico y político.

Torturas, secuestros y la muerte de compañeros son los pasajes que contiene el libro. Pero también una profunda reflexión sobre lo que pudo haber fallado, lo que le hizo falta y principalmente qué orilló a la izquierda en Guatemala ser un movimiento que murió en plena guerra. Para el Patojo, las dudas y las certezas aparecieron mientras veía desaparecer a la gente que alguna vez compartió ideales. La guerra dejó huérfanos de ideas.

Insurrectos es un libro que ayuda a desentrañar el movimiento guerrillero de la década de 1960, que comenzó como un movimiento leal y transparente para convertirse en un fantasma famélico que aún nos persigue y ha dejado, desde aquel entonces, en serias dudas sobre la dirigencia del movimiento izquierda en Guatemala.

Y sus letras comentan ese lamentable hecho. “Esta narración tiene la intencionalidad de mostrar cómo fue que a lo largo de los años del siglo XX, con significancia de los 60-70, se fue moldeando una historia que desembocó en perseguir la utopía de reportar los principios de la revolución del 44, luchando, sacrificándose, combatiendo, de la vida en el camino y llevarlos más allá: cimentar no ya un país de moderna economía capitalista, como dijo Árbenz, sino uno donde el Estado fuera el rector y el motor del desarrollo”, dice en la contraportada.

El Patojo tiene que enfrentarse a la realidad de otra manera, en el encierro, en la desigualdad, en el destierro. Eso le hizo comprender la revolución de otra manera distinta a la que se la pintaban los libros o cuando subió a la montaña. El Patojo convivió con reos en prisiones, en la soledad que da el estar apartado de la familia.

Este personaje entonces comienza una batalla propia, contra sus miedos, incertidumbres y una familia que lo adoptó. Una familia que conoció en cárcel, entre quienes la sociedad considera el lumpen. Pero, no fue así para el Patojo, que forjó una amistad con muchos recluidos y luchó por el derecho de quienes compartían su misma situación. Allí nació otro Patojo, conoció el rostro oscuro de la injusticia en Guatemala, la que no aparece en los periódicos, la que no le interesa a la sociedad.

El Patojo entonces comprendió que la lucha social había perdido su rumbo y que seguramente no la retomaría. Allí parte otra sección de la historia, en la que el trabajo por la igualdad dentro de la cárcel, en la que estaba recluido, toma sentido y logra los resultados que le hace ganar puestos de respeto dentro de aquella cárcel perdida en Izabal y que tenía todas las características de un infierno en un país bananero.

“Todos ustedes son unos subversivos que están manipulando a los presos para causarles problemas al gobierno. Esto debe parar de inmediato, si no tomaremos medidas drásticas con ustedes y los acusaremos de amotinamiento y de las muertes que se desprendan de esta huelga.

Mire señor -dice el Patojo- la cuestión es que la comida que da la ecónoma es lo que ha puesto en peligro la salud y eso es el motivo…

¿Quién le dijo que hablara? Aquí el único que habla soy yo les digo lo siguiente: desde este momento ustedes quedan relevados como los voceros de los presos”, esta fue la conversación que tuvo Manuel de J. Pérez, un militar por sus órdenes represivas con los presos a quienes el Patojo representaba desde adentro del reclusorio y que, según el militar, representaba una amenaza para el orden dentro del penal.

La esperanza rota

Una guerra siempre deja consecuencias y la lucha revolucionaria que había comenzado como un genuino movimiento para la recuperación de la integridad nacional y la lucha de la igualdad social terminó en una trampa mortal para quienes lograban sobrevivir. Aunado a la pobre dirigencia que llevó al movimiento de izquierda a la deriva a finales de la década de 1960.

“El patojo pensaba y pensaba que con este paso del estaba diciendo adiós a los anhelos por los que había luchado por muchos años, un adiós a compañeros, hermanos muertos en aras de unos ideales rotos, un adiós a las armas que lo acompañaron por un ideal y por una vida”. La reflexión del Patojo cuando parte hacia México, al terminar su participación en la guerra a finales de la década de 1960, es la duda que ataca a cualquiera que estudia a profundidad la historia del país ¿Qué hubiera pasado?

PRESENTACIÓN
Insurrectos: Un testimonio del Enfrentamiento Armado Interno

El Enfrentamiento Armado Interno constituyó un fenómeno histórico que necesita ser estudiado.  Para ello, el historiador debe servirse, entre otras fuentes, del testimonio de los involucrados para iluminar la complejidad de un escenario que causó la muerte de muchos guatemaltecos.

Presentamos la entrevista realizada al Patojo, Guillermo Paz Cárcamo, un protagonista de los albores de la lucha armada, quien nos ofrece una mirada somera de su reciente obra, Insurrectos, editada por Cholsamaj, como un esfuerzo por iluminar el significado histórico de sus propias vivencias como “insurrecto” en los años 60 y 70.

“La narración, dice Guillermo, tiene la intencionalidad de mostrar cómo fue que a lo largo de los años del siglo XX, con significancia en los años 60-70, se fue moldeando una historia que desembocó en perseguir la utopía de retomar los principios de la revolución del 44, luchando, sacrificándose combatiendo, dejando la vida en el camino y llevarlos más allá…”.

Asimismo, el Suplemento ofrece a usted la propuesta poética de la escritora Karla Olascoaga y una selección de cuentos del prolífico autor, Vicente –Chente- Vásquez.  Seguidamente, José Manuel Monterroso, hace una crítica a la puesta en escena de “Hambre y tierra”, representada en la Universidad Rafael Landívar, dirigida por la reconocida artista Patricia Orantes.

Concluimos, como siempre, con el trabajo del doctor Miguel Flores, en el que revisa algunas de las fotografías artísticas de Daniel Hernández-Salazar y explica el valor de una producción cuya crítica es crecientemente favorable.  Muchas bendiciones para usted y hasta la próxima edición.

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