Por Anna Tomforde
Londres
Agencia (dpa)

Jean-Michel Basquiat nunca pisó una academia de arte, pese a lo cual casi 30 años después de su temprana muerte el artista de Nueva York es una superestrella con cuadros que se venden por sumas astronómicas y que están en su mayoría en manos privadas. Londres le dedica ahora una exposición en la que podrán verse por primera vez desde su fallecimiento por sobredosis en 1988.

El Centro Barbican presenta «Basquiat: Boom for Real», una retrospectiva de su vida y su obra que estará abierta desde hoy y hasta el 28 de enero de 2018.

«Es un gran privilegio ver las obras originales», señaló a dpa en la inauguración en Londres el historiador del arte austríaco y comisario invitado de la muestra, Dieter Buchhart. «Durante su vida, Basquiat fue alguien que rompió fronteras. Es el primer artista afroamericano que se convirtió en una estrella». En 1982 fue el artista más joven que nunca había participado en la Documenta 7 de Kassel, con apenas 21 años.

En opinión de Buchhart, Basquiat abrió nuevas formas de pensar gracias a sus ‘líneas únicas» y «la forma en que utiliza las palabras». «Su concepto de copiar y pegar refleja la manera en que pensamos hoy en día», señala respecto de los collages llenos de fragmentos de textos.

Con su clara posición respecto de temas como el racismo, el colonialismo, la injusticia social o la esclavitud, Basquiat abrió al espectador nuevas conexiones, y eso es hoy más importante que nunca, añade.

«Nunca fui a una academia de arte, sino que solamente miraba», dijo cierta vez sobre sí mismo Basquiat, fallecido por una sobredosis de heroína a los 27 años. Y realmente observaba a conciencia. «Absorbía todo lo que había a su alrededor», dice Buchhart.

En su corta vida se ganó la amistad y la admiración de grandes artistas del pop como Andy Warhol (1928-1987). Sus temas eran el arte y la música del Nueva York negro de finales de los años 70 y de los 80. Sus héroes eran los músicos de jazz Miles Davis y Louis Armstrong, el boxeador Jack Johnson y el campeón olímpico Jesse Owens. La música hip hop en el estudio, los dibujos animados y las películas mudas eran para él fuentes de inspiración.

Quedó tan encantado de su primer encuentro con Warhol que a las dos horas le mandó un retrato de ambos al ícono del arte pop, cuadro que se puede ver ahora en Londres. «La pintura aún estaba fresca», cuentan quienes lo vieron. El «New York Times» calificó en su día a Basquiat como «la pequeña mascota» de Warhol.

La exposición con más de 100 obras abarca desde los comienzos de Basquiat como artista callejero alternativo, radical y de grafiti. Se pueden ver las postales que decoraba y una instalación con un refrigerador cubierto de firmas y garabatos («Fun Fridge»).

Le siguen autorretratos influidos por las máscaras africanas que dan fe de su búsqueda de identidad. «A Basquiat le preocupaba la cuestión de cómo se adaptaba el artista a la fama. Quizás tenía un presentimiento sobre lo que vendría», señala la comisaria Eleanor Nairne. Cierra la exposición la última obra de Basquiat, «King Zulu» (1986), un homenaje al jazz.

Los blocs de notas, poesías y obras de consulta demuestran que Basquiat trabajó duro en su carrera. La obra «Leonardo da Vinci’s Greatest Hits» se basa en el estudio de los dibujos anatómicos de Da Vinci. La enorme pintura «Jesse» lleva dos cruces gamadas en alusión a los Juegos Olímpicos de Berlín bajo el Gobierno nazi en 1936. De su biblioteca procede un libro sobre petroglifos africanos y enciclopedias de historia del arte, así como otro sobre el pintor veneciano Tiziano.

Basquiat contaba entre sus héroes, además de a los artistas estadounidenses Warhol, Jackson Pollock, Roy Lichtenstein y Robert Rauschenberg, también a Henri Matisse y Pablo Picasso. El español fue inmortalizado por él con sus típicas formas geométricas con un rostro juvenil y una camiseta a rayas rojas y blancas. El nombre Picasso aparece escrito siete veces en la tela, «como si fuese santo», explica Nairne.

Es un gran privilegio ver las obras originales. Durante su vida, Basquiat fue alguien que rompió fronteras. Es el primer artista afroamericano que se convirtió en una estrella.
Dieter Buchhart, el historiador del arte austríaco y comisario invitado de la muestra

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