Por BERENICE BAUTISTA
CIUDAD DE MÉXICO
agencia/AP

En un tiempo en el que el muralismo era intocable en México hubo alguien que se atrevió a criticarlo. José Luis Cuevas, el pintor de la ruptura, el creador de La Giganta, el maestro del grabado, falleció ayer. Tenía 83 años.

La secretaria de Cultura de México, María Cristina García Cepeda, lamentó el fallecimiento del pintor en su cuenta de Twitter: “Mi profundo pesar por el deceso de José Luis Cuevas, uno de nuestros máximos creadores plásticos del siglo XX. Mi pésame a sus deudos”.

Minutos más tarde, el presidente Enrique Peña Nieto escribió en la misma red social: “Mi más sentido pésame a familiares, amigos y a la comunidad cultural por el fallecimiento de José Luis Cuevas”.

Esta misma semana el Instituto Nacional de Bellas Artes de México había anunciado un recorrido por la exposición “José Luis Cuevas y su colección a 25 años” para celebrar el 25 aniversario del museo del pintor.

Cuevas no tuvo miedo de retratar figuras retorcidas y macabras, ni encontraba poco estético aquello que otros preferían no mirar. Controversial de principio a fin, llevó a amenazas de destrucción contra la Galería de Arte Misrachi por exponer su obra y a roces diplomáticos entre Italia y España por algunas de sus piezas. Con una risita fácil y humor ácido, supo poner el dedo en la llaga de quienes no resistían cuestionamientos.

Pablo Picasso llegó a comprar dos de sus dibujos y Diego Rivera fue uno de sus enemigos.

En 1957 publicó una serie de artículos que criticaban al muralismo mexicano, corriente que hasta ese entonces era el máximo orgullo en el arte del país y cuyos máximos exponentes eran Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. Al ser parte de la Generación de la Ruptura, buscó nuevas formas de expresión artística y propugnó en contra de los artistas que hacían concesiones para vender su arte y la “Escuela Mexicana de Pintura», ideas que plasmó en su manifiesto “Cortina de Nopal».

“Creo firmemente que no puede progresarse si no hay inconformidad, si no se hastía uno de lo hecho y vuelve a empezar otro camino”, dice en el panfleto.

En 1960, The New York Times lo calificó como uno de los grandes dibujantes del mundo, comparándolo con Picasso.

Cuevas fue quien acuñó en 1967 el nombre de Zona Rosa para la sección en el centro de la ciudad donde se reunían los intelectuales y artistas de la época. En ella dibujó un “Mural efímero” en la parte alta de un edificio en la esquina de las calles de Londres y Génova en el que se mofaba de los ideales comunistas del muralismo. La obra luego fue destruida. Años más tarde, en 1995, realizó otro mural en la Zona Rosa, esta vez con talavera poblana.

En 1959 su vida estuvo en peligro por un accidente de aviación en Brasil, donde había obtenido el primer Premio Internacional de Dibujo de la Bienal de Sao Paulo. Un accidente de motocicleta y la agresión de un pintor peruano que lo persiguió armado también le causaron sustos.

Sin embargo, las mayores agresiones ocurrieron por su ruptura con los muralistas. En la casa del pintor Rafael Coronel, un cuñado de Rivera lo mantuvo amenazado por más de una hora apuntándole con una pistola en la cabeza. Sufrió una amenaza similar en la casa de Rosa Covarrubias, esposa del pintor José Miguel Covarrubias, quien era amiga de Rivera y Frida Kahlo, y en la inauguración del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, donde una decena de pintores lo agredieron físicamente.

Al final llegó a reconciliarse con los muralistas. De Orozco decía que era el pintor al que más admiró, de Siqueiros fue un gran amigo al pasar de los años y de Rivera reconoció que tenía algunas obras buenas.

Se le acusó de ser uno de los instigadores del movimiento estudiantil de 1968, que fue brutalmente reprimido por el gobierno mexicano. El clima político lo llevó a “autoexiliarse”, según la biografía de su sitio, para ir vivir a Francia en 1976. Regresó dos años después pero su casa fue ametrallada, por lo que volvió a Francia.

Ese mismo año la OEA le dedicó un homenaje continental y para 1979 regresó a México con una exposición titulada “José Luis Cuevas. El regreso de otro hijo pródigo”, en el Museo de Arte Moderno.

Cuevas se mantuvo fiel a su nacionalidad a través de su retrato de la dura realidad en México con un estilo cargado de imágenes precolombinas. Sus obras del aislamiento humano y el sufrimiento lo relacionan con el expresionismo.

Su obra está incluida en las colecciones del Museo de Arte Moderno en Nueva York y el Museo Hirshhorn de Washington.

Fue galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México y un año después quince galerías de la Ciudad de México y otras en Barcelona, París, Lima, Coral Gables, Nueva York, San Diego, La Jolla y Washington, expusieron simultáneamente su obra bajo el título de “Marzo. Mes de José Luis Cuevas”.

Entre muchos otros reconocimientos recibió la Orden de Caballero de las Artes y las Letras de Francia, el Premio Internacional del Consejo Mundial de Grabado y la Medalla de Oro de Bellas Artes por sus 50 años de trayectoria.

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