Por Ana Lázaro Verde
Madrid
AGENCIA/dpa

Reconoce haber dormido «20 o 25 minutos» en los últimos días por «el nerviosismo y las emociones» de recibir el Premio Cervantes, pero, a sus 74 años, Eduardo Mendoza no abandona ni somnoliento su elegante sentido del humor: «Todo salió muy bien, lo que menos me gustó fue mi discurso porque ya lo había oído», dijo.

Un día después de recoger el galardón más importante de las letras en español de manos del rey Felipe VI de España, el autor de «La verdad sobre el caso Savolta» reflexionó hoy en un encuentro con la prensa sobre literatura, repasó algunas de sus obras y recordó sus fuentes inspiradoras, que van desde los cómics que leyó en su infancia hasta «grandes escritores españoles como Miguel Mihura o Valle Inclán».

«Pero mi formación es Cucufato Pi», zanjó citando el célebre personaje de cómic del semanario español «Pulgarcito» publicado a principios de los años 50, un «señor feo, bajito y conquistador» que inspiró algunos de sus disparatados personajes en la saga del detective sin nombre que enganchó a millones de lectores desde su primera entrega, «El misterio de la cripta embrujada».

El humor, que reivindicó en su discurso ayer al recibir el Cervantes en la Universidad de Alcalá de Henares, es clave en la obra de Eduardo Mendoza, pero el escritor, nacido en 1943 en Barcelona, se pone serio a la hora de defender la enseñanza de la literatura, de esos libros «horrorosamente aburridos, tremendamente difíciles, pero que hay que leer porque son muy buenos».

«Las humanidades son parte de nuestro desarrollo cerebral, de nuestra forma de entender y estar en el mundo, y hay que enseñarlas con esa idea», apuntó. «Se está perdiendo la literatura en favor de la lectura, que solo favorece a la industria editorial».

Mendoza insiste en que «no es importante que la gente lea», sino que «algunos lean y lean bien». «Si una persona quiere ver ‘Juego de Tronos’, vale, pero lo importante es que el guionista de ‘Juego de Tronos’ lea. Y parece que no lo ha hecho», dijo con sarcasmo en la Biblioteca Nacional de Madrid, en la que durante «muchas horas» buscó y rebuscó información para sus libros «serios».

«Con algunas novelas serias he ‘pinchado’. En cambio, los libros de humor los escribo muy deprisa y se venden como churros. ¿Por qué me empeño en escribir los otros? Porque tengo que hacer las dos cosas. Si escribiera solo novelas de humor, no estaría cómodo conmigo mismo», explicó junto al secretario de Estado de Cultura, Fernando Benzo.

Cuarenta años después de «La verdad sobre el caso Savolta» y 25 de «Sin noticias de Gurb», Eduardo Mendoza no encuentra de momento inspiración literaria ni el proceso independentista que abandera el Gobierno de la región de Cataluña, en la que tienen lugar muchas de las tramas de sus novelas, ni en las operaciones anticorrupción que estos días afloran a las portadas de los diarios en España.

«Es al revés. Uno empieza a escribir una novela y la realidad y los estímulos se van introduciendo en la trama», explicó.

El autor barcelonés, afincado actualmente en Londres, también reveló que no tiene ninguna intención de ingresar en la Real Academia Española (RAE) ni de vivir hasta dentro de 20 años, cuando se descubrirá lo que hoy guardó en la llamada Caja de las Letras de la sede del Instituto Cervantes en Madrid, una especie de cápsula del tiempo a la que los premiados con el Cervantes legan sus objetos.

«Este acto de poner una parte de uno mismo, una especie de entierro parcial anticipado, es inquietante. Mi venganza es que hasta dentro de 20 años nadie sabrá lo que hay ahí dentro», dijo. «Y prefiero no estar. Hay que saber retirarse a tiempo».

En un mundo marcado por las tecnologías y las redes sociales, el escritor se considera «un jubilado social» y «un fósil» por no utilizarlas. «No sé en qué consisten. Toda mi vida he procurado estar al corriente de la actualidad, pero Twitter me queda fuera», asumió.

¿Y qué libro se puede regalar a Eduardo Mendoza? «Sinceramente, ninguno. En mi casa recibo un promedio de tres libros diarios, unos mil al año, y ya se hubiera hundido el edificio si no me desprendiera de ellos con mucha celeridad. Así que prefiero que me regalen otras cosas… Como vino», sugirió.

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