Fotografía de Fernando Chuy

Algunas veces me han preguntado por qué no me he hecho algún tatuaje. He respondido de esta manera siempre: si no puedo ocultar los que tengo adentro, ¿Para qué tratar con los de afuera? Son montículos de tinta los que llevo en la entraña; no grabados con agujas, sino marcados a puro fuego -una marca de agua que explota y saca vapor-. Dolor y fuerza en una misma estampa, con un mismo color que me sale por la boca cuando hablo; porque siempre sueño, porque soy todos los dibujos del mundo, en una sola mano manca.
Por Paolo Guinea

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