I
Blandiendo al viento su espadín de fuego
Con su mano gloriosa y sempiterna,
Plasmo sobre el papel su huella eterna,
Pues desde niño para él era un juego
II
El mundo sorprendiéndose como un lego,
Cuando palpo su infraestructura tierna,
De sublimada fortaleza interna,
Que lo identificará, desde luego.
III
De mutuo acuerdo todas las estrellas,
Recorrieron Metapa aquel enero,
Con las letras del habla castellana,
IV
Y los rayos de sol como centellas,
Encendieron el sacro pebetero,
Para su gloria eterna y soberana

Por Julio González Rosal

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