Por Danilo Lara
Hace unos años mi papá me presentó a un especialista en cosmogonía maya. Yo acababa de terminar un cómic basado en el Rabinal Achí y buscaba patrocinio para publicarlo. Ya saben, lo habitual: a través de una ONG quería obtener varas, provenientes de los buenos contribuyentes de países escandinavos, para desestabilizar a mi nación mediante la distribución de un libro con dibujos.
Mi papá-un lector añejo de Og Mandino y otros motivadores de ventas-me dio algunos consejos como «Vos hablale con seguridad, miralo a los ojos y dirigite a él por su nombre. Dicen que no hay nada que agrade más a las personas que escuchar su nombre. Entonces te sentás bien rectecito y dejá esa tu maña que tenés de acolocharte el pelo porque te mirás como de esos patojos choyudos».
Pero yo soy un vendedor nefasto. Yo tendría problemas para vender cerveza que cura el cáncer siendo una edecán con el físico de Sofía Vergara. Así que al especialista en cosmogonía maya medio le expliqué de qué se trataba el cómic, me senté todo gacho y por ratos me acoloché el pelo de una manera choyuda. El doncito hojeó el material, me dijo «Te felicito, vos. Qué buenísimo. Ay lo voy a ver despacio en mi casa» y luego lo puso a un ladito. Le dije gracias y di por concluida mi labor de convencimiento.
El asunto es que el especialista en cosmogonía maya no estaba interesado en discutir sobre negocios. Él estaba interesado en discutir sobre el tiempo.
Como asesor, él era parte de una comisión encargada de rediseñar uno de los sitios arqueológicos del altiplano. Emocionado sacó un fólder y me mostró algunos bocetos arquitectónicos que combinaban el estilo del Posclásico con toques modernos. Una chulada.
Se puso a explicarme el porqué de las formas espirales de los edificios. «A diferencia de Occidente, en donde es lineal, la concepción maya del tiempo es circular», me contó. «La comprensión de los sucesos no se da como «Pasado», «Presente» y «Futuro», sino de forma cíclica y esas tres entidades están en constante repetición», agregó. Por supuesto que yo estaba embebido con la exposición del experto en cosmogonía maya y me sentía dispuesto a abandonar mi hogar y mis posesiones para seguir sus enseñanzas. Porque yo no estoy acostumbrado a tener ese tipo de discusiones densas con nadie más que con la taltuza en traje de maestro de ceremonias que habita la esquina de mi ojo derecho.
«Esta manera de expresar el tiempo afecta cómo percibimos los finales, la muerte. Por eso la confusión del 13 Baktun como un Apocalipsis, del tipo bíblico, y no como un nuevo ciclo», fue lo último que el especialista me dijo. Al salir, sentado en una banca de La Sexta, reflexioné sobre todas esas cosas mientras un helado sombrilla, sabor zapote, se chorreaba en mi pantalón.
Al terminar La Llegada, sentado en una butaca de cine, volví a reflexionar sobre todas esas cosas mientras un frappé, sabor té chai, se chorreaba en mi pantalón.
Y de eso creo que trata esa película…
***AGUAS QUE A PARTIR DE ESTE PUNTO ALGUNOS SPOILERS LEVES, O SEA ADELANTOS, HARÁN SU APARICIÓN***
…Trata sobre el lenguaje que utilizamos para expresar el tiempo y la muerte. Claro, la lica tiene otras cosas, pero esas cosas son parte de la misma COSA. La película enlaza lo micro (el drama personal de una madre asimilando la muerte de su hija) con lo macro (la civilización humana asimilando su posible destrucción). El encuentro entre sociedades que ocurre en La Llegada también está relacionado a ese tema. Pensando en binarios, la concepción cíclica (0) es vaginal, absorbente. Mientras que los procesos de conquista y colonización son lo opuesto: un garrote tieso en llamas atravesándolo todo (I).
«¡Nel, chavo, es una lica sobre aliens!», me podría decir alguien, y yo le diría «me vas a disculpar, papito, pero aunque tenga aliens no es sobre aliens». Yo lo que pienso es que los aliens en La Llegada vienen siendo un mecanismo más que un tema. Lo importante acá es que los aliens son una congregación que conceptualiza distinto el tiempo y su lenguaje son círculos-un efecto que también podrían haber logrado si la película fuera acerca de una civilización de niños shucos que se comunica exclusivamente a través de lanzar chibolitas de mocos.
De alguna forma, La Llegada brinda una nueva perspectiva a la exploración del tema de La Violencia, que Dennis Villeneuve inició en Prisioneros y continuó en Sicario. Un tema que… ¡Guau! ¿Saben qué? Estoy escribiendo esto a las 2:36 a. m. y acabo de darme cuenta que tal vez el acolocharme el pelo «igual a esos patojos choyudos» es mi propio lenguaje cíclico. Tal vez, como una amiga new age de mi mamá le dijo en los noventas, sí soy un «niño índigo». Tal vez sí soy un ángel de aura azulada que lideraré, con mis palabras, el cambio hacia la era espiritual de Acuario.
Tal vez es mi mensaje que, pase lo que pase, vayan este fin de semana a ver La Llegada porque de veritas es brillante. Como mi aura azulada.
La película enlaza lo micro (el drama personal de una madre asimilando la muerte de su hija) con lo macro (la civilización humana asimilando su posible destrucción).
Danilo Lara (Canchinflín Hero) Después de su victoria en las Grandes Guerras de Canchinflines de los años 90, Canchinflín Hero permaneció congelado dentro de una carretilla de helados -acompañado por las diez pachucas, los tres olímpicos y las dos morenitas.