Por Salvador Montúfar

En su viaje de peregrinación, cuando los mexicas pasaron por Teotihuacán se maravillaron tanto de la majestuosidad de esta antigua ciudad, que no pudieron sino imaginarse que tan imponentes construcciones solo pudieron haber sido creadas por los dioses. Fueron ellos quienes nombraron al sitio como tal; y es que Teotihuacán significa en idioma náhuatl el lugar donde habitan los dioses o el lugar en donde los hombres se convierten en dioses.

Quien visita la Ciudad de México debe hacer una parada en Teotihuacán. La distancia que se recorre es de unos 49 kilómetros, por lo que se requiere aproximadamente una hora de camino en autobús. Es posible ingresar a este sitio arqueológico por 5 entradas distintas. Nuestro grupo, formado por estudiantes y docentes de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala, en diciembre de 2016, lo hizo por la entrada cercana al Templo de Quetzalcóatl o de la Serpiente Emplumada.

El eje que recorre Teotihuacán es la Calzada de los Muertos o Miccaotli. Se estima que en la época de su esplendor esta calzada tenía unos cuatro kilómetros de largo en dirección norte-sur y tenía unos cuarenta metros de ancho. Alrededor de Miccaotli se ubican las construcciones más relevantes y estudiadas de la ciudad, como el Templo de Quetzalcóatl y las pirámides del Sol y de la Luna.

Recorrer la calzada de los muertos es una experiencia fascinante y en cualquier sentido, por donde uno camine, siempre obtendrá una vista impactante de la ciudad.

Como nos lo explicaba el historiador mexicano Arvin Hernández, una de las tendencias de la arqueología mexicana fue, hasta hace poco, la exaltación del mundo mexica. Por ello, al llegar a primer punto de referencia, que en nuestro caso fue el Templo de Quetzalcóatl, nuestro guía nos advirtió que había que ser precavidos con respecto a los nombres de las construcciones y a su iconografía. Lo que sucede es que no tenemos la certeza de que este templo tuviera ese nombre para los propios teotihuacanos. Además, la alusión a Quetzalcóatl, la serpiente emplumada y a Tláloc, dios de la lluvia, a partir de las esculturas que sobresalen en este templo tampoco necesariamente deben coincidir con el significado que le dieron los antiguos teotihuacanos a estas imágenes.

Subir a la Pirámide del Sol (la estructura más alta y voluminosa de Teotihuacán) es una experiencia increíble; aunque para hacerlo el domingo, hay que hacer fila durante aproximadamente una hora. Cuando uno asciende por las escalinatas debe estar consciente de que es un gran privilegio, si se toma en cuenta que en su época, solamente podían hacerlo los grupos de élite, pues el pueblo no tenía acceso a este recinto.

Nos explicaba Arvin Hernández que la reconstrucción de la pirámide del Sol, realizada por el arqueólogo mexicano Leopoldo Batres, en tiempos del Porfiriato1 se hizo de tal manera que se esta magna construcción se deformó con fines turísticos, como lo testifica el hecho de que actualmente haya dos escalinatas, cuando en su momento solo hubo una.

Otro dato curioso con respecto a esta pirámide y su relación con el turismo es que la misma es frecuentada en determinadas épocas del año, como los solsticios, por personas ávidas de captar energía. De hecho son comunes las fotografías de turistas vestidos de blanco ocupando masivamente la Pirámide del sol durante estas fechas.

Estos son dos ejemplos de cómo, durante buena parte de su recorrido, la arqueología mexicana ha estado vinculada estrechamente con las necesidades del turismo. Por una parte esta situación es positiva, porque acerca al gran público el patrimonio cultural, pero por otra, dado lo masivo del turismo, se han provocado daños en las estructuras, que incluso son irreversibles.

El último punto de referencia que visitamos fue la Pirámide de la Luna. Al descender de la Pirámide del Sol, y retornar nuevamente a Miccaotli, comienza la caminata que nos lleva a la Pirámide de la Luna. Es en este recorrido es cuando se aprecia un efecto visual fabuloso: el hecho es que conforme uno se acerca a la Pirámide de la Luna, va «desapareciendo» el Cerro Gordo, ubicado al norte de la ciudad, para dar lugar a la majestuosidad de este edificio. Se deduce que quienes trazaron la ciudad tenían contemplada la relación que había entre el Cerro Gordo, seguramente un lugar sagrado y la Pirámide de la Luna.

Si bien la vista desde la Pirámide del Sol es fantástica, la que se tiene desde la Pirámide de la Luna, no lo es menos, dado que desde allí, el observador tiene una perspectiva hacia el sur de la ciudad y desde donde se puede visualizar todo el esplendor de la Pirámide del Sol y la misma Miccaotli.

Las Pirámides del Sol y de la Luna fueron construidas bajo el concepto del talud-tablero, un sistema arquitectónico que permitió la erección de estas moles constructivas, y que de hecho contribuyen a que el visitante, tanto en tiempos precolombinos, como ahora se sienta apabullado, empequeñecido y anonadado por lo grandioso de la ciudad donde los hombres se hacen dioses.

1 Se conoce con este nombre al período de gobierno de la historia de México dominado por la figura del militar y dictador Porfirio Díaz, quien fue el hombre fuerte de este país entre 1876 y 1911. Durante ese lapso Díaz ejerció como presidente, con la excepción del período de 1880 a 1884.

Recorrer la calzada de los muertos es una experiencia fascinante y en cualquier sentido por donde uno camine siempre obtendrá  una vista impactante de la ciudad.


Salvador Montúfar (Ciudad de Guatemala, 1964). Historiador y educador. Le apasiona impartir clases, investigar y divulgar la historia de Guatemala.

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