Una colaboración de Joseph Herrera | Barrancópolis

Es sábado primero de octubre y la tarde está descompuesta entre el aburrimiento y la desidia de las aulas de clase sabatinas de mi querida patria sancarlista; pasillos y plazuelas envueltas en la soledad que deja la estampida de la población estudiantil y trabajadora a bancos y grutas para cobrar y matar el chequilín recién pagado. El transitar me revela que la calma será la que precederá al disturbio. Mi reloj marca las seis menos cuarto, estoy listo y mi noche apenas empieza. He quedado con nuestro editor bipolar favorito: Jonathan Salazar en pasar a su casa a traerlo para despintar la rabia que en la semana nos ha dejado el trabajo, el estudio y demás que nos marchita el espíritu, no es difícil comprobar hoy, que toda la banda al igual que nosotros trabaja para el fin de semana.

Me hago presente en las afueras de su madriguera entre promesas de que me invitara a una porción de tacos –luego se volverán tres gringas– y una o dos birrias, en los famosísimos tacos del Jardín de los Conejos en el bulevar norte de Ciudad San Cristóbal; donde entre las latas de cerveza y la grasa nos prestamos a una discusión sociológica sobre la índole de clase y la composición social de las y los sancristobaleños. Nos irradiamos tanto que terminamos hablando del festival Octubre Rojo, que esperamos reventar a finales de este mes en la Escuela de Historia y para el cual ya estamos llamando a toda la militancia cultural que este Barrancópolis posee entre su ciudadanía, ecléctica y grosera.

Después de solventar lo engullido y lo bebido, que en adelante nadie nos quitara estando ya entre pecho y espalda; claro, a menos que nos lo saquen violentamente de las entrañas. Nuestros problemas de atención abren el siguiente tema de conversación: las posibilidades que tenemos dos hombres jóvenes de morir el primer día del mes, fin de quincena y fin de semana –tema que mantendremos hasta estacionar el carro a una cuadra del bombazo de los pulmones amplios en el centro del reino de Guatemala–, nuestras estadísticas fúnebres pasan por hacerle una mala mirada a alguien o que nos topemos con el típico borracho que esté buscando no quien se las debe, si no quien se las paga. Todo parece un caldo cocinado para ser servido en nuestras fisonomías, un caldo que hirviendo refleja entre el hueso y la carne nuestro suicidio cotidiano e invariable.

Después de dejar el carro parqueado en una once calle y séptima avenida desamparada –ya que no tenemos pisto para andar despilfarrándolo en parqueos– y encomendándolo a él chara que en la esquina habla mesianismo sobre la segunda venida de Arjona; a este predicador nadie le ha dicho que Arjona anda guatemorfosiando su miseria y por eso no ha venido. Seguimos nuestro andar y nos topamos con otra de las victorias pírricas de la revolución sin cambios revolucionarios del año pasado. El bar Reillys y la bodega de toques estilosos Distefano, lugares que juntos desplazaron al histórico Café León y el restaurante chino de al lado.

Esferas que ahora democratizaron el tugurioso centro cachureco y lo han vuelto un lugar donde pueden confluir sectores más acomodados y pequeñoburgueses empobrecidos, que antes de las manifestaciones de la reacción democrática burguesa (abril-septiembre 2015), nunca habían pisado el lugar que skates, punks, livinidosas agrupaciones de borrachos y demás calcetines y pelambres le pugnaron fieramente a mono de oro y al consejo municipal de primates durante las décadas que le siguieron a los toques gubernamentales de rock en el parque (90s) y de la paz gozosa que todos firmaron pero que nadie conoce.

Salazar y yo nos colocamos en la entrada de Distefano esperando al fotógrafo de barranca de esta noche: Chuy; fumándonos unos sirios y poniendo cara de rudos, como que de los mejores homeboys que concibiera la calle se tratara, claro a mí me es más difícil, más porque llevo como siempre mi bolsón a cuestas. Pasa Lou G que nos saluda y confiesa que acaba de volar desde el chance y que ha llegado tarde por eso son los Alioto Lokos los que están abriendo el toque; nunca perdemos el tiempo por lo que empezamos a abordar nítidamente recordándole de su participación en las dos jornadas de música que tendremos en sancarlos el 18 y el 19 de este mes (Octubre Rojo y cierre de las Jornadas de la Memoria del Movimiento Estudiantil).

Como que de prestidigitación se tratara aparece Chuy y Salazar se acerca a la entrada a conseguirnos vía libre como representantes del barranco eterno. Ya dentro del local, ante mis ojos pasa la acuarela lograda por la democratización de los versos, aquí no solo hay calle y chupa carreteras representados, también hay chavas y chavos de sectores cuyos padres podrían ser operadores de la vida nacional, y que con su arribo esta noche le están dando la espalda a su ideología, a su clase social. Solo este dúo locuaz de pulmones podría promover este colectivismo primitivo donde se pierden las clases, entre rimas y humo.

Desde la América del centro perros… los claro oscuros de este centro desbordado sístole con diástole, impulsado por la frecuencia sonora de dos prosistas y sus herramientas de trabajo: las telas vasculares de sus pulmones amplios.

Han reunido a los b-boys de barrio-barranco con más trayectoria en Guatemala, los Alioto Lokos que demuestran que nunca se rebota suficiente la cabeza con su harcore-rap. Así como el ska sonoro y rimbombante de The Killer Tomato! que entre trompetas y saxos le sacuden la entraña y la piel a este público que en mosh no encuentra diferencias de ningún tipo; el ska lo bailan todos por igual, sin importar si apareciste en carro o si estas preocupado por ver quien te va dar ride al final del toque. Aspiraban a soñar esta proclama los que esperaron alguna vez construir sobre las diferencias culturales, sociales y económicas, la homogeneidad del nacionalismo enano; que es inexistente. Lo que sí vive en todo caso es el grito chirriador que la juventud clava en estos bares en las noches que prometen volverse madrugadas.

El gentío se sacude como un todo con teloneros de la talla Lou G que se sube a recordar que el rap es sangre y sufrimiento antes que gafas, gorras planas y estilo; el estilo lo forja la vivencia y no la moda de los falsos emcís. Público que parece más la paleta de pintura de un loco Dalí que la calle profusa que esperaría fuera el conglomerado corpóreo natural que logra enchufar Kontra y Zaki para la presentación de su ultimo mixtape: Pulmones amplios.

“Esto es Centroamérica papa” dice Zaki mientras le pide al perro de los controles (DJ Random) que eleve esta nave y abandone a todo aquel que no va tragar saliva en este flow.

A pesar que el lugar es pésimo para hacer un concierto de esta envergadura porque incluso durante el mosh que patrocinaron los Tomates, la gente terminaba chocando más con la barra que con los otros cuerpos con los que buscaban concentrarse. De todo el toque lo que más me gustó fue la capacidad de estos 2 versistas para narrar historias elaboradas entre las exclamaciones pulmonares más insospechadas. La misma rola homónima de Pulmones Amplios es una declaración de la urbanidad vuelta al revés y los días entusiastas que acontecen entre el humo verde y la cotidiana esclavización del cuerpo y del espíritu:

“Te castigan, te calcinan, por encima sin más rima, se imagina como lima la tarima…” Zaki en Pulmones Amplios.

“Vos solo grabás más cds/ no cedés ante la autoridad/ ser un autor es la prioridad”
Kontra en Pulmones Amplios.

Así como barrio no mata barrio es más que una afirmación, entre locos no mueren locos es un juramento de que la elevada aventura a la que nos presentamos con el temor a que las estadísticas nos alcanzaran un sábado descontrolado y nos volvieran una simple cifra más entre la multitudinaria reunión de muertes estúpidas que hubo ese fin de semana. Las telas sanguíneas que envueltas en el aceite verde que deja el uso continuado del respirar golpeante del humo y de la vida, demuestran que cuando se tiene rima, verso y unos pulmones amplios se puede pronunciar los mejores manifiestos sin tener que dejar la santa maría, porque ésta en todo caso no te quita el aire, te lo eleva.

…el rap es sangre y sufrimiento antes que gafas, gorras planas y estilo; el estilo lo forja la vivencia y no la moda de los falsos emcís.
Lou G, rapero guatemalteco.


Joseph Herrera (Ciudad de Guatemala, 1993 – …) El inútil de su familia, malogrado intento de historiador más no de maestro y rojo centroamericano interesado en que todo arda.

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