Una colaboración de Armando Sarceño | Barrancópolis

Recuerdo que cuando escuché por primera vez el Paquetecuetes de Malacates, simplemente no pude dejar de darle play. El disco, que pertenecía al traido de turno de mi hermana mayor, había caído en mis garras; yo era apenas un patojo. Solo de recordarme de rolas como 40R y Arreglo Zapatos rememoro un momento de la felicidad adolescente de aquellos días de inicios del nuevo milenio.

Sin embargo hoy por hoy, Malacates está lejos de ser el Malacates que me gustaba a mí y a otro montón de muchachos; eso sí, miles de veces mejores a nivel de producción, sonido, interpretación… pero a sus letras, desde mí irrelevante punto de vista, les falta una cosa: corazón.

Malacates no se aleja del patrón común de las bandas noventeras que todavía furulan en Guate: no muestran interés por las propuestas contemporáneas. Básicamente son iguales a Bohemia, Alux, y a todas esas bandas, en dicho aspecto.

No estoy diciendo que no dejaron un legado; hay mucha influencia de ellos en un montón de bandas/artistas (el sueño de uno como músico). Incluso me inspiró de cierta forma para tratar de tener una banda; imposible negarlo. Tal vez su actual conformismo se deba a que de por sí ocuparte de tu propia banda es difícil… pero no lo creo. A lo que voy es que pareciera que no les interesa dejar algo armado, ser parte de algo más grande, sentirse en grupo; pareciera que solo quieren tocar donde paguen mejor (¡Chish!, qué horrible tener pisto…).

Quizá estoy hablando pajas, pero siento que el haberse ido con una cervecería sin duda alguna fue una buena movida desde el punto de vista monetario, pero obviamente esa jugada mercadotécnica desvirtuó a la banda haciendo que fueran un producto desalmado más. Pasaron de ser el sentir de una generación (A diferencia de Bohemia con los rucos de más de 35 años) a ser la voz publicitaria de una empresa de cerveza. Pero no juzgo, solo señalo; cada quien escoge su propio camino.

Se puede ver desde el punto de vista que sea y siempre le podemos hallar cosas buenas y malas. Lo que me inquieta es que hace poco vi un comentario de una persona no muy productiva, un zángano que decía que el contexto musical en Guatemala es mediocre; hizo lo mismo que hacen las personas que hablan de algo sin conocerlo: pendejear.

Después de 10 años de tocar en Guatemala me di cuenta que el problema no son las bandas, ni la disciplina, pasión y ovarios que pongás, el clavo está en el público. La gente linda de Guatemala (no toda sino la mayoría) no se identifica con los artistas locales… No podés hacer un concierto y cobrar 30 quetzales porque hay cervecerías que regalan música malísima a cambio de vender un montón de producto.

En fin… ¿Qué sería de Malacates si hubiera seguido otro camino? ¿Qué sería de Guatemala si las bandas viejas y grandes se interesaran por nuevas propuestas? ¿Qué sentirían los Malacates si siguieran siendo uno de los símbolos de mi generación?

P.d.: En Guatemala hubo genocidio, hay ecocidio y la mara le sigue huyendo a las matemáticas, ¡arriba humanidades!

…siento que el haberse ido con una cervecería sin duda alguna fue una buena movida desde el punto de vista monetario, pero obviamente esa jugada mercadotécnica desvirtuó a la banda…

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