Por Dante Liano

Muy audaz y muy cosmopolita y muy moderno, Charles Pierre Baudelaire opinaba que la crítica racional del arte era empresa imposible: para una pintura, la única crítica tolerable era un soneto. Podríamos suponer que Baudelaire imaginaba otra versión, aplicada a las artes, de las sinestesias predicadas por Rimbaud en Les voyelles. La hipótesis puede ser sugerente y planteaba, en la época, una actitud que iba en contra del positivismo y del cientificismo que se imponían con la fuerza de la hegemonía intelectual.

Todo era ciencia y todo razón, a finales del siglo XIX. Conjeturar que de ese imperio racional se podía escapar la crítica del arte podría parecer una suerte de herejía, una exageración de poeta. No está mal la idea de la sinestesia como fundamento conceptual de la crítica artística. Con una cierta melancolía, había ensayado esa delicada maniobra José Martí, en «La bailarina española». Una fría noche cubana de Nueva York, el poeta asiste a la exhibición de la célebre «Bella Otero» y su comentario se equilibra entre la admiración y la ironía. La poesía no comenta, describe.

Esa descripción es una obra maestra de lo no dicho: el baile de la Bella Otero se vuelve poesía en una de las características menos elogiadas de la lírica: la distancia irónica. Se puede intuir la sonrisa burlona debajo del generoso bigote martiano: «¿Cómo dicen que es gallega? / Pues dicen mal: es divina».

Podemos imaginar que ese mismo procedimiento poético lleva a Magda Eunice a dibujar sus innumerables bailarinas. La danza tiene un ritmo, el dibujo también. La música que mueve los necesariamente lánguidos cuerpos de las delicadas mujeres que se desvanecen entre tules y agonías, rostros hieráticos, cuerpos castigados, esa misma música mueve el trazo seguro de Magda Eunice y, al mismo tiempo, lo hace lúdico, suelto, desinteresado, como si la nonchalance fuera un rasgo de estilo.

Los largos brazos de sus bailarinas trazan arcos que se desgastan en manos ahusadas y perfectas; las piernas inverosímiles se estiran imposibles en posibles posturas y movimientos; las pequeñas faldas de espuma hierven como una cascada que estallara al final de los corpiños ligeros que no sugieren sensualidad, más bien una suerte de imparcialidad erótica, una danza de sentidos no sentidos, la fundamental sinestesia conceptual del principio.

Magda Eunice parece dibujar con la misma airosa felicidad de la danza: dibujar como cantar, dibujar como quien toca un instrumento, dibujar como la única expresión de gozo que conoce un artista: la ejecución misma, el solipsismo del acto mismo de crear. Tal la felicidad que Magda Eunice desprende, contagia, contamina.

Asista a la inauguración

La exposición «La danza», con pinturas de Magda Eunice, abrirá el martes 23 de agosto de 2016 en la Galería El Túnel Obelisco, 16 calle 1-01 zona 10 en Ciudad de Guatemala, a partir de las 19:00 horas. Entrada libre

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