Por Juan Calles

Mucho comercio y poca literatura, mucha parafernalia y discurso pero poca acción y consecuencia; Filgua es una campana sin badajo. Hay muchas formas de expresar la frustración que siento al regresar de la feria del libro, llegás con ganas de pasártela bien, de encontrar libros, escritores, ganas de intercambio y aprendizaje, pero regresás lleno de propaganda y publicidad, lleno de muecas fatuas y poses de artista consagrado o vanguardista tropical. Es muy triste.

Trabajé en tres ediciones de Filgua, dos en la organización de la feria y una como parte del stand de la Convergencia por los Derechos Humanos, así que conozco qué es la Feria Internacional del Libro en Guatemala por dentro y por fuera, fui fotógrafo, chofer, cargador, mandadero y activista, es decir, no comento esto superficialmente, conozco Filgua en todos sus entresijos.

Como muchas otras personas, cada año espero la feria confiando que este año sí será buena, que ese año será mejor que la anterior, pero es frustrante ver cómo va perdiendo brillo, inteligencia, estrategia, cobertura; cada año se hace más pequeña y mediocre. Mucha venta de libros poca literatura.

Es agradable encontrarte con editoriales guatemaltecas, con libreros que conocés desde hace muchos años, arrinconados y en un stand pequeño pero felices exhibiendo su trabajo; sin embargo, con lo que deben pagar por estar allí no pueden ofrecer buenos precios para los libros. Así que las personas que llenan los stands prefieren pagar Q150.00 por una pasta dura de superhéroes en una librería comercial que la misma cantidad por un libro guatemalteco de literatura. Escuché a un padre de familia diciendo a su hijo que deseaba comprar un libro guatemalteco de Q110.00 “Ese no lo vas a leer, el de allá (señalando a una librería corporativa) con dibujitos cuesta Q150.00 pero si lo vas a leer”. ¿Pueden competir las pequeñas editoriales con las corporaciones comerciales? ¿Si el libro guatemalteco tuviera un costo menor lo compraría el padre de familia? La posibilidad es positiva.

Las editoriales hacen libros para vender, para quienes escriben es su sino, para quienes organizan una feria del libro debería ser encuentro y aprendizaje, celebración de la palabra, discusión y debate y de paso vender algunos libros; Filgua parece olvidar eso, quizá se deba a que la gremial de editores es la que organiza y coordina la feria, si fueran escritores o libreros, quienes se hacen cargo quizá Filgua sería una verdadera feria del libro y no un mall de best sellers.

La organización de la Filgua es una fórmula ya gastada, año con año es lo mismo, no hay novedad ni sorpresa, incluidos los títulos de los libros. Un poco de creatividad y empeño no le haría daño a la organización de la feria, incluir escritores del interior del país, con participaciones dignas, bien anunciadas y publicitadas, actividades con editoriales independientes y alternativas, (imposible ya lo sé), promover la discusión y el diálogo intergeneracional, sumarse a la coyuntura nacional, rechazar financiamiento de mineras y empresas que registran poca o ninguna responsabilidad social, ser más feria del libro y menos lucro.

Recuerdo hace años un encuentro con Fernando Vallejos, un círculo de discusión entre escritores para abordar la globalización cultural, un encuentro de escritores indígenas de américa, nada de eso se ha logrado de nuevo, la Filgua luce desprovista de propuesta e inteligencia. Hoy las actividades culturales, deslucidas y primarias, recuerdan una kermès de secundaria, afortunadamente este año no trajeron a Jordi Rosado para presentar un título de supermercado.

“Robar un banco es un delito, pero más delito es fundarlo” decía Bertolt Brecht yo lo aplico a la Filgua pensando en ese padre de familia que prefiere comprar un libro de comics a su hijo, es grave la actitud de este ignorante padre de familia, pero es peor, mucho peor que la Filgua no promueva el acceso al libro guatemalteco, a la inclusión, a la formación de comunidad y cultura de lectura.

Este país necesita a la Filgua, espero que siempre la organicen y nos convoquen, a Guatemala le hace falta la Filgua, pero una Filgua al servicio de la palabra, de los libros y el encuentro cultural, al aprendizaje, no del comercio, no de la venta de libros y simulacros culturales.


Juan Calles. Periodista, documentalista, lector de tiempo completo, ha facilitado el taller de narrativa del Centro Histórico. Autor de “Triciclo”, libro de cuentos cortos. Nació en mayo del 73, pero no está seguro de ello.

…a Guatemala le hace falta la Filgua, pero una Filgua al servicio de la palabra, de los libros y el encuentro cultural, al aprendizaje, no del comercio, no de la venta de libros y simulacros culturales.

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