Por Diana Vásquez Reyna
casiliteral.com

Detrás de pretensiones y erudiciones, Jorge Luis Borges tiene bellezas como la cita que encabeza esta columna, la cual aparece -solo el versículo- en su cuento La intrusa, sobre dos hermanos «apocohombrados» por «culpa» de una mujer. No hablaré de Borges, sino del libro en que Borges encontró la cita para su cuento.

Muchos cristianos creyentes y que repiten -a veces, como loros en los buses, iglesias y otros lugares-sus santas escrituras quizá no sepan la siguiente información: «Originalmente, Reyes estaba constituido en un solo libro. La división en dos es fruto de los traductores griegos del siglo III (la edición llamada Septuaginta). De igual manera, el libro de Samuel, que ahora se presenta compuesto de dos libros, era originalmente un libro solo, que los griegos copiaron en dos rollos. La Vulgata latina, siguiendo la Septuaginta griega llamó a las dos partes de Samuel: Reyes 1 y 2, y a las dos partes de Reyes: Reyes 3 y 4. Pero no es la división que se encuentra en las biblias actuales, salvo en algunas protestantes». Beatriz Sarlo nos explica esto en su ensayo Borges y la literatura de crímenes. Una estrofa de Borges y nueve noticias policiales.
La Iglesia Católica incluyó en su canon bíblico siete libros que no aparecen en las versiones protestantes, e incluso el canon ortodoxo tiene más. Bueno, el paso de los siglos muta las formas y las informaciones, la mayoría de las veces con alevosía, no digamos si se trata para el consumo de masas. Cuando estudiaba la primaria en una escuela católica, recuerdo que mi primera Biblia, así mía, mía, fue una Latinoamericana, la que pedían en la clase de religión. Me decepcionó completamente la traducción. Usaba oraciones más simples y sosas, la riqueza del lenguaje se reducía muchísimo comparada con una Jerusalén o una Reina Valera publicada antes de 1960, por ejemplo.

Claro, el objetivo era que «la Palabra de Dios» (escrita y reescrita por muchos hombres -solo hombres- durante muchas épocas; sí, así de «manoseada») fuera accesible para las masas. La biblias Latinoamericana y Dios habla hoy están hechas para evangelizar a latinoamericanos de sectores empobrecidos. Seguro también se tenían buenas intenciones, como en todas las religiones.

La cita de Borges tiene truco: la tomó de la Septuaginta griega, y por lo tanto, nosotros, simples mortales con biblias actuales, para encontrarla debemos remitirnos a esta otra cita: 2 Samuel, I, 26.

La Biblia, como cualquier libro, puede tener muchas interpretaciones. En la novela Heterocity, Mauricio Orellana Suárez presenta una tesis interesante sobre lo que sucede en Sodoma y Gomorra, más relacionada con la xenofobia que con la homosexualidad, que se maquilla y se interpreta muy distinto cuando la Palabra de Dios la ¿filtra? sin connotaciones infernales, como la cita que usa Borges, muy expresiva -¿hasta erótica?- que le dirige el rey David a su amigo Jonatán.

¿Cuándo la Biblia no se toma literalmente? ¿La interpretación solo se aplica en algunos versículos? Como referente mitológico y fantástico, la Biblia es una fuente fascinante, más cuando sirve para desmontar creencias o tradiciones arraigadas y se dan vueltas de tuerca a lo inconcebible.

En las biblias modernas el lenguaje cambia significativamente: el «amor» que David siente por Jonatán es entonces «amistad», y el «delicioso» cambia a «maravillosa», como en la versión Latinoamericana, o «dulce», en otras versiones. Cada palabra engloba matices que se van perdiendo con la traducción. En la simplificación se desencadena la reducción del vocabulario y, por ende, de pensamiento.

Un libro que fotografía el reduccionismo de pensamiento es La Biblia de neón, de John Kennedy Toole, quien retrata el fanatismo religioso del Sur de Estados Unidos, otra de las herencias gringas para los países latinoamericanos.

Kenneth Holditch dice en la introducción: «La Biblia de neón, escrita hace treinta y cinco años, tiene una gran actualidad en un mundo en el que semejante fanatismo no sólo no ha sucumbido a la razón y a la tolerancia, sino que más bien parece haberse fortalecido».

Como el resto de literatura, la Biblia es un libro que tiene miles de interpretaciones como sus miles de lectores, si es que sus defensores férreos la han leído completa alguna vez. Literales no son ni las leyes ni nuestros recuerdos. Siempre he creído que es mejor recordar imperfectamente lo que un libro me ha dejado, me ha hecho sentir o reflexionar, que aprenderme de memoria algún extracto.


Diana Vásquez Reyna estudió Literatura en la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), completó un posgrado en Formación Periodística impartido por la Universidad del Istmo. Le gusta aprender, encuentra placer en ello. Cree fervientemente que la educación y el arte, sobre todo la literatura, pueden hacer cambios, quebrar esquemas y abrir oportunidades; por eso también escribe cuentos, poesía, teatro.

Literales no son ni las leyes ni nuestros recuerdos. Siempre he creído que es mejor recordar imperfectamente lo que un libro me ha hecho sentir o reflexionar, que aprenderme de memoria algún extracto.

«Lleno estoy de angustia por ti, Jonatán, hermano mío, en extremo querido. Tu amor fue para mí más delicioso que el amor de las mujeres».
2 Reyes, I, 26

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