Por Sergio Valdés Pedroni*

-I-

Se esperaría que en el bagaje imaginario de quienes propusieron y diseñaron 4 Grados Norte, y de quienes hoy construyen edificios en casi todas sus esquinas, figuraran diversos escenarios vinculados tanto a la fantasía (vía el cine y la literatura de las ciudades reales e imaginarias), como a la reflexión urbanística propiamente dicha, si no desde la Grecia antigua, al menos desde el modelo utópico de Owen (Robert, el socialista, no Michael, el futbolista) hasta Aldo Rossi y su inquietante propuesta de «nueva nacionalidad». Al fin de cuentas, también la arquitectura ofrece soluciones totalizadoras, o cuando menos «integrales», a las crisis de la civilización contemporánea, incluida la de espacios para la convivencia, es decir, de la vida en compañía de unos y otras. Cabe decir, eso sí, que esta afirmación, que peca de «eurocentrismo»1, se complica si añadimos la necesidad de remitirnos a las ciudades prehispánicas de América Latina (Tikal, Palenque o Chichen Itzá para empezar) y su manera de concebir la integración entre la vida cotidiana y el comercio, el centro y la periferia, el espacio público sagrado y el espacio mundano, los privilegiados y la población de base, el lugar para charlar y el lugar para rezar.

Por encima de las suposiciones y expectativas, en 4 Grados Norte, la experiencia cotidiana, al menos la de un ciudadano de clase media (medianamente informado…) deja muchas dudas respecto las referencias y las intenciones profundas de quienes, en el origen y en el presente, están por detrás y delante de sus pocas cuadras adoquinadas para el peatón; de sus esquinas anchas, decoradas con esculturas perentorias de mal gusto; de sus crecientes edificios para vivienda, pero sobre todo, para sedes de oficios vinculados con la photography (así, en inglés), la publicidad (advertising) y la cultura light con pretensiones intelectuales mainstream; de su cadena de restaurantes que se debaten entre lo alternativo y lo gourmet; en fin, de su paisaje físico y humano, como reflejo tardío de confundidas tendencias y decadencias de los modelos urbanos hegemónicos, en las capitales del primer mundo. Entre agencias de publicidad, instituciones privadas (y privatizadoras) de enseñanza superior, espacios no convencionales de presentación artística, academias de cocina, cafés despiertos y dormidos, estudios de arquitectura, farm markets y sitios de coworking (también en inglés), se produce cierta desproporción entre las áreas destinadas a la recreación, el esparcimiento o el consumo artístico, y aquellas para hacer dinero, como si la urgencia que impone una mercantilista noción de progreso pasara por encima de las buenas intenciones de los empresarios culturales, artísticos y culinarios de nuevo tipo, que se dan cita en el lugar.

-II-

Existe en 4 Grados Norte un intento de construir para vivir, no para hacer dinero. De eso no cabe duda. Gente bien intencionada, incluyendo fotógrafos y artistas contemporáneos de reconocida trayectoria y capacidad, que desconocen -u omiten de su entusiasmo- el lento proceso de despojo inmobiliario y simbólico del que ha sido objeto la población originaria de la zona, compuesta por sastres, zapateros, cantineros, obreros, tenderas, cocineras y dueñas de pequeños comedores populares, y población de clase baja en general. Se trata de hombres y mujeres egresados de universidades privadas, cuya sensibilidad los desmarca de la derecha recalcitrante que ha saqueado el país durante décadas, pero que se mantienen demasiado cerca de las autoridades municipales de tendencia racista, machista y conservadora en general (incluyendo algunos funcionarios de la alcaldía auxiliar) y de empresarios de la postmodernidad y la frivolidad como Emilio Méndez y compañía, que han cooptado la construcción de edificios. Es un contingente heterogéneo de hombres y mujeres jóvenes y de mediana edad que asiste de buena fe a las marchas ciudadanas convocadas por el CACIF o la Universidad Rafael Landívar, olvidando en el trayecto hacia el Centro Histórico que la corrupción es sólo un síntoma de una enfermedad mayor, caracterizada por la desigualdad extrema, el despojo, la exclusión, la imposición y la represión. La demolición de viejas casas históricas, algunas de ladrillo y cemento en buen estado, y otras de madera, que merecían la reconstrucción y conversión hacia una nueva cultura urbana, es otra expresión de esa enfermedad, ajena al desarrollo y aliada del crecimiento económico clasista: capitalismo periférico, sin regulaciones progresistas, subordinado a intereses oligárquicos nacionales y extranjeros. La «posmodernidad de pacas», que aquí, en 4 Grados Norte, intenta recuperar el rumbo hacia la integración y la plenitud ciudadana.

-III-

Es así como los factores arquitectónicos (con todo y el abuso del ladrillo rojo), culturales y artísticos (con algunos espacios emblemáticos de la ciudad, como ERRE) y económicos, dan cuenta de una clase media alta y una nueva burguesía emprendedora, decidida a relevar a sus padres y abuelos, con la magia de las ciclovías, las proyecciones de cine de autor al aire libre, las revistas de vanguardia y los mercados de fin de semana.

Es bien sabido que la forma de las casas y las calles, las bicicletas y los vecinos leyendo el diario o paseando a sus mascotas, los comensales en una mesa al aire libre o un mercado de fin de semana, todo en la vida urbana moldea la conciencia y la sensibilidad de la gente. Y si algún barrio está buscando renovar la manera de hacerlo, ese es 4 Grados Norte.

Pasa de todo en el lugar. Y hay aportes sinceros y sensibles y desplantes demagógicos de empresarios para quienes la modernidad consiste en portar el modelo más reciente del I-phone, sin miedo a que se lo arrebaten de las manos («como en otros barrios de la ciudad»). Por un lado está la municipalidad, que se enorgullece de poner a disposición de la ciudadanía parqueos privados, y por el otro los vecinos que acudimos al lugar para reencontrarnos con el placer de vivir en la ciudad, conocernos, seducirnos, cultivarnos…

-IV-

Pese a todo, 4 Grados Norte es un escenario alentador, que favorece la reinvención de las tradiciones y anuncia una ciudad más abierta y democrática. Que esto se cumpla dependerá de quienes capitalicen las iniciativas, quienes impulsen las políticas públicas, quienes materialicen el poder de las ideas y las referencias (si las hubiese) y tomen por asalto la hermosa propuesta de alegría cotidiana y bienestar compartido.

Frenar la privatización, que ya es excesiva, en favor de lo social; impulsar un diálogo sincero y sin exclusiones entre las clases y los actores sociales del barrio; asegurarse que las barrenderas subempleadas por la municipalidad reciban un salario decoroso y digno; construir consensos de todo tipo; añadirle las alas de la libertad a las bicicletas que están ocupando las veredas, ese es mi anhelo, mi utopía personal para este singular distrito de la ciudad.

1Tendencia a considerar a Europa occidental como epicentro de la cultura y la historia universales.


*Cineasta, fotógrafo, crítico, docente. Es vecino del barrio desde hace décadas, y todas las mañanas camina con su perra Nina, por 4 Grados Norte.

“Existe en 4 Grados Norte un intento de construir para vivir, no para hacer dinero. De eso no cabe duda. Gente bien intencionada, incluyendo fotógrafos y artistas contemporáneos de reconocida trayectoria y capacidad, que desconocen -u omiten de su entusiasmo- el lento proceso de despojo inmobiliario y simbólico del que ha sido objeto la población originaria de la zona…”

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