Por Julia Silvestre

Guatemala en los últimos años ha sido escenario de las luchas por la memoria, verdad y justicia. 3 temas que escudriñan en las heridas de nuestro pasado reciente como sucede actualmente con el Caso Sepur Zarco; donde once mujeres q’eqchi’ denuncian la violencia y esclavitud sexual, crímenes de lesa humanidad cometidos por agentes militares del Estado guatemalteco en el marco del conflicto armado interno. “Al profanar el cuerpo de las mujeres se desgrana al pueblo”, afirma la antropóloga feminista, Rita Laura Segato, en su peritaje presentado ante los jueces y juezas del Caso.

Al escuchar esta afirmación en la Sala de Vistas Públicas, sé que tengo que entrevistar a esta antropóloga argentina para indagar qué significa reconocer que en la guerra en Guatemala hubo violencia sexual cometida por el Estado y qué papel jugaron estas prácticas paraestatales en la destrucción del tejido social. Segato es reconocida por su labor académica y activista en las violencias que toman lugar en el cuerpo de las mujeres; especialmente en los asesinatos en Ciudad Juárez, la guerra en El Salvador y en Guatemala. A continuación sus reflexiones, perspectivas del caso y cómo es que la denuncia de las mujeres de Sepur Zarco es una interpelación al racismo en una Guatemala que, como afirma Segato, vive una “conquista contemporánea a la gran nación no conquistada, la indígena”.

¿Nos puedes compartir tus premisas del peritaje antropológico que presentaste para el Caso Sepur Zarco?

El peritaje para mí significó una rápida e intensa inmersión en la historia de Guatemala y en la comprensión de sus fracturas sociales, étnicas y raciales que quizás son más dramáticas y más exacerbadas que en el resto del continente porque Guatemala es un país donde la conquista no ha concluido, cualquier persona que viene al país lo que admira es ese gran fragmento de país no conquistado, que es el país indígena que es vital por una historia que viene de muy lejos.

Entonces, el peritaje fue una manera de ver cómo, en un periodo histórico de los años ochenta, la gran Guatemala indígena fue atacada en los cuerpos de sus mujeres porque ellas son el centro de gravedad de una colectividad, entonces alcanzando a las mujeres, atacando su dignidad, sometiéndolas y desmoralizándolas se desmoraliza una sociedad entera y la inteligencia militar lo sabe.

¿Quiere decir que tú infieres que los ataques cometidos por los agentes militares en Sepur Zarco iban encaminados a la destrucción del tejido social a través del cuerpo, específicamente el de las mujeres?

Completamente. ¿Por qué ponen un cuartel militar en Sepur Zarco? esas mujeres nunca vieron un guerrillero, nunca participaron en la lucha armada ¿por qué atacar a esa comunidad de esa forma? Era porque interesaba conquistar un espacio para el capital económico, para la palma africana o sea, destruir formas de soberanía alimentaria que la comunidad tenía garantizada por su propia acción y trabajo: su alimentación, su vestido, reconociendo la importancia que tiene la vestimenta en las mujeres mayas; destruir ese arte que es el arte del ser de la mujer maya obedece a un interés de un plano mayor. Por eso, en mi peritaje afirmé que estos agentes militares no saben a qué patrón sirvieron, son idiotas útiles, gente que hizo el papel del verdugo y no tienen la menor noción para quién trabajaron, a qué proyecto histórico aportaron.

¿Consideras que la búsqueda por la justicia para las mujeres de Sepur Zarco devela una estructura más profunda?

Claro. Los acusados, el teniente y el comisionado, son unos peones de un proceso de destrucción y de conquista contemporánea en el territorio guatemalteco. El Conflicto Armado Interno no fue una guerra, fue un proceso de conquista de los territorios en formas variadas, en algunas regiones hubo un genocidio que mató aldeas enteras y tomó sus tierras. En el caso de Sepur Zarco había que preservar la mano de obra, entonces se destruyó la moral de la aldea, su tejido comunitario, sus núcleos de resistencia y de soberanía alimentaria a fin de conseguir a los peones para la palma africana en situaciones de trabajo servil y semi esclavista.

En este proceso de conquista ¿cuál fue el papel de las violencias que se infringieron a las mujeres de Sepur Zarco?

En el peritaje afirmo que hay cierta construcción de la sexualidad maya destinada a la reproducción de la vida para sostener un linaje, para que ese pueblo continúe existiendo y tenga historia futura, ya que viene de una larga historia pasada. En ese escenario, la mujer presta su cuerpo a un tejido comunitario pues es a través de ella que tiene una prole que se dirige al futuro. Entonces, ese cuidado con la sexualidad no tiene que ver con la noción de pecado como puede verse en el mundo occidental. Digamos que nuestro mundo blanco, moderno y cristiano inocula en la conquista la noción de que acceder sexualmente a una mujer es transformarla en una pecadora que contrasta con en el concepto amerindio, el acceso al cuerpo tiene significados diferentes pues el cuerpo es un cuerpo protegido que actúa en una relación de reciprocidad y de donación de vida a su pueblo, a su comunidad. Eso es lo que se expropia en el proceso de violación y de esclavitud sexual a la mujer maya.

Imagínate, la mayoría de la gente del continente latinoamericano somos desertores de un linaje amerindio. Pero existen muchas personas que son parte de su pueblo y han elegido permanecer como q’eqchi’, ixiles y de otros pueblos indígenas de Guatemala y del continente. Estas personas son muy especiales porque han elegido continuar con una historia que no es la historia occidental.

¿Es ese el acto de resistencia que se ha buscado destruir en el Caso de Sepur Zarco?

Claro, porque son fuertes. Son gente que sobrevive a una masacre que ya dura más de 500 años y que aún así se mantienen como pueblo. Son comunidades que tienen una estrategia histórico-político poderosa.

Desde el punto de vista feminista, ¿qué rupturas consideras que se dan en las sociedades patriarcales y coloniales cuando tienen lugar este tipo de juicios?

Todo depende que se entere la gente de los diversos pueblos mayas, es muy importante que llegue a la sociedad para comprender el significado de lo que sucedió porque las élites de nuestros países no han tenido un mínimo proceso de socialización y humanización que les enseñe a distinguir la diferencia entre hacer el bien y el mal, es curiosísimo.

Todo esto es consecuencia de una colonialidad que todavía estructura los mundos, las economías, nuestras universidades y nuestras subjetividades. Yo mencioné dos palabritas en el peritaje: el endoracismo y el racismo intrapsíquico. Nuestras sociedades son asoladas a partir del proceso de colonización que fue un proceso de racialización, la colonia inventó la raza. Antes del proceso colonial no había razas, había naciones diferentes y la raza no es otra cosa más que la atribución de la inferioridad a una biología.

Entonces en nuestros países se instala el endoracismo y el racismo intrapsíquico de sociedades criollas donde las élites son semiblancas que al habitar estos paisajes, no son una élite blancoide europea porque está impregnada de un paisaje colonial, que ha sido dominado y reestructurado por el proceso colonial. Aún los blancos no somos blancos y basta ir a Europa para darnos cuenta que aunque seas rubio de ojos azules, viniendo de nuestro mundo nunca sos blanco porque estamos marcados por un paisaje que fue dominado expropiado y continúa siendo expropiado hasta la fecha.

Entonces, el problema de la blancura hasta hoy es un problema serio que vuelve a las élites criollas resentidas y virulentamente racistas y el endoracismo es el racismo contra gente que está más cerca que yo de lo que puedo estar de un francés o norteamericano, porque en esa otra persona encuentro un espejo de lo que no quiero ver en mí, entonces lo voy a odiar porque él me muestra la realidad del paisaje que habito y eso nos vuelve virulentos porque cada vez que en nosotros aparece la seña del linaje no blanco, que también nos constituye, nos odiamos a nosotros mismos, nos depreciamos despreciando al otro indígena, haciendo del racismo un daño extraordinario.

¿Casos como las vejaciones que vivieron las mujeres de Sepur Zarco son un ejemplo de este endoracismo?

Lo que se vio en Sepur Zarco son agentes militares, representantes de un Estado actuando paraestatalmente o sea, haciendo lo que un representante de un Estado no puede hacer; entonces ahí se desdobla ese sujeto que es un teniente militar usando formas de violencia que la ley no autoriza. Entonces la violencia sexual no es violencia sexual en sí; es violencia por medios sexuales, formas de masacres y destrucción al otro por medios sexuales. Pero la motivación no es sexual; una parte central y fundamental de mi peritaje es que esos ataques fueron una forma de ejercer la violencia contra un pueblo que no responde al impulso libidinal de los soldados que necesitan sexo. Considero que es un error leerlo así, que la tropa se “descontroló” cuando en realidad fue un programa de guerra, una estrategia de la guerra contemporánea en un escenario bélico en expansión, donde la forma de atacar es sexual y en el caso de las mujeres se ataca al enemigo; se le desmoraliza, se destruye su moral, su tejido porque el cuerpo de la mujer siempre fue visto como un cuerpo tutelado.

Nosotras que trabajamos el tema de género o feministas queremos hablar del cuerpo de una mujer libre pero en un imaginario ancestral es un cuerpo que tiene que ser tutelado por su hermano mayor, por su papá o por su cónyugue entonces cuando se secuestra ese cuerpo y se lo masacra mediante torturas sexuales está siendo atacado ese cuerpo que debería ser capaz de protegerlo y tutelarlo el hombre. Es una guerra entre hombres que se hace en el cuerpo de las mujeres. Por lo que yo creo que es una cuestión de guerra, una cuestión de genocidio que buscó la destrucción de la comunidad maya, de la destrucción de sociedades a través de sus mujeres y no fue una motivación ni de odio, ni sexual, ni libidinal y sí es una programación que en algún lugar llamé neurobélica porque ves un actuar maquinal: los soldados entraban a una comunidad, secuestraban a los hombres y violaban a la mujer. Es una corografía precisa que se repetía todos los días.

¿Qué nos deja este juicio, para las mujeres, para las generaciones que vienen?

Nos deja un vocabulario; nos deja la posibilidad de construir retóricamente un tema importantísimo. Nos deja el poder de la palabra, que es el poder supremo. Vos construís la realidad al distribuir sentido a las cosas, colocando nombres, diciendo las cosas de otra forma. Uno va dirigiendo la historia hacia otra dirección que es el poder mayor de todos. En un juicio, en un espacio estatal, tan solemne, la palabra suena más fuerte, tiene más repercusión la voz de las mujeres.

¿Consideras que este juicio sentará un precedente en nuestra Historia Latinoamericana?

Claro. Es la primera vez que un Estado nacional va a juzgar sus propios crímenes de género; en Argentina hay una serie de juicios a los genocidas militares de la última dictadura pero no hay ningún juicio que sea por un crimen de género que vincule al Estado en esa acción a través de sus agentes. Es un juicio único en la Historia del Derecho porque ha habido diversos juicios en temas semejantes pero son juicios de conciencia, no son juicios de naciones y en ese sentido yo creo que Guatemala está haciendo historia con este juicio.

¿Cómo crees que este proceso dignifica a las mujeres de Sepur Zarco?

Las dignifica porque están pidiendo que el Estado diga que son inocentes. Es importante para ellas que el Estado reconozca que las mujeres de Sepur Zarco fueron víctimas de un complot, de una estrategia de liquidación de sus pueblos y que se realizó a través de ellas. Quieren ser declaradas inocentes de esta conquista, más que víctimas inocentes de la intención libidinal de un soldado. Esto las dignifica también porque la sociedad guatemalteca debe reconocer el coraje de estas mujeres, porque sus agresores son personas inmensamente poderosas en la comunidad y ellas quieren que esa gente se vaya del lugar donde ellas necesitan vivir. Y este proceso las dignifica frente a su comunidad y frente a todo el país.

“…la colonia inventó la raza. Antes del proceso colonial no había razas, había naciones diferentes y la raza no es otra cosa más que la atribución de la inferioridad a una biología.”
Rita Laura Segato, antropóloga argentina.


Esta entrevista fue publicada originalmente en la revista digital Barrancópolis. Para encontrar este y otros artículos estimulantes visite: barrancópolis.com o bien búsquelos en el feisbuc como Barrancópolis.

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