Por Fabricio Alonzo

Para algunos una burda actividad llena de crueldad hacia los animales, para otros un deporte lleno de pasión en el que se pueden hacer apuestas y ganar mucho dinero. Relatamos la experiencia desde adentro, el cómo se vive el mundo de las peleas de gallos.

El preámbulo

Como casi cualquier cosa que implique apostar dinero, las peleas de gallos suelen realizarse en aparente clandestinidad. Para sus defensores, las peleas son un deporte que se practica para demostrar el honor de los dueños de los animales.

Cada año el palenque Hermanos Monterroso, ubicado en el municipio de Villa Nueva, es el escenario de un derby que reúne desde muy temprano a personas de diferentes lugares del país y de la región centroamericana; los más madrugadores son los dueños de los equipos. Pagan una inscripción de Q5 mil, que les permite la participación a cinco de sus gallos. En esta competencia, el peso de los gallos no debe ser mayor a las cinco libras: es una competencia de gallos de raza media. En el lugar convergen todo tipo de personas (exceptuando a los amantes de los animales), de todas las clases sociales y casi siempre armadas: condición fundamental de los apostadores experimentados.

Nadie se imagina que una casa antigua fabricada con adobe, situada a tres cuadras del parque central, sea el lugar destinado para estos enfrentamientos entre gallináceos. Es importante decir que no existe rótulo que dé seña de la actividad en cuestión.

Con un poco de desconfianza, uno de los hermanos Monterroso (Juan) accede a mi petición de ingresar para documentar el evento. Juan comenta que días antes una persona se había quejado en la municipalidad de las peleas de gallos y que por eso pensó que yo pertenecía a alguna organización protectora de animales. El cómo logré convencerlo queda en absoluto secreto…

El escenario es un círculo de arena en el que participan los soltadores, amarradores y el juez. Los soltadores son el equivalente a los entrenadores de los gallos, encargados de soltar y guiar a su gallo durante la pelea. Cada equipo tiene un gallo sparring que sirve para enojar a los gallos que pelearán.

Los combates tienen una duración máxima de quince minutos. Dieciséis equipos de gallos participaron en esta ocasión: se armaron los equipos para la primera ronda e iniciaron las peleas. Los equipos que se enfrentan suben al ring con dos gallos cada uno.

Los amarradores se encargan de colocarles navajas de una pulgada a las patas de los gallos, el juez verifica que sean del tamaño correcto y pasa un algodón bañado en alcohol para limpiarlas.

Los organizadores invitan al público en general a que realice apuestas: “pague 50 y gane 500”, vocean. Otra gente prefiere realizar apuestas independientes, con las cantidades que les plazcan.

La pelea

Aparecen en escena dos majestuosos gallos con el plumaje crispado, el reloj marca las 8 de la noche en punto. Cara a cara, pico a pico las aves están listas para vencer a su oponente. Empieza la batalla…

En la arena todo pasa tan rápido que apenas percibo como vuelan picoteando a su rival con furia, aletazos por aquí y por allá. Imposible saber quién lleva la ventaja.

Tras dos minutos de combate, los gallos se separan. Se logra ver a un en pie y al otro que yace en el suelo. Tras la primera parte de la pelea el juez realiza “las pruebas de coraje”. Las pruebas consisten en evaluar si los gallos pueden continuar peleando. Los soltadores agarran a sus gallos para hablarles, los soban y les lamen la cabeza para tratar de reanimarlos. No siempre pueden seguir peleando.

Luego de la inspección del juez, las aves continúan el combate pero con menos intensidad, obviamente cansados. Al final uno de los dos entierra el pico en el suelo y la pelea termina. El gallo muere minutos después.

El anticlímax

La noche transcurre en el palenque con el público enardecido, preocupado por haber apostado al mejor gallo en cada ronda. Como ningún terrícola es capaz de ver más de quince minutos de peleas de gallos sin guardar cierto remordimiento (casi siempre basado en la forma temeraria en que se invierte el dinero), la venta de comida y cerveza nunca falta en estos lugares de entretenimiento. Suelen venderse también ornamentos dedicados a la parafernalia gallinácea.

Las peleas y las apuestas continúan hasta las cuatro de la mañana. Los dieciséis equipos inscritos reunieron la cantidad de Q80,000; el primer lugar se llevó Q60 mil (75%), y el segundo Q20,000 (25%) como premio.

Así llega a su fin una noche en el palenque de los hermanos Monterroso en Villa Nueva, Guatemala. El público sació su sed de sangre ovípara y los equipos de galleros ganadores se fueron contentos. Se estima que en el país se realizan por lo menos dos actividades relacionadas con las peleas de gallos cada mes.


Antecedentes históricos

Las peleas de gallos tienen su origen en Guatemala poco después de la conquista española. Es decir, los españoles introdujeron esta actividad ancestral en el país, entre otros motivos, por el hecho de que en la Mesoamérica antigua no se conocían dichos gallináceos. Esta práctica tiene registros históricos que datan de la Roma antigua.


El criador y jugador

_Cul4-5_1HEl ingeniero agrónomo Eddy Marcucci, de 74 años, se ha dedicado a la crianza de gallos y gallinas por 41 años. Su familia ha estado vinculada a esto por generaciones. De acuerdo con él, los gallos pelean por varias razones: “por territorio, por ser macho, por sus hembras y su comida”.

Marcucci es gallero y organizador del derby. Accedió a platicar conmigo en el lugar donde cría a sus aves, en el sitio conocido como “las galleras” de la granja Vía Olimpia. Marcucci se sienta en un viejo sillón rojo y comienza a contar cómo las peleas de gallos han sido actividades recreativas realizadas por la clase alta de la sociedad, por gente adinerada; compara el evento con una presentación de ópera; “el expresidente de los Estados Unidos, George Washington, era fanático de las peleas”, comenta.

Los gallos de peleas, según Marcucci, son criados como si fueran atletas: su comida es especial, los medicamentos y su trato es el mejor: condiciones para que en el palenque puedan dar lo mejor. Marcucci cuenta con personas que le ayudan a criar a sus gallos. “El cuidador debe ser un artista, los debe amansar, ganarse la confianza de sus gallos”, expresa.

En cuanto al tabú que se maneja alrededor de este pasatiempo, comenta: “Algo que ha fastidiado nuestro negocio es que las economías están basadas en algo malo, el narcotráfico, un 60% de nuestra economía está basada en eso. Es un mal necesario, porque si no existiera, ¿cómo estaría el quetzal en comparación con el dólar? Son cosas políticas”, dice.

Los gallos de peleas de Marcucci se venden por un precio que ronda los Q1,000 y Q2,000, el resto de sus crías son puestas a competir por honor; de esta forma ha forjado su nombre, por lo que mantiene un buen estatus en el mundo de los gallos.

Para este criador y jugador de gallos, su mejor experiencia en los palenques ha sido empezar perdiendo su primera pelea, empatar la segunda y ganar las últimas tres que le valieron el primer lugar en el derby, lo que le hizo acreedor de Q90 mil en una noche.

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