Por Juan Fernando Girón Solares

Aquella Semana Santa de 1962 fue de mucha bendición. Al día siguiente, Marco Antonio cumplió su promesa anual, y a las nueve y cuarenta y cinco de la mañana, se apostó en el crucero de la 13 avenida y 1ra calle de la zona 1, para no perderse la salida de Jesús de Candelaria, debidamente revestido con su túnica morada, casco, paletina y guantes de color blanco, contempló un adorno de muy particular significado para la feligresía católica: La barca de san pedro en medio de un mar embravecido, tal y como se encontraba la situación en el país. En las filas, varios de sus compañeros cucuruchos, le felicitaron por la audición de las marchas que había realizado la noche anterior. Vislumbró que no solamente los comentarios que había leído al aire sobre las mencionadas marchas, sino también la propia interpretación, hacían que el oyente (tal y como él lo había efectuado en el locutorio) realizara un viaje imaginario en las calles y en el tiempo, a lo que él consideraba como «la época más linda del año», pero pensó para sus adentros: – La Semana Santa no son solamente marchas, son también escenas y postales que la hacen única, como sus alfombras de pino y aserrín, el olor a tierra mojada y a corozo, sus jacarandas y también los sabores incomparables de los alimentos y bebidas que nutren a la mesa de los guatemaltecos en estos días, así como brindan a los esforzados devotos tanto damas como caballeros, las fuerzas necesarias para seguir a las imágenes de su devoción -. Las ideas fueron caminando en su mente, una por una, si Dios le había permitido laborar como un connotado locutor de radio por qué no enfocar sus esfuerzos en exaltar estas tradiciones que como en su caso, eran parte vital de toda la población de Guatemala.

Al día siguiente, cuando estaba por terminar el recorrido procesional del Santo Entierro de Santo Domingo, y el señor bajaba la 12 calle en busca de su basílica, seguido por la Madre Santísima de Soledad, Marco Antonio escuchó de nuevo los comentarios de los partícipes en el cortejo, animándolo para que «El concierto radial de marchas» fuese repetido, y como él se consideraba a sí mismo como un hombre cumplidor de sus promesas, más cuando se trataba de cumplirle algo a Dios, la banda de música empezó a entonar las sentidas notas de la marcha «La lágrima» del maestro Mónico De León, por lo cual recordó que esa marcha, había sido la que acompañó sus pasos cuando él tuvo la oportunidad de llevar en hombros por primera vez al Señor, en un cortejo procesional de Semana Santa. Nuestro amigo meditó en su corazón: «Señor, tú me estás alentando, y si me lo permites, el año entrante haré todo lo que esté a mi alcance, para transmitir un programa dedicado a la Semana Santa en Guatemala, si está dentro de tus planes, que así sea…» La procesión del Sepultado Dominico, llegó al atrio del templo, aquel Viernes Santo 20 de abril muy entrada la noche, pero a su llegada, y la de los negros cucuruchos que no quisieron perderse este momento dichoso diciendo «hasta el año entrante». Marco Antonio era esperado por su devota esposa y por sus pequeñas hijas, quienes le ofrecieron una humeante taza de café que le ayudó a recuperar las fuerzas de la caminata, la asoleada de la tarde y el sereno riguroso de la noche, que a esas alturas le supo a gloria. Así finalizó la Semana Mayor, cuando nuestro personaje asistió el siguiente domingo muy de mañana, a la misa especial en latín que festejaba la resurrección de Cristo y su triunfo glorioso sobre la muerte, y el lunes siguiente, a acudir a sus labores y a su turno de la noche, en la Radio Nacional TGW.

Los meses del calendario del año 1962 siguieron inexorables, y desgraciadamente para nuestro país, fueron meses muy convulsos; las protestas populares señalando actos de corrupción contra el Gobierno de Ydígoras Fuentes se hicieron presentes, y a pesar de que se trató de desviar por parte de este, la atención en temas internacionales como la crisis de los misiles de Cuba en octubre, y a su vez el infaltable tema de Belice, para el año siguiente 1963, la situación nacional se tornó sumamente convulsa.

En este ambiente, Marco Antonio seguía desarrollando sus labores como locutor de TGW Radio Nacional de Guatemala, cuando se acercaba ya la Cuaresma y el Miércoles de Ceniza que aquel año que se celebró el 27 de febrero. La promesa que había hecho a Jesús un año antes debía ser cumplida, por lo que a finales de enero, dispuso realizar el tratamiento de su proyecto radial, y luego de asesorarse apropiadamente en cuanto a temas, contenido y demás recursos, solicitó una cita con el director de la emisora, el cual le respondió que podía recibirlo hasta el día 20, apenas una semana antes del inicio de la Cuaresma, lo que a nuestro personaje le bajó los ánimos por pensar que el tiempo era demasiado corto. No obstante, no tuvo más remedio que aceptar.

El miércoles 20 de febrero, Marco Antonio se presentó puntualmente a la cita; en el bolsillo de su saco le acompañaban las cartulinas de los turnos que correspondían a los cortejos procesionales del año anterior. Sin embargo, hubo de esperar casi por una hora al director, quien se vio atareado por personeros de la Presidencia de la República, quienes le daban instrucciones específicas respecto al contenido de la información que el medio radial debía pasar al aire. Por fin, lo recibió. En aquella sala con sillones de cuerina de color verde, el devoto comunicador fue explicando al funcionario, punto por punto cómo fue que surgió la idea de hacer un programa relativo a los temas de Semana Santa, después del incidente del año anterior, y cómo se proponía cautivar a la audiencia que sigue estas transmisiones, lo cual sin duda redundaría en una mejor audiencia para la estación. La presentación fue muy buena y convincente, pero aun así, la respuesta del director de la radio, no permitió que el comunicador finalizara su presentación, respondiéndole: – «Mire Maco, usted es un buen hombre, pero definitivamente no puedo autorizarle un programa con los temas que pretende. La situación está muy complicada, y solamente podemos sacar al aire los temas que al Gobierno le interesan y música no religiosa. Lo siento, NO SE PUEDE»- .

Cariacontecido por la respuesta, Marco Antonio se retiró del sitio, y así esperó a que llegara la Semana de Dolores de aquel año, la que se iniciaría junto con abril, pero el domingo 31 de marzo, la situación de descontento en el país se hizo tan notoria, que el Gobierno de Ydígoras Fuentes terminó en la madrugada por un golpe de Estado, un «cuartelazo» que encabezó su Ministro de la Defensa, el coronel Enrique Peralta Azurdia. Dos días después, asumió un nuevo Director de la famosa TGW La Voz de Guatemala, muy conocido en el medio de los periodistas por su don de gentes, y además en este caso, tenía un atributo extra y muy especial, se trataba de un hermano cucurucho de Marco Antonio, quien al instante pensó: nuevo gobierno, nuevas autoridades, nuevos pensamientos y por qué no, ¿nueva oportunidad ? Con el conocimiento que el nuevo funcionario era una persona mucho más abierta en su trato social, dispuso al mediodía y antes del almuerzo, tocar a la puerta de su despacho, y así lo hizo…

Artículo anteriorUn MP sin dientes
Artículo siguiente“Queerpoéticas”, una muestra de arte y espacio de discusión en torno a las sexualidades alternativas