Por Juan Fernando Girón Solares  

Eran las nueve de la noche de aquel miércoles santo, 18 de abril de 1962. En la cabina de transmisión y en el locutorio de la emisora Radial de TGW la voz de Guatemala, se cumplía rigurosamente con el último turno de aquella noche y más específicamente de aquella semana, pues el asueto por aquellos años era observado, y por ende, la radiodifusora cerraría sus entregas hasta el próximo lunes, para disfrutar de sus días santos.

El día y en general la semana habían estado muy tranquilos, no obstante el país atravesaba tiempos difíciles durante la administración del presidente Ydígoras Fuentes, por lo cual las noticias, eventos y acontecimientos que salían al aire, eran cuidadosamente revisados por la dirección del medio. Luego de brindar las últimas informaciones y recomendaciones para la Semana Santa, se apagó la luz roja que implicaba la señal “En el aire” para una pausa, cuando el locutor y protagonista de nuestra historia, Marco Antonio, platicaba amenamente con su compañero de faena, el operador de la estación y a la sazón productor de la franja nocturna de la TGW, Hipólito o mejor conocido como Don Polito, un hombre de cabellos blancos de gentil trato, extraordinarias relaciones humanas y por supuesto, amplia vocación de servicio, pues en sus ratos libres se dedicaba a la noble entrega como bombero. Tanto Marco Antonio como don Polito, comentaban acerca del severo clima cálido que había afectado a la pequeña y tranquila ciudad de Guatemala por aquellos días, y de los planes que tenían para el descanso de Jueves Santo a Domingo de Resurrección, puesto que su turno se reanudaría hasta el día lunes próximo. Don Polito contaba de su interés en tomar un  respiro en las montañas de Tecpán y de paso visitar a su familia, pero Marco Antonio le replicó: – Pues en mi caso mi estimado amigo, el deber me llama, el deber de acudir a mis procesiones de la Semana Mayor y cumplir con la hermosa y fervorosa tradición de llevar en hombros al Señor-. En plena plática estaban, cuando se dieron cuenta que a esa hora y hasta que el turno de la noche terminara, y que estaba según lo pautado para las diez y media, se había dado ya lectura a todas las noticias y acontecimientos que se les encomendaron, por lo cual disponían de un espacio de poco menos de una hora para ocupar el tiempo antena: – Mire Maco-, se dirigió a él, el operador, -qué le parece si completamos la franja con buena música de marimba, señalando los acetatos de 33 revoluciones, que conformaban la exclusiva discoteca de la TGW, sin dejar de mencionar los famosos cartuchos ??-  pero en eso, Marco Antonio recordó que el día anterior, había asistido a las inmediaciones de La Merced, para disfrutar del paso procesional de Jesús Nazareno, con la extraordinaria banda del Maestro Víctor Manuel Lara en su cortejo de La Reseña, en el que las marchas fúnebres sonaron como él frecuentemente indicaba “a verdadera semana santa”, y por la tarde a un pequeño cortejo procesional del Nazareno de la Recolección, pues guardaba amistad con el Padre Murcia. En medio de este ambiente, Marco Antonio le propuso a don Polito, que si no consideraba apropiado el poner al aire las marchas del extraordinario disco de oro de la Casa Avelar, y entre marcha y marcha, leer los comentarios que en la contraportada del disco, había escrito el encargado de la Asociación de Jesús de los Milagros, el señor Mario Ruata Asturias. El viejo operador lo pensó unos instantes, pero luego le replicó: – Tiene usted razón, aunque no está pautado, estamos en Semana Santa, así que hagámoslo…! – Y así, el abnegado bombero puso en la consola el conocido disco de oro, y Marco Antonio recibió el “Q” cuando el micrófono se abrió al aire, y en la amplitud modulada se dirigió al público diciendo: “Estimados oyentes, en esta noche de Miércoles Santo, tendremos el agrado de compartir con ustedes música de circunstancia…”.
Al escuchar la interpretación de las marchas, Marco Antonio viajó con su mente a sus años de juventud, y se vio contemplando el paso de las procesiones de Semana Santa; luego recordó cómo años más tarde, siendo ya comunicador social, cuando en Guatemala se iniciaban los juicios por una infidencia o simplemente por un malintencionado chisme y por cuestiones de no pensar igual que las autoridades, se vio en la penosa situación de tener que pasar varios días a la sombra, y precisamente cuando todo quedó aclarado, la tarde de un Jueves Santo recuperó su libertad y salió al paso de Jesús de Candelaria, Cristo Rey, cuando éste iba pasando por el Parque Central, a quien le agradeció para siempre por haberlo socorrido en esa penosa situación, por lo cual a partir de ese momento él cargaría en las procesiones.

No había terminado de sonar la segunda marcha y en plena lectura de los comentarios, el sonido ronco del timbre del teléfono en cabina alertó a los protagonistas de nuestra historia. Era el director de la emisora, quien simplemente después del “aló” de don Polito, le dijo en forma seca: – “Póngame a Marco Antonio”- . El gesto que hizo el operador a Marco Antonio, presagiaba que se habían metido en problemas al poner al aire el disco de marchas fúnebres, sin duda alguna. Nuestro locutor se puso nervioso, pero al tomar el auricular y pensando en Dios dijo en tono sereno y respetuoso: – “Buenas noches señor director, a sus órdenes…”- a lo cual le repuso el funcionario: “¿Con autorización de quién están poniendo la música de Semana Santa?”.  Nuestro protagonista tragó un poco de saliva y al principio titubeó, pero respondió a la interrogante: -“De Dios señor, estamos en días santos y se nos ocurrió no solo agradarlo a él sino también a los múltiples devotos y devotas que están pendientes de nuestra programación”-. Después de unos segundos de silencio, el director de la radioemisora le respondió para su sorpresa: “Buena idea, por favor sigan y retírense a las diez de la noche…”- La tranquilidad y la alegría, retornaron a las almas de Marco Antonio y de don Polito, y así finalizó aquella noche de entrega de marchas fúnebres en la emisora estatal.

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