Por Christian Fahrenbach
Santa Clara, EEUU
Agencia/dpa

Cada año es uno de los secretos mejor guardados en el negocio del espectáculo en Estados Unidos: cómo de espectacular será el intermedio de la Super Bowl. La respuesta a esta pregunta es de una gran importancia, pues los artistas que participan venden mejor después las entradas a sus conciertos y las ventas de su música se disparan.

En la noche del domingo, los comentaristas de la final número 50 de la liga de futbol americano NFL respondieron, después de en torno a una hora de juego, lo que tantos espectadores esperaban: «Una fiesta del pasado, presente y futuro». Y lo que siguió fue un programa familiar con colores chillones y con tres estrellas internacionales.

Arrancó la banda británica Colplay con versiones abreviadas de sus hits «Viva la Vida», «Fix You» y su nueva canción «Adventure of a Lifetime», antes de que el cantante de pop-soul Bruno Mars le siguiera con su hit «Uptown Funk».

Al final, fue Beyoncé la que acaparó completamente todo el show para presentar su «Formation», que había publicado tan sólo unos días antes.

Durante todo el fin de semana la artista de 34 años había recibido muchos aplausos por el mensaje feminista de la canción y por las referencias incluidas en el videoclip sobre la violencia policial contra los negros.

Con su sexy traje negro con ornamentos dorados, Beyoncé recordaba también la estética de los tiempos del «Black & White» de Michael Jackson y la chaquetas de cuero negro de la banda de Bruno Mars al movimiento Black Panther de los años 60. Un mensaje político «muy negro» para un deporte cuya imagen pública y cultura de fans sigue siendo de blancos.

La lectura que de ello sacaron los medios estadounidenses es clara: «Lo importante no es que Beyoncé le quitara el protagonismo del show a Coldplay», resumía «USA Today». El truco es «llenar grandes huecos con mucho ruido simpático y sin contenido», decía «The New York Times».

Así que nadie cree realmente que el show de este año vaya a pasar a los anales de la historia.

Y eso pese a que desde hace años que la pausa musical es uno de los puntos álgidos de la final del evento deportivo: 120 millones de personas vieron desde sus casas el espectáculo el año pasado, la cuota de audiencia más alta de la historia de la televisión estadounidense.

Sin embargo todo esto es un fenómeno relativamente nuevo. Tras unos primeros años más tranquilos, la actuación de Michael Jackson de 1993 con su «Heal the World» interpretado con unos 3 mil 500 niños fue el primer espectáculo en causar sensación.

El show dejó también escándalos, con el recordado destape de Janet Jackson que enseñó un pecho en 2004 y bautizado como «Nipplegate». Ocho años después la cantante M.I.A. provocaba también sacando el dedo corazón a las cámaras.

Pero los espectadores no presenciaron ningún tipo de escándalo de ese tipo este año: pese a los mensajes políticos, las canciones fueron más bien sosas y conservadoras, con motivos florales explotando continuamente bajo el suelo transparente del enorme escenario.

Al final, había que resumir el mensaje para los más de 70 mil espectadores del Levi’s Stadium de Santa Clara, en California: en letras coloridas gigantes formaron la frase: «Believe in Love» (cree en el amor).

Artículo anteriorMane de la Parra deja aflorar su lado musical
Artículo siguienteMuere Daniel Gerson, coescritor de éxitos como «Big Hero 6»