Por Thomas Burmeister
Zúrich
Agencia/dpa
¿Qué es el dadaísmo? Todavía hoy es difícil responder a esa pregunta. Un siglo después del nacimiento de esta corriente cultural en el Cabaret Voltaire de Zúrich, la ciudad suiza se prepara para celebrar el acontecimiento.
El 5 de febrero de 1916 el dadaísmo tuvo su bautismo oficial de la mano de Hugo Ball, Tristan Tzara, Marcel Janco, Hans Arp, Sophie Taeuber-Arp, Emmy Hennings y Richard Huelsenbeck, en aquel bar frecuentado por artistas de la Spiegelgasse de Zúrich.
El centenario se celebrará por todo lo alto en la metrópolis cultural y financiera. Hasta final de año hay 165 días «para el reestreno de una leyenda y para revivir las obsesiones del dadaísmo», afirman los organizadores de la Asociación «dada100Zürich2016».
¿Por qué exactamente 165? «Investigamos mucho en datos y biografías hasta compilar a 165 importantes dadaístas», explica la portavoz del proyecto, Nora Hauswirth. «Cada uno de ellos y ellas será honrado como padrino o madrina de uno de los 165 días de celebración dadaísta».
Cada uno de esos días se festejará hasta bien entrada la noche. El Cabaret Voltaire quiere convertirse en un lugar artístico desbordado hasta la locura, hasta la pérdida del sentido.
Cada «día dadaísta» comenzará con un «momento de oración». El 22 de febrero, por ejemplo, estará dedicado al alemán Hugo Ball, cofundador del movimiento y que en esa fecha habría cumplido 130 años. Ese día se leerá también su manifiesto.
La pintora y bailarina suiza Sophie Taeber-Arpm, por su parte, será recordada a través de un baile dadaísta-cubista. Y como invitación a la meditación podrá verse el «Cuadrado negro», icono de la modernidad del pintor vanguardista ruso Kasimir Malevich, precursor del constructivismo.
El 20 de mayo estará dedicado al pintor y poeta franco-alemán Hans Arp, uno de los más importantes dadaístas y surrealistas, que será recordado con la lectura de uno de sus poemas más perturbadores.
«El dadaísmo no es un estilo, sino una afirmación», puede leerse en el libro «Dada Hand Buch» del director del Cabaret Voltaire, Adrian Notz, y del diseñador Yael Wicki. «El dadaísmo captó a todas las corrientes vanguardistas de la época, como el expresionismo, el futurismo y el cubismo y después las volvió a echar, digeridas o sin digerir».
El resultado fue, por ejemplo, la creación de poemas con fonemas inventados que nadie en su sano juicio podía entender. O «La Fuente», el urinario que en 1917 Marcel Duchamp convirtió en una obra de arte.
Comprender el dadaísmo puede parecer imposible. Pero lo que sí se puede explicar por las circunstancias de la época es por qué los protagonistas rechazaron de forma tan radical los ideales artísticos imperantes hasta el momento y proclamaron la libertad absoluta, hasta llegar a lo irracional.
Era la época de la Primera Guerra Mundial, que con sus matanzas y ataques de gases tóxicos se revelaba cada vez más como una máquina de destrucción que despreciaba la dignidad humana. Aquellas muertes y las sociedades que las permitían no tenían sentido.
Suiza, país neutral, era el único lugar de Europa en el que se podrían reunir artistas de todas partes y buscar respuestas a la catástrofe sin ser molestados. Todo ello mientras frente al Cabaret Voltaire un revolucionario ruso conocido como Lenin planeaba el derrocamiento del Zar. «¿Es el dadaísmo como gesto y como símbolo lo opuesto al bolchevismo?», se preguntó en una ocasión Hugo Ball, sin llegar a dar una respuesta.
Hace 100 años Zúrich fue la cuna de un movimiento internacional que pronto inspiró a artistas en Berlín y Colonia, en París, Nueva York e incluso en Latinoamérica y Japón. Una expresión artística a la que también recurrirían después los creadores del surrealismo, el pop art o el punk.
Por eso son muchas las instituciones que este año prestarán atención al dadaísmo. Desde el Kunsthaus hasta el Museo Nacional de Zúrich, pasando por la Universidad y el Museo Rietberg.