Por Ricardo Rosales Román
\ Carlos Gonzáles \

El domingo 3 de octubre de 1965 tuvo lugar un acto de especial trascendencia para el pueblo cubano y su Revolución. Hace cincuenta años, en el entonces Teatro Chaplin, hoy conocido como Carlos Marx, el líder histórico y guía de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, propuso y se adoptó el nombre oficial de la organización política de vanguardia del pueblo de Cuba que, a partir de aquel momento, se denominó Partido Comunista de Cuba; procedió a la presentación de su Comité Central y anunció el surgimiento de su órgano oficial, Granma. Además, dio a conocer la Carta de despedida del Che.

_Cul7_1La hazaña emancipadora iniciada por la Generación del Centenario encabezada por el entonces joven abogado Fidel Castro Ruz y con la que continúa y se retoma la lucha del pueblo cubano por su real y verdadera emancipación e independencia iniciada por Céspedes, Maceo y Martí, arranca con el Asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, prosigue con el desembarco del Granma, el 2 de diciembre de 1956, y culmina exitosamente con el derrocamiento del tirano Fulgencio Batista y el triunfo victorioso de la lucha guerrillera el 1 de enero de 1959.

Entre el 26 de julio de 1953 y el 1 de enero de 1959 transcurrieron cinco años, cinco meses y cinco días. Son estos datos y cifras casuales y coincidentes como casuales y coincidentes son las que recuerda el Comandante Arsenio García Dávila uno de los cinco expedicionarios del Granma que aún están vivos y han tenido la feliz dicha y oportunidad de contar lo que han vivido, por lo que han luchado y siguen luchando, y lo que aspiran y anhelan para Cuba, su pueblo y la Revolución.

El Comandante García Dávila recuerda que «de los 82 expedicionarios del Yate Granma, 21 habían participado en las acciones del 26 de julio de 1953; 21 lograron subir a las montañas luego del desembarco; y, también, 21 murieron en los días del 5 al 15 de diciembre de 1956, poco después de la sorpresa de Alegría de Pío». El Comandante García Dávila tiene, según lo testimonia, el privilegio de «estar entre los cinco que quedamos vivos de los 21 del Granma que pudimos subir a las montañas para reiniciar la lucha contra la dictadura de Batista». Los otros cuatro son Fidel, Raúl, Ramiro e Ifigenio.

El Che es uno de los 21 que lograron subir a las montañas luego del desembarco y a quienes corresponde el honor y la gloria de, como lo dice el Comandante García Dávila, «reiniciar la lucha contra la dictadura de Batista». Años antes, después de su estancia en nuestro país, Ernesto Guevara de la Serna había entrado ya en contacto en México con los revolucionarios cubanos y es a partir de ese momento que todo lo que hace y escribe, piensa y proyecta, tiene un solo objetivo: contribuir al triunfo de la lucha guerrillera en Cuba y llegado el triunfo y tomado el poder político, trabaja incansablemente y con tenaz dedicación, capacidad y entrega para consolidar y hacer avanzar y profundizar la Revolución socialista en Cuba. Llegó a ocupar altos puestos de dirección en la gestión del Estado Revolucionario y no regateó un solo minuto de su tiempo a las importantísimas tareas que le fueron confiadas.

A partir del momento en que dejó de aparecer públicamente, en Occidente se empezó a especular, a conjeturar y a inventar mentiras y patrañas acerca de qué habría pasado con el Che. Nada de lo que entonces se dijo resultó siendo cierto. Ernesto Guevara de la Serna había tomado la decisión de partir a otras tierras del mundo y dar su contribución solidaria e internacionalista a favor de la emancipación e independencia de los pueblos y países de África en donde después se supo que había estado.

Tiempo después habría de empezar a tenerse noticias de su posible estadía en Bolivia, como en efecto resultó siendo cierto.

Es en tierras bolivianas en donde, en medio de enormes dificultades, obstáculos e incomprensiones, logra el Che organizar y dirigir una fuerza guerrillera de cuya historia, hazañas y duras y difíciles pruebas es mucho lo que ahora ya se conoce y mucho lo que queda por escribir. El testimonio de lo que en Bolivia fue el esfuerzo principal encabezado por El Che está minuciosa y rigurosamente registrado y anotado en su Diario y en cada una de sus páginas puede encontrarse la tenacidad y empeño con que los hombres del Che fueron cumpliendo las tareas a cada uno de ellos asignadas, los avances y reveses recibidos y, por sobre todo, esa convicción de vencer, enfrentar y superar las más difíciles y duras pruebas. Al Che le duele como al que más cada golpe y revés de que se entera y a los que él, también, tiene que enfrentar y tratar de salir adelante como muchas veces lo logró, gracias a su capacidad, experiencia, audacia, iniciativa y tenacidad.

En la Quebrada del Yuro es herido y capturado y en una escuelita de La Higuera sus verdugos creyeron quitar la vida a uno de los más probados, firmes y decididos combatientes revolucionarios, internacionalistas y antiimperialistas de nuestro tiempo. Aquel 9 de octubre de 1967 el Che no moría, renacía para estar en todas partes y vivir para siempre y por siempre.

cheLa carta que dio a conocer Fidel hace cincuenta años es uno de los testimonios más valiosos del Che. En ella queda consignada su vocación de combatiente revolucionario e internacionalista y con inigualable camaradería y sinceridad de un probado combatiente le expresa a su Comandante en Jefe todo lo que piensa de él, su alta estimación y admiración, lo que significa haber sido adoptado por ese su tan querido y admirado pueblo, lo que de él se lleva y lo que de él deja.

A ese respecto, en un fragmento del Panegírico sobre El Che y que está al final de la ilustración con el texto completo de aquella histórica carta de despedida, Fidel dice «nos duele que se haya perdido como hombre de acción, nos duele lo que se ha perdido como hombre de exquisita sensibilidad humana y nos duele la inteligencia que se ha perdido. Nos duele pensar que tenía solo 39 años en el momento de su muerte, nos duele pensar cuantos frutos de esa inteligencia y de esa experiencia que se desarrollaba cada vez más, hemos perdido la oportunidad de percibir… Desde el punto de vista revolucionario, desde el punto de vista de nuestro pueblo, ¿cómo podemos mirar nosotros el ejemplo del Che? ¿Acaso pensamos que le hemos perdido? Cierto es que no volveremos a ver nuevos escritos, cierto es que no volveremos a escuchar de nuevo su voz. Pero el Che le ha dejado al mundo su patrimonio, un gran patrimonio, nosotros que le conocimos tan de cerca podemos ser en grado considerable herederos suyos… Che era un insuperable soldado, Che era un insuperable jefe, Che era desde el punto de vista militar un hombre extraordinariamente capaz. Si como guerrillero tenía un talón de Aquiles ese era su excesiva agresividad, era su absoluto desprecio al peligro… Si queremos expresar cómo deseamos que sean nuestros hijos, debemos decir: ¡QUEREMOS QUE SEAN COMO EL CHE!».

Aquélla histórica y aleccionadora carta dada a conocer hace cincuenta años es el más alto testimonio de quien, como lo exigía José Martí, estuvo siempre del lado del deber. Es por ello y por mucho más que vale la pena transcribir, una a una, las 594 palabras del texto que en cuidadosos y precisos términos traza la voluntad y decisión de quien fue y seguirá siendo por siempre el Che, el Héroe de La Higuera. La carta transcrita textualmente dice:

Fidel:

Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos.
Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.
Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío.
Hago formal renuncia de mis cargos en la Dirección del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos.
Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario.
Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario.
He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe.
Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.
Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.
Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y dolor, aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos… y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes; luchar contra el imperialismo dondequiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.
Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.
Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.

Hasta la victoria siempre, ¡Patria o Muerte!
Te abraza con todo fervor revolucionario,

Che

Lo hasta aquí escrito y transcrito es uno de los tantos y ricos pasajes de la ilustrativa y valiosa historia de la Revolución Cubana, esa historia que, como se dijo este martes 13 de octubre en el Palacio de Las Convenciones de La Habana durante la inauguración del simposio internacional La Revolución Cubana, Génesis y Desarrollo Histórico, «ha sido eminentemente estudiantil, obrera, campesina y juvenil». El Che, es uno de sus protagonistas y forjadores.

Se dijo, además, que «A veces solo conocemos una pequeña parte de nuestra historia, que está hecha, pero no totalmente escrita. Hay que oír todas las partes y hacer nuestra propia versión. Con falta de información o solo una versión de los sucesos, no se pueden reconstruir o reescribir los acontecimientos históricos con el análisis objetivo necesario para interpretarla».

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