Por Ángel Valdés

Para la viajera o el viajero que llega por estos días a Guatemala y quiere conocer la forma de pensar de sus gentes, lo mejor que puede hacer es ver las celebraciones por el Día de la Independencia el 15 de Septiembre.

_Cul3_1BEn todos los desfiles, actos y cualquier ocurrencia al respecto, aparecen algunas y algunos disfrazados de indígenas. ¿En qué cabeza enferma germinó la idea de inculcar a las mentes infantes y púberes que los indígenas participaron en el proceso de Independencia?

En los establecimientos escolares de cierto nivel económico, aunque ahora la idea se ha propagado a todos lados, se les dio por organizar mercados diminutos, tipo mercadillos, y ponen a las y los alumnos a vender comida típica, vestiditos de… indígenas. -aunque ojo, ellos lo llaman «de inditos»- la marimba a todo volumen y los padres y madres compran aquello a precios altísimos, los fondos quedan en el colegio, pero la cuestión es ¿qué mente perversa insiste en inculcar que los indígenas participaron en la Independencia?

Pero si se observa más a fondo, se aprecia el desprecio que por la población indígena tienen los no indígenas, ¿acaso en las escuelas de niñas y niños indígenas se disfrazan de criollos y escenifican estampas alambicadas, cursis y burlescas de sus vidas?

Luego viene la «ceremonia» de la antorcha, que ahora no bastando con los días previstos se ha ampliado más y empiezan el día 10 sino es que el 9 o el 8. Si hemos visto brutalidad y desprecio solapado en «inocentes» mercadillos, desfiles y actos, lo de las antorchas refleja el verdadero latir de todas las Guatemalas sin exclusión alguna.

Se observa a las y los corredores por la carretera; el que encabeza la cuadrilla patria porta la antorcha con independentismo celo, mientras tanto a los costados de la ruta que cruza por pueblos, caseríos, casetas y cualquier sitio que cuente con un humano chapín, están nutridos de una enardecida concurrencia apertrechada de bolsitas con agua, toneles provistos con el líquido vital, mangueras y cuanto artilugio se preste para manejarlo.

Al cruzar la antorcha aquellas barreras humanas, la concurrencia cual asiduos al circo romano para ver luchar gladiadores, lanza un rugido estremecedor que asusta hasta las mismas piedras y empieza el espectáculo denigrante, inhumano. Al ver aquello, la viajera y el viajero comprenden perfectamente bien porque aquí matan gente todos los días y nadie se conmueve.

Al ver aquello la viajera y el viajero comprenden por qué nada cambia y se persiste en los esquemas de hace casi dos siglos atrás, aunque de tanto en tanto se organicen movilizaciones, hagan renunciar a sus mandatarios y luego se retorna al modo de siempre: nada de cambios y menos violentos, nada de aventuras «progresistas», nada de transformar las estructuras de la nación y por supuesto nada, pero nada de derechos políticos y económicos a los indígenas. Los derechos culturales sí, porque nos proveen de ideas para recrear las fiestas patrias.

Espero que hayan tenido un feliz megapuente de Independencia.

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