Por Salazar Ochoa
Fotografías de Carlos Bernardo Euler

Cuando abre las páginas de un periódico quizá usted nunca imagina la premura con la que el personaje encargado de someter al teclado escribió esas letras. Es increíble la velocidad con la que los telenoticieros del país se atreven a mentirle todos los días en su propia casa. No obstante eso nunca ha sido impedimento para que usted sintonice fielmente desde hace ya varias décadas su emisora favorita.

No hay nada mejor que un sábado por la tarde en medio de la Plaza de la Constitución, acompañado de un mar de melódicas vuvuzelas para hinchar el pecho y entonar la mejor canción criolla de todos los tiempos, nuestro glorioso y victorioso himno nacional. Talvez a usted nunca se le ha cruzado por la mente que quien aquí escribe esté atravesando por los efectos de la resaca luego de una noche de juerga electoral o bien esté experimentando un profundo sentimiento de frustración en medio de todo este ambiente de fiesta cívica y fervor patrio.

Aquella resaca-casaca cívica encontró alivio un lunes por la mañana.

Luego de un sustancioso caldo de huevos con apazote me topé con una foto en el Facebook que mostraba una instalación de protesta que se estaba gestando a pocas cuadras de nuestra sala de redacción. Grabadora en mano, corrimos junto a José Orozco a documentar la situación.

Allí se erguía frente al Palacio Nacional de la Cultura aquel artefacto exótico. Algunos periodistas hacían fotografías del instrumento que durante la Revolución Francesa había puesto punto y final a la monarquía de Luis XVI.

¿Quién es la mente creativa detrás de este noble hecho, inquietante e inquisidor?
Se trata de Jorge de León, artista ampliamente conocido por sus nunca desapercibidas intervenciones en la ya muchas veces sosa escena cultural guatemalteca (Si usted señor o señora artista quiere seguir pintando mariposas está bien). Si bien de León mencionó que la instalación de lo que bautizó a secas como “Guillotina” no es una invitación a la violencia contra los sujetos que desempeñan algún cargo público, a mí se me hace difícil separar las frases célebres de la exvicepresidenta sobre lo rebonito del Federico Mora y lo baratos que salen ahora los viajes a Europa con la máxima atribuida a María Antonieta, “Que coman pasteles”. No sé, a mí me inspira muchos sentimientos encontrados.

Lo importante aquí es intentar interpretar cómo de León fue administrando toda su decepción, frustración y rabia durante varios días para regalarnos en un momento muy oportuno una instalación que invita a los servidores públicos a pensarla dos veces antes de su próxima intervención estilo mano de mono y a cuestionarnos también a nosotros mismos sobre las corruptelas que vamos obsequiando en nuestra cotidianeidad acostumbrados a la ley del más vivo. Usted puede ocupar un lugar en esa guillotina.

Al final esta goma me dejó un sabor de boca entre a cigarrillos y “revoluciones sin cambios revolucionarios”. La próxima vez que quieran hacer una “revolución de colores”, ahí me avisan. 😉

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