Por Eynard Menéndez

I
Las manos, nuestros ojos, la boca, dos piernas y una realidad circundante, aparente que está en nosotros como vida en movimiento, tangible, digo existente como unicidad explayada a partir de multiplicidades que abarcan más allá del horizonte, digo, que se mueven más allá del horizonte, es decir que rozan la trascendencia porque el cielo es infinito así como los colores son infinitos y esta cara que yo me veo y esta cara que yo te veo invariablemente se supone finita entre los infinitos sin alegar teorías que vayan más allá de nuestro entendimiento humano, demasiado humano, porque así sucede.

II
El mundo puede ser pequeño cuando es tan grande, no lo sé, porque todo depende de la medida en la que nos encontremos para calcular las cosas que nos rodean, es un lío esta situación porque cuando alzamos este tipo de temas entre la reencarnación, la vida sin igual, constante en su fluidez y la muerte, empiezan a surgir los alegatos, chiflidos por aquí, las relaciones de poder no tardan en evidenciarse, el racismo que nos consume y nos asesina día con día y que siempre estará presente y entonces los relatos del limbo, del encuentro fortuito hacia el escape interdimensional no tiene sentido en medio de tan poca seriedad por asuntos del ahora y del mañana.

III
Ser cualquiera, ser todo y ser nadie, así prefirió nombrarse el viajero por alta mar cantado por el ciego en pleno frenesí y nosotros venimos a la superficie en la que nos encontramos a escribir poesía o, más bien, unas cuantas letras, a contar algo que tantas veces no viene al caso aunque tantas veces es tan necesario, nadie lo sabe y nunca lo supo, y venimos con esta movida, con esta relación de un punto a y un punto b y un punto h en silencio, tan en silencio que cada paso nuestro es encuentro desapercibido por la resonancia mundial del acontecer diario de lo que cada quien encuentra por el mundo, su mundo, cualquier mundo de cuando estamos sentados, parados, acostados, inclinados y toda opción suavemente maleable que tocamos y sentimos se bifurca tenuemente hasta terminar en la explosión abismal.

IV
Nuestro problema está en nuestra depresión y nuestras ganas por hacer algo para continuar caminando, en los pasos consiguientes del caminar.

V
Nuestro corazón convulsionando, nuestras venas asqueadas de tanta mala sangre, los ríos y mares repletos de muertos intoxicados de tanto respirar podredumbre y la lengua terrestre sin moverse hacia ningún lado porque el corazón está terrible y nuestros intestinos están terribles y nuestra disidencia por las cosas serias y trágicas y cómicas del camino de la vida, las cosas de esas que son de verdad también, aunque duela los huesos decirlo, están terribles. A dónde vamos nos pregunta la canción, qué haremos, qué diremos, cómo nos iremos a presentar, así, de descarados que somos y de descarados que andamos pataleando, recogiendo las migajas del resabio consabido por el destino que nos imponen, que nos relatan para entretenernos y hacerlo nuestro en medio de una identificación pueril y maltrecha por nuestra culpa y nuestra gran culpa y nuestra desinformación y nuestra dejadez y nuestro sentimiento de culpa otra vez tan efímero por vergüenza y descaro propio.

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