Por Juan Calles

Esta desnuda playa es una caja azul llena de cálidas sensaciones. Desde la misma portada te hipnotiza, no podés dejar de verla, la portada es una ola tibia, un “Vaivén” suave, suave, un leve movimiento, una luz tímida, un barco borracho con la panza llena de licor y palabras. Desde ese momento en que observás la portada te sentís bienllegado; la portada parece decirte, “ponéte cómodo estás en el lugar correcto”.

Como entrada, como para medir tu temple, hay dos epígrafes que lanzan una advertencia, anuncian la intención que tiene la autora de estrujarnos las sensaciones; usando palabras ajenas nos lanza la llave que abre la caja azul en donde se guardan los instrumentos de hacer poesía, ¿lo abrís o elegís la cobarde comodidad de cerrar este libro-artefacto?

Si tomaste la llave y decidiste continuar a pesar de la advertencia vas a encontrar tranquilidad, un silencio lleno de palabras embelleciendo la violencia que hay en las relaciones machistas, embelleciendo todo lo patriarcal que existe cuando dos guatemaltecos se aman. Esta poeta busca las formas más bellas de describir la parte oscura de ese acto involuntario, de esa ebullición química que es el amor.

En los textos de Ana María Rodas cada palabra, cada frase, cada verso tienen una lenta cadencia de sabio molusco que no tiene prisa por decir lo que siente, lo que vive, lo que su organismo ha producido durante largas décadas de cincelar con luz de poesía la necia piedra de la realidad concreta.

El libro es monotemático, sin embargo no consigue aburrir, Ana María Rodas logra instalar belleza incluso en los temas más trillados y repetitivos, reconociendo sus derrotas y sus triunfos, acomodándolos en versos ágiles y agradables. Parece que la estamos viendo, observándose desnuda frente al espejo; se estruja los pechos, se rasca el pubis con desgano, escupe el espejo, restriega la espumosa saliva con sus dedos índice y medio, se los mete a la boca, escribe otro verso para reconocer esa desnuda playa, esa desolada playa en la que ella ya no es ella, sino Ana María hosca y acomodada mirando atardeceres en la Antigua, la que quizá no quiso ser, quizá.

…Cómo ha sobrevivido esta loba
En país de coyotes
Su pelambre reluce como luna
Sus ojos fosforecen
Su lengua suave bebe de la humedad en el ambiente
Ella sabe a dónde va
Sus suaves patas no dejan rastro en el suelo

La erótica en la poesía de “Esta Desnuda Playa” está planteada como ornato, una forma de embellecer la violencia de envejecer, la violencia de una patriarcal forma de hacer el amor, la violencia de esas luchas de poder entre pareja, ella gata en celo, el apenas una sombra que ella delinea. Sin embargo, lo más importante es el hecho que Ana María Rodas lo sabe escribir con honestidad y belleza, esa capacidad hace de este libro-artefacto una potencial arma de doble filo. Al igual que otros libros de poemas fundamentales escritos por Rodas, la poética en este trabajo corre el riesgo de ser mal interpretada como lo ha sido a lo largo de su carrera como escritora.

Llama mucho la atención la vitalidad de sus textos, hay hambre de vivir, hay en sus textos muchas ganas de sentirse viva. Pero además encontramos su forma de ver la realidad, cómo evalúa y sopesa su entorno, la modernidad y las mujeres de hoy. Ana María sorprendida mira a las actuales hijas de Camelot, sin comprender, sin explicarse como pueden ser Evas con tanto postizo encima, por ejemplo.

Nuestras hijas
Se recortan los huesos de la cara
Se mutilan los pechos
Se extraen el tejido donde mullidamente
Reposa nuestra esencia
Se uniforman
Llevan el pelo a rayas y son flacas
Sus únicas protuberancias son de silicona
Llevan una guadaña acrílica en vez de uñas

El país ha cambiado, la poeta ha cambiado, la poesía ha cambiado, ella elige las palabras para enfrentar ese cambio de la mejor manera, de la manera en la que una poeta puede hacerlo. Las palabras la salvan de ella, de la desnuda playa que es ella misma observándose mientras crece, mientras le crecen musgos en los párpados; mientras se autoconstruye como poeta, como mujer, como libro-artefacto.

Los muslos de Ana María, el pelo de Ana María, el interior de la cama de Ana María; estamos dentro. El libro-artefacto nos da la oportunidad de estar allí, en tiempo real, para vivir la poesía de Ana María, para vivir la poesía de Ana María, para vivir la poesía de Ana María, para vivir la poesía de Ana María.

…La lámpara me muestra el color azafranado de las piernas
Que conservan sus formas
Que lucen el brillo del aceite a la orilla de la arena
Que me impulsan en las aguas fogosas de este fastuoso mar
Mar pacífico eterno pletórico cuajado de fosforescencia
Por las noches
Cuando la luna sonríe al verme
Abrazada a mi gato en la ancha y tibia cama

Antes de cerrar la sesión y correr el telón, Ana María Rodas recurre a la helenística costumbre de los epigramas, para burlarse de lo ya dicho, de lo ya escrito quizá, o bien sabe ella que en su tiempo los epigramas se convirtieron en epitafios y quiso al final del libro-artefacto colocar un homenaje a los pies de la estatua de la poesía y hacer un guiño al lector.

No imaginaba Lesbio cuán pronto
Llevarías tu lira a otro lecho
Para cantarle
A una joven que por cierto al verla
Me parece estar frente a un espejo

Los niños de la infelicidad llama ella a sus colegas poetas, en una carretera desierta están sentados esperando que caiga la lluvia, esperando ver sus sueños publicados en tersas páginas, mientras engordan a fuerza de cariño; antes que nada pase cae la lluvia, una lluvia de años, de muchos años, que no cesa, que no calla. Cierran los ojos, sacan la lengua, escriben poemas y así se van haciendo parte de esta historia que somos nosotros, leyendo este libro-artefacto, pensando y sintiendo cada letra, cada giro, cada vahído, hasta caer extenuados en una desnuda playa de arena volcánica que siempre estuvo allí pero nunca habíamos visto. Ana María Rodas nos ha conducido a su encuentro, al encuentro de nuestra playa decorosamente desnuda, setenta y ocho años después, henos aquí.


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La redacción de La Hora obsequiará un ejemplar de Esta desnuda playa de Ana María Rodas a quienes así lo soliciten enviando un correo a jsalazar@lahora.com.gt sin olvidar adjuntar en el mismo su número telefónico.

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