Por Salazar Ochoa

Es miércoles por la mañana y un nutrido grupo de periodistas hace la fila para entrar a ver Ixcanul, la aclamada ópera prima del director guatemalteco Jayro Bustamante. La emoción es evidente ante el morbo que ha despertado una película de la cual ya he perdido la cuenta de los premios que ha ganado en distintos festivales alrededor del mundo. Luego de unos minutos de espera el maestro de ceremonias anuncia que los protagonistas están en la sala y que Bustamante dará unas palabras previas a la proyección. El director aclara que ante las repetidas interrogantes que le han hecho al respecto prefiere decir desde el principio que no se trata de un trabajo etnográfico sobre el pueblo maya, él simplemente quiere contarnos una historia.

_Cul22_1BLuego de los respectivos aplausos, la proyección no se hace esperar aunque luego de un par de minutos es interrumpida y el maestro de ceremonias recomienda a los inoportunos fotógrafos que por favor dejen de usar sus cámaras. Ahora sí, estamos listos para sumergirnos en la película.

La historia nos sitúa en medio de una celebración para pedir la mano de una mujer que apenas empieza a atravesar los resbaladizos caminos de la adolescencia en una finca cafetalera en las faldas del volcán de Pacaya, el volcán es testigo mudo de una serie de conmovedores acontecimientos que arrugan hasta al corazón más rudo. Es en medio de esta coyuntura que María, la protagonista conoce a Pepe y las cosas empiezan a cambiar de rumbo.

Bustamante nos presenta una historia en apariencia sencilla. En un maravilloso recorrido de inducción le muestra al espectador que la historia de una joven K’aqchikel puede encontrar eco en cualquier parte del mundo. Y es que el machismo, la discriminación racial y de género, la pobreza, la exclusión, la migración y el tráfico de niños no son características exclusivas de la Guatemala profunda, sino más bien son una realidad que golpea a la humanidad y se repite una y otra vez en Palestina, Nigeria o Suecia.

La actuación de los personajes protagonistas de la historia sobrepasa las expectativas de cualquiera. Bustamante consigue de ellos la erupción precisa para que las escenas obtengan la dosis necesaria para despertar en el espectador la más variada amalgama de emociones. La naturalidad con que María Mercedes Coroy y María Telón interpretan a sus personajes (María y Juana) hacen pensar que Bustamante tiene el olfato bastante agudo para la selección de sus colaboradores. Bustamante refiere al respecto que estas excepcionales actuaciones son producto de un profundo proceso de interacción, intimidad y confianza por el cual atravesó todo el equipo de producción antes y durante la filmación. Incluso me atrevería a decir que gracias a esos círculos de fuego y confianza ahora se les ve más como una familia que como a cualquier otra cosa.

Los planos que ofrece la película son sobresalientes y aunque Bustamante haya justificado el buen trabajo diciendo que prácticamente cualquier lugar en donde se pusiese la cámara se iba a lograr una buena toma, no está demás valorar el trabajo del director de fotografía, Luis Armando Arteaga.

La forma en que la cámara nos acerca a los personajes y a la historia rompe las fronteras entre la pantalla y el espectador y nos hace sentir parte de la historia, testigos presenciales de los acontecimientos. Con respecto al detalle de la escenografía y el vestuario la máxima minimalista de menos es más puede contemplarse a plenitud.

La banda sonora de la película es simplemente fenomenal, no hay mejor dupla para el acompañamiento musical que Los Internacionales Conejos y Fidel Funes y su Marimba Orquesta.

Algo que se aprecia en la película es la honestidad de un cineasta que deja de lado las pretensiones. La película está basada en una historia real y la mayoría de sus diálogos son en K’aqchikel. Debe reconocerse que Bustamante es un excelente contador de historias aunque hay una parte de esa película de 100 minutos de duración que me parece una insinuación al tedio, pero qué sé yo, quizá no estuve tan receptivo o las quisquillosas pantallas iluminadas de los celulares en esa sala oscura me distrajeron.

La película llega a las salas de cine del país a partir de hoy. Ojalá y así como se les ha visto a muchos enajenados emocionarse por el estreno de Transformers o Rápido y Furioso, los amantes del buen cine en Guatemala sepan corresponder a las circunstancias de este momento histórico y abarroten las salas que presentan sin temor a equivocarme la película que acercará más que nunca a la cinematografía guatemalteca a recibir el Oscar.

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