Por Andrea Sosa Cabrios
Ciudad de México
Agencia/dpa

Una casona del barrio de Coyoacán, hoy convertida en museo y ubicada a un lado de una de las avenidas llenas de tránsito de Ciudad de México, fue testigo hace 75 años del asesinato de León Trotski en su exilio mexicano.

Ramón Mercader se llamaba el asesino. Era un comunista nacido en Barcelona y reclutado por la Unión Soviética que enamoró en París a Sylvia Ageloff, una trotskista neoyorkina que colaboraba con Trotski, para poder acercarse al revolucionario ruso y matarlo por encargo del líder soviético Josef Stalin.

Para el 75 aniversario de la muerte de Trotski, ocurrida el 21 de agosto de 1940, al día siguiente del atentado, su nieto Esteban Volkov encabezará mañana un homenaje.

En un acto en el «Museo-Casa de León Trotsky», que dirige Volkov, se inaugurarán una placa y un auditorio en honor al expresidente mexicano Lázaro Cárdenas (1934-1940), que le dio asilo en 1937.

La historia de Trotski y de Ramón Mercader, el agente que se metió en su despacho en la casona de Coyoacán y lo hirió de muerte en la cabeza con un pico de alpinista, ha alimentado la literatura y el cine desde hace años, últimamente con Mercader como protagonista.

El director español Antonio Chavarrías filma «El elegido», un thriller centrado en su figura, encarnada por el mexicano Alfonso Herrera, mientras que autores como el cubano Leonardo Padura con «El hombre que amaba a los perros» y Nuria Amat con «Amor y guerra» han novelado su historia.

Antes hubo otros libros y películas, entre ellas «El asesinato de Trotski» de Joseph Losey, con Richard Burton, Alain Delon y Romy Schneider.

Crítico de Stalin, miembro del primer politburó soviético y fundador del Ejército Rojo, Trotski fue forzado al exilio y se refugió primero en Turquía en 1929. Luego peregrinó por Francia y Noruega, antes de recalar en México en 1937.

El día del atentado en Coyoacán, Mercader, que había adoptado una identidad falsa, llegó al despacho de Trotski con un escrito que ya le había mostrado unos días antes para que revisara la nueva versión.

«Mientras Trotski revisaba, otra vez, el artículo, Mercader empuñó un piolet recortado que llevaba escondido en la gabardina y, con un golpe seco, lo hendía en el cráneo del revolucionario», escribió el historiador español Eduard Puigventós, autor de la biografía «Ramón Mercader, el hombre del piolet», publicada en junio.

Puigventós afirma que Mercader no era el elegido para matar a Trotski, sino que se ofreció «como contribución a la causa y a la revolución mundial» después de un intento fallido encabezado por el pintor mexicano David Alfaro Siqueiros tres meses antes.

Incluso, malherido, Trotski se resistió. Se armó un revuelo que llamó la atención a sus custodios y Mercader fue detenido, pero el revolucionario ruso murió al día siguiente en el hospital.

Su asesino fue condenado a 20 años de cárcel. Después de cumplir la condena en 1960, fue condecorado en Moscú como Héroe de la Unión Soviética y se estableció en La Habana, donde murió de cáncer en 1978.

La mansión que Trotski ocupó en Turquía durante cuatro años al inicio de su exilio en la isla de Büyükada, frente a Estambul, ahora está en venta, ya en ruinas, por 4,4 millones de dólares.

Y en Ciudad de México turistas y estudiosos llegan a su casa de Coyoacán a visitar el museo y el monumento donde descansan sus cenizas en el jardín a los pies de la hoz y el martillo.

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