Por Camilo Villatoro
¿Tienen una táblet? ¿No? Pues yo sí. La narcocultura dominante hace creer a muchos que tener una iPad Air, un pick-up del año o un AK-47 bañado en oro, aumenta considerablemente la efectividad de la “casaca” con “los cubiletes”. Y es verdad, dependiendo de las aspiraciones de la chica en cuestión, o del tipo de fusil empleado para enamorarla.
He meditado comprar un fusil portentoso, pero las mujeres parecen tener el súper poder de detectar cierto complejo viril en la necesidad masculina de portar armas largas de grueso calibre. Por tanto conviene no dar demasiadas pistas al respecto.
Si son un poquito perspicaces, ya se habrán dado cuenta que ni soy protonarco ni intento presumir posesiones banales, lo cual es simplemente ridículo y no se hace; de no ser uno el imbécil de su familia. Pretendo algo distinto, aunque en esta ocasión escribo casi contra mi voluntad…
…Hace no sé cuántas noches me despertó una voz tipo Morgan Freeman para anticiparme el fin de los tiempos y encomendarme la tarea de advertir al mundo el HORROR de los dispositivos móviles. Como no soy diputado la ignoré en el instante, pero La Voz siguió insistiendo las noches siguientes y parece no cansarse hasta verme mover un dedo por su causa.
El alegato de La Voz no es ecológico, pero imposible negar que la minería a cielo abierto destruye ecosistemas enteros, y peor, en forma de transnacionales que expolian la miserable periferia dejando el 2% de regalías en los países donde incursiona, con la venia bendita de señores feudales anacrónicos, celosos cuidadores de sus dominios tercermundistas.
Tampoco interesa que conozcan la verdad develada de Marx: el secreto de la mercancía. Siguiendo las enseñanzas del simpático cabezón de Tréveris: las tabletas son ensambladas por pequeñas manos asiáticas en condiciones de explotación infrahumana, y sólo para que los juniors de todas las latitudes puedan jugar cómodamente Candy Crush, o para que Gloria Álvarez y demás estrellas adolescentes del neoliberalismo resuman en 140 caracteres su populismo de derecha. O para que Cienfuegos escriba su segmento Literatura en la periferia, y viceversa.
Una táblet es un dispositivo multifuncional en extremo portátil y ligero, de uso práctico en ambientes antes insospechados, entre estos: el cuarto de baño. ¡He ahí el HORROR! Uno puede estar leyendo un fatídico post en facebook y no saber si las lágrimas repentinas se deben a nuestra natural empatía por la tragedia humana o a una dolorosa evacuación producto de la falta de fibra en la dieta.
¿Cuántas veces habremos sostenido conversaciones románticas en circunstancias más bien escatológicas? La tecnología portátil se esmera en destruirnos los momentos cursis.
Por supuesto, esa sensación de conectividad perenne podría parecernos a los monos con tecnología una condición indispensable de la era digital; pero como con cualquier dependencia, conviene darnos cuenta a tiempo de nuestra adicción.
Quizás, si no el imbécil, sí el idiota de mi familia; pero no se piensen infalibles. El día menos pensado hallarán encrucijada parecida…
Cierto día revisaba facebook como de costumbre, en eso uno de mis amigos imaginarios compartió un afiche con la imagen de una mujer voluptuosa con los brazos cruzados en tono de ego elevado, una sonrisa más falsa que la carnicería del campo pagado de Juan Gutiérrez, y el pelo teñido de un tono entre rubio y castaño. Al lado de la mujer, un mensaje en letras rosadas rezaba:
Mereces a alguien que te considere irremplazable, alguien incapaz de vivir sin ti. Que nunca te traten como platillo de segunda mesa, ¡ te toca ser banquete completo!
La publicación de origen llevaba siete mil y la madre de megustas. Otro montón de corderos inocentes la había compartido, como antes mi amiguito imaginario. No pude resistir:
Mereces a alguien que te compare con su comida favorita. Alguien incapaz de darse cuenta cuán prescindible eres. Alguien que no hubiese probado buffet en su vida.
No obtuve contestación. Mi amigo hizo lo que debe hacerse siempre en las redes sociales: ignorar. Cosa imposible para nosotros los adictos con tabletas.
Empiezo a creer que mi visitadora nocturna no es sino la voz de mi consciencia. Eso espero, pues no tengo magistrados que me amparen, y los baños de sol en el Federico Mora no se miran muy rebonitos que digamos.
Sin embargo sigo pensando que la conectividad perenne a la cual nos exponen los dispositivos móviles puede ser perjudicial para la salud, sobre todo mental. Además el abuso de estos dispositivos provoca síndrome del túnel carpiano y mutaciones celulares cancerosas.
No me queda sino pedir que Morgan Freeman siga derramando bendiciones sobre ustedes, amantes lectores, y esperar sentado el glorioso día en el cual inviertan menos en el vicio tecnológico de sus malacostumbrados hijos, y más en libros, paseos silvestres y recreación al aire libre. Permítanles conocer la vida más allá del ciberespacio, así sea con el riesgo siempre presente de ser confundidos con mareros por los especímenes militares que abundan en las neodictaduras democráticas. Recuerden: el amor, y no la tortura, es la respuesta.