Por Juan Calles

Amo la poesía, la amo desde que a través de ella pude ver la realidad con gafas invisibles que me permitían entender los milagros cotidianos, encontrar belleza en las rutinas y en las palabras. Amo la poesía como respiro, como salida abrupta a ese laberinto que ostenta un cartelito en la entrada que grita: ¡Vida!

Ese amor me permite acercarme a los nuevos libros de poesía con mucha cautela y desprovisto de prejuicios y categorías; lozano, ansioso; como estrenando amante en un motel escondido, pero orgulloso. Así me encontré con el libro de José Roberto Leonardo, un libro breve pero atiborrado de una poesía a veces contundente, a veces llorona e ingenua. Me encontré con un poeta que se habla así mismo, se reclama, se autoretrata y se autoconfirma; no puede o no quiere huir del ego, del espejo frente al que se señala y se etiqueta como poeta, bien merecido por cierto, un escritor bohemio en medio del tercer mundo.

“Me invade una soledad proscrita trasnochada de monitor encedido que ilumina leve el cuarto pero aquí no habita nadie sino un televisor apagado nadie sino la ausencia estéril de hablar conmigo…”

El libro está dividido en tres partes; en la primera trata de dar razón al título “Lázaro me dicen” sin lograrlo, el inicio es tímido, más bien una justificación. Durante la segunda parte empezamos a descubrir ese poeta desbocado que algún día será. “Ciudad y tiempo que no cesa” titula la segunda sección, aquí hay oficio de poeta, observa, escucha, escribe, la poesía en acción; la poesía y José Roberto solos frente al espejo se ven, se seducen y hacen poesía, es una ciudad desierta en la que sólo existen el autor y sus letras que se le desaparecen, se le escabullen.

“Y todo yace lejos, allá
todo se desvanece borroso
como cuando en las películas
se transmutan al pasado
así yo
mi inquilino
camino desorientado
colmado de neblina tropiezo torpemente
con ese otro de mí
que ya escapa…”

Antes de finalizar esta segunda parte encontramos un poema, que a mi juicio, es tan rotundo que debería titular este trabajo de Leonardo, “Diálogo confesional y voz en off” aquí encontramos una poética que define al autor y al libro, reta al lector a realizar un ejercicio de lectura e imaginación sensual y transparente. Hay en este texto rabia y reconciliación, un aventón a la psique del poeta. El título “Lázaro me dicen” puede encontrar en este poema las razones de su vuelta a la vida.

Hay varios temas recurrentes en esta segunda parte, la nada, la muerte y el paraíso pueden ser una y la misma cosa, el enfrentamiento del autor con las palabras y una nostalgia que es un no-recuerdo; no es la nostalgia dulce y reconfortante de los días idos, sino dolorosas formas de regresar a lo que fue, un niño poeta al que apedrean antes de entender.

“Y es así como apareces en el tiempo
En el polvo del tiempo
Viajero indomable, pulmón de luz
Lámpara que acompaña miedos
Vertiente de iras y regaños hoscos
padre único/piedra adusta mía
Hablemos sobre la yerba del reposo
Con tu torpe amor que ya he heredado”

La tercera parte del libro es un pantallazo de luz blanca, “El fuego de mi bestia” titula; sonidos que son llantos, ideas y escrituras que son abandono de sí mismo. Esta tercera parte está llena de olvido postergado, vida postergada, existencia sostenida en y por la poesía. Sin embargo, en algunos textos se notan repeticiones e insistencias, muchas lecturas inacabadas o tomadas literales, no digeridas. No obstante, es la sección del libro más visceral y realista en donde destaca la vida hecha poesía.

El autor se toma el tiempo para escribir sobre el oficio y nos dice que “La página en blanco es un cielo mudo” no hay palabras sino niebla, murallas y muerte; la poesía aquí no es su combustible, más bien se convierte en ancla irreconocible, pero al mismo tiempo lo obliga a buscar palabras “que son larvas enfangadas y brillantes”.

La editorial cultura ha parido este libro de Leonardo, con una diagramación simple y ordenada, a pesar que la estructura de los textos proponen más bien “des-orden” de ideas y temas, no se contradicen pero es evidente la discordancia entre la idea del autor y la propuesta de diagramación. Uno o dos títulos con errores mostrando descuido y ligereza, a pesar de Editorial Cultura, ésta es una buena y fresca apuesta por la poesía de nuevo cuño.

En este libro encontramos a un autor dual; dos poetas pugilistas en un solo cuerpo que se debate entre el que le enseñaron a ser y el que pugna por salir al ring hacer estallar el mundo en palabras.

Artículo anteriorSaludos cachazeros*
Artículo siguienteWingston González: literatura desde la retaguardia