Por Gustavo Maldonado

Cada niño trae un supermercado bajo el brazo/ cerrado/ no puede tomar nada/ es para que vea/ para irlo domesticando.

La idea de dios se nos vende deshidratada/ para cocinarse en microondas/ mientras nuestro miedo inmaterializa en el éter del cielo/ un dios inmaterial e inmaterializante…

Países en vías de desarrollo/ les llaman a los nuestros/ porque cada vez más
las salas de teatro y los cines/ se convierten en templos y en ventas de electrodomésticos/ desechables para comprarlos en cómodas cuotas precio de contado/ dividir la vida en pagos y vivir, si así se le puede llamar a esto/ a plazos…

Vivir con la vida y la bolsa y el alma empeñadas por un televisor/ que pondremos en el altar/ para dosificarnos la mierda necesaria/ y ser cada día más idiotas…
chatarra tecnológica que pasará a desuso/ diez cuotas antes de terminarlo de pagar.

Así nomás, tragados por escaleras eléctricas/ por bandas sin fin/ que nos llevan en estado de trance/ hacia la boca del supermercado que cada niño trae bajo el brazo al nacer…para que consumamos la idea de dios en bellas sopas instantáneas
para microondas/ y quedarnos, como los imbéciles cualquiera/ que no pudimos siquiera escoger ser.

Así/ creemos encontrar el amor verdadero en los ojos de asexuales modelos del anuncio de cerveza/ o en las curvas de cualquier chica o chico/ de los miles de productos que se mercadean con culos y tetas.

Y salir de ahí con esa extraña melancolía comercial/ con la esperanza de trabajar duro y obedecer al amo como perros con hambre/ esperando que llegue la quincena o el fin de mes.

Entonces y sólo entonces, ahora sí/ poder, después de una fila infinita para cobrar el cheque/ entregar el completo salario de miseria a la cajera del supermercado que traías bajo el brazo cuando naciste/ que correrá tras el corte de caja a entregárselo a otro que lo entrega al banco… De cuya cuenta monetaria al cambio de dólar o euro la mano final sacará lo que quiera mientras se rasca las pelotas y ordena para fin de año/ el despido de la mitad del personal…

Se les informa que esta supertienda ha cerrado sus puertas/ mismas que estarán abiertas mañana a partir de las ocho/ para que compre usted lo que quiera
o simplemente se dé una vuelta/ para saludar a la chica/chico del póster de cerveza
o de cualquiera de los miles de productos que buscan engancharnos con lindas figuras humanas que sexy sonríen siempre/ mientras usted se va sufriendo de indiferencia/
Imaginando esas figuras a su lado/ en una bella playa como la de la foto/ con una cerveza eternamente helada en la mano

*Este poema fue publicado originalmente en el 2005 en algún suplemento cultural que el autor no recuerda o no quiere recordar.

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