Por Camilo Villatoro
Ya tendría que haber escrito mi artículo semanal. Es lunes, el suplemento sale los viernes; pero dejo todo a última hora… aún hay tiempo de sobra. En circunstancias ordinarias este oficio apuesta por la inmediatez del día anterior y no por ello se escribe mal, aunque hay lectores que notan lo apurado, etcétera. El editor ha sugerido que escriba sobre el ecocidio en el río La Pasión porque nunca está demás que se toquen temas de actualidad, blablablá, blablablá. Si quiero me salto la sugerencia y escribo sobre el exterminio de gallinas a consecuencia de la introducción de mascotas depredadoras en los parajes inocentes del altiplano occidental; crimen aislado pero abominable por donde se vea. Es bonito escribir para suplementos culturales, porque aquí censuras las justas.
Pero empiezo a escribir y de inmediato me viene un sueño pesado, luego fiebre, dolor de cabeza, escalofríos… síntomas previos a la muerte. Nunca voy al doctor, pues los exámenes médicos producen cáncer y todo tipo de enfermedades mortales (de toda la vida). Es igual, una muerte inexorable acecha mis órganos, glándulas y linfa; mi ecosistema microbiano andará contento. Esta es la parte donde los cristianos se arrepienten de sus fechorías. Me dan ganas de creer en Dios, pero ya es tarde, he sido pervertido por el acervo científico de la humanidad.
Oh, Providencia, ¿por qué envías a tu ángel exterminador en forma de mutaciones celulares y pesticidas? Está bien que te ensañes con tus creaciones antropomórficas (hecho a tu imagen y semejanza pareceré cuando menos repugnante), pero los peces en el río beben y beben Malation con una inocencia nunca vista en otros animales. Mientras tanto tus ángeles reforestan Petén con palma africana, cultivo ecológico del que sólo pueden devenir productos indispensables para la economía familiar como el Aceite Olmeca.
Pero no, la Providencia es menos providencial de lo que uno espera. A lo sumo existe en el imaginario primitivo de una sociedad incapaz de resolver sus problemas de forma realista. Confiamos que Dios nos salve el pellejo mientras la realidad nos supera fatalmente. Estas noticias catastróficas deberían de servir por lo menos para exigir al Estado una rendición de cuentas con los responsables. Debieran servir siquiera para advertir que el asesinato silencioso de los agroquímicos ecocidas llega a nuestras casas en forma de productos cancerígenos.
Tal vez importe poco el ecocidio en tierras guatemaltecas. En su momento se negó el genocidio; otra expresión biológica no hará la diferencia. El sector empresarial en Guatemala suele demostrar su grado de compromiso con el medio ambiente y con la gente que lo habita; el caso de La Pasión pasará a la historia como un ejemplo más. Luego vendrá alguna fundación de esas en pro de la dignidad cívica para advertirnos de la repercusión desfavorable de estas noticias, dirá que no hubo ecocidio alguno y que mejor si dejamos de propalar esa patraña para que la gente en el extranjero no piense en los guatemaltecos como ecocidas natos… Esto podría cerrarnos las puertas de la inversión transnacional en los megaproyectos que tanto necesita el país… Es decir, una calamidad peor que la muerte de cualquier ecosistema.
En fin, me pongo a buscar noticias sobre el ecocidio en el río La Pasión. Al final me parece que es un tema importante. El asesinato de gallinas en el altiplano puede esperar, siempre que mi enfermedad no agrave. Ojalá no sea cáncer… No tengo IGSS, y aunque lo tuviera… Ustedes saben cómo es eso de La Línea.