por René Franco

Sentado frente al televisor, es domingo y son las 11 de la mañana, su equipo favorito disputa un juego decisivo, del que depende su paso a la siguiente fase, el árbitro pita una falta que a su juicio no existe, al tiempo que se levanta de su sofá para gritarle al árbitro, frunce el ceño, está indignado, grita convencido que sus gritos atravesarían el televisor y llegarían directamente al oído del árbitro.

Algo no cuadra: La cámara –cual enfoque de película erótica- hace un enfoque al cuerpo del jugador del equipo contrario, quien se alista para cobrar la fata, a Gerardo no solo no le produce desagrado, sino, le resulta placentero, por alguna razón las piernas del jugador le parecen atractivas. No sabe qué hacer, casi instantáneamente le invade una erección, lo que a sus 16 años, le parece ‘normal’, desde la última visita al doctor. Una imperiosa necesidad por masturbarse, se apodera de él, entra en su habitación coge el rosario y reza pasmosamente, suda como si de su rezar, dependiera su vida. Se encomienda a Dios, le pide que le despoje de esos impulsos, sabe que son pecados, que de seguir así, le deparará el infierno…

Busca refugiarse en el Señor. Son las 12:00, y el ruido de la llave girando la vieja chapa de su casa, le anuncia que su madre ha llegado, debe prepararse es octubre y los turnos de la procesión de Jueves Santo están por agotarse, no cargar un Jueves Santo causaría el mismísimo linchamiento familiar, y no quiere tomar riesgos, sería romper con la tradición que desde muy niño le fue inculcado. Al llegar a su parroquia, el padre Francisco, le recuerda que tiene pendiente un café con él, asiente con una sonrisa, como queriendo dar un mensaje con ella, turnos en mano, regresa a su casa, es la una y cuarto y Vinicio –diácono del colegio católico en donde ha estudiado los últimos 5 años- ha quedado en pasar por él a las 13:30, el cuarto retiro espiritual le espera, hace poco más de un año manifestó su deseo de ‘servir al Señor’.15:00, el padre José Miguel le recibe en el centro de retiro, le pide que se aliste, estará ahí por una semana y un buen partido de futbol, le hará estar relajado para la semana que le espera. 22 vocaciones se encuentran en el campo de futbol,
Gerardo se siente nervioso, le da miedo ser la burla de los demás, entiende que su sobrepeso es un obstáculo para su desempeño en el balompié, repentinamente se percata que del lado contrario se encuentra Mario, de quien siempre se ha sentido intimidado, su mirada penetrante, le produce sonrojarse, Gerardo no puede evitarlo.

Es tiempo de salir del campo, a Gerardo le es imposible disimular su nerviosismo al entrar a las duchas, sus pulsaciones aumentan al darse cuenta de la presencia de Mario… Desnudo, Gerardo simplemente lo desea y Mario no puede disimular el placer que le resulta, sentirse deseado.

21:30, la cena ha terminado, en medio de chistes y camaradería, el padre José
Miguel ha ordenado cual militar en plena acción de guerra, ir a dormir, les espera una misa a las 6:00 y ha sentenciado a quienes lleguen tarde. Por azares del destino, a Gerardo le tocó compartir habitación con Mario, sin intercambiar una sola palabra, acomodan sus maletas, se disponen a dormir… Y apagan la luz, por la ventana se cuela la luz de la luna, que alumbra justamente en el rostro, a Mario, Gerardo le mira fijamente, Mario lo sabe, sus gargantas son incapaces de pronunciar una palabra, Gerardo salta de su cama, para acostarse junto a Mario.

Son las 23:08 y para entonces, Gerardo ha descubierto una cosa: El torso de Mario, en donde el negro de su abundante vello, se confunde con su piel morena, sus exhalaciones, su regazo, le resultan más refugio que el ‘Señor’ mismo.


Ciudadano centroamericano nacido en El Salvador, intento de poeta, intento de politólogo, salsero, socialista, sonriente, histriónico, pupusero, cafetero, sarcástico, escandaloso, chicloso y centroamericanista, las fronteras no deberían existir, como tampoco el dinero.

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