Por Camilo Villatoro
@cientounbongo

Música pop no es esa música melosa llena de estribillos que osan escuchar los púberes y los adultos que no lograron superar tal etapa de desarrollo mental. Pop no es sólo Paulina Rubio o Justin Bieber. Cuando su música aún no era clásica, Bach hizo pop —una suerte de reguetón complejísimo—. Metallica, Los Tigres del Norte, Madonna y Silvio Rodríguez, tienen en común ser fenómenos pop. De ellos, sólo Madonna se autodefine pop.
Este análisis parte de la invención gringa del concepto “pop” para designar lo popular. A la vez intentaré analizar la cultura desde la economía política.
Nunca falta el que se pregunta si los Beatles hicieron pop o rocanrol. Para mí no existe el género pop, sino más bien es un concepto general para designar a las mercancías musicales. Recién en sus primeros años, los Beatles —y sus productores— inventaron un paradigma de las bandas contemporáneas combinando el rocanrol derivado del blues, los estribillos de las baladas románticas, y una imagen estereotipada de rebeldes salvajes (pasó también con Elvis). Se volvieron un producto icónico, pues su imagen llegó a tener tanto o más valor que su música. Actualmente se compara al cuarteto de Liverpool con bandas plásticas destinadas a satisfacer gustos preadolescentes, porque siempre ha sido fácil para las industrias culturales moldear ideologías de consumo en los niños. Comparación sacrílega si se toma en cuenta lo inconmensurable del arte beatle.
Ya en las primeras décadas del siglo XX, los filósofos alemanes Adorno y Horkheimer habían hablado de las industrias culturales como creadoras de ideologías de consumo, además encargadas de llevar a cabo la esquematización de los productos culturales. Tales industrias no hacen sino convertir cualesquier manifestación artística, genuina o inauténtica, en productos comercializables —¿acaso música pop?— destinados a conglomerados sociales específicos. Como quien dice, al capitalista no le importa vender tasas con la efigie del Che Guevara. Mi concepción de lo pop implica entender los propósitos de la industria cultural, que bien puede crear productos estandarizados por la tendencia dominante de consumo, o aprovechar productos artísticos aceptados en conglomerados sociales específicos: la autóctona marimba no escapa al ojo de la precaria industria cultural guatemalteca.
Si el pop es popular, habría que especificar en cuanto qué ámbito. No siempre popular significa masivo o mayoritario. Una tendencia artística puede ser ampliamente popular en un rango minoritario, como lo “indie” (independiente) en ciertos círculos snobs. Si bien se entiende de ordinario el concepto mediático de lo pop como algo que trasciende un sinnúmero de fronteras de toda clase para su total masificación, es fácil notar que no hay un fenómeno tan abarcador que implique la plena totalidad: es mejor comerciar armas en el Medio Oriente que los últimos discos de Jennifer López. Es decir que la economía globalizada del sistema capitalista tiene diversos campos de acción, y también ciertas limitaciones socioculturales, aunque se entiende que las manifestaciones dominantes se imponen, no con poca estrategia, sobre las expresiones subalternas. En caso de resistencia cultural contra los emporios comunicacionales que imponen modas de consumo, la estrategia a seguir es más bien la absorción de las expresiones contraculturales, redirigidas como productos de consumo redituables.
Pop no es, entonces, un género musical, sino la música que ha sido integrada a una dinámica de consumo regida por productoras, medios publicitarios y empresas de eventos y espectáculos: siniestras industrias culturales. Como los artistas generalmente pretenden vivir de la música, y en términos subjetivos, lograr un estatus de legitimidad social —ser reconocidos como artistas bajo sus propios parámetros—, suelen buscar su propia explotación entregándose a tales empresas capitalistas, con suerte de carácter transnacional. Si son vendibles pueden volverse millonarios, siempre que dejen de lado la autenticidad de sus propias reglas artísticas. Si les va mal, se les asesina y arroja al estero del olvido.
No siempre, pero ocurren excepciones, artistas que logran negociar la autenticidad de su trabajo artístico con las industrias culturales que los mediatizan, casi siempre luego de llevar años de trayectoria en los medios recurrentes. También suelen crear sus propias productoras y por ende, minifeudos dentro de la industria cultural. Esta es una forma efectiva de seguir funcionando en el mercado y proveer productos “artísticos”.
También hay que decir que cuando un músico sólo es intérprete no se le puede considerar artista, por no “crear” sino “reproducir” lo creado: ej. aquellos músicos técnicamente buenos que son contratados para acompañar a estrellas sin talento. En esta constitución química del plástico también entran los creadores por encargo: compositores, a quienes los intérpretes pagan por hacer música y letras. Comoquiera, es una degeneración del arte. Un artista, en el sentido estricto, sería más bien aquel que compone arte bajo sus propios parámetros estéticos, en este caso piezas musicales y canciones.
La popularidad es fundamental para las expresiones artísticas. Siempre hay una intención oculta o explícita de llegar a un público, sea “masivo” y difuso, o “especial” e identificable. Parece obvio puesto que nadie que intente darse a conocer busca la autocomplacencia; por el contrario, socializa y comparte. Tengamos en cuenta que el arte audaz y atrevido puede resultar en primera instancia indigerible. Incluso hay artistas que no sin intención buscan el repudio “popular”. No es casualidad: la repulsa tiene un público repulsivo. Los artistas son asesinos seriales que regresan a la escena del crimen.
Pop, a fin de cuentas, es toda música que ha sido producida, estandarizada, mediatizada y distribuida por las industrias culturales, o captada y mediada por las mismas para insertarla en el mercado. Este proceso oferta y vende lo que tiene posibilidades de ser popular o ya es popular en ciertos ámbitos. En su defecto, de plano populariza lo impopular, a fuerza de efectivo tesón mediático. La tendencia más redituable del pop es la música artificial y enajenante con la que nos inunda el torrente diluviano publicitario, pero existen diversas tendencias minoritarias de consumo de productos culturales también populares a su manera. Mientras la música, el arte, sea una necesidad humana, el capitalista la venderá bajo la estrategia más conveniente, dejando de lado si es necesario, la dignidad y el decoro.

Camilo Villatoro (1991-…) es librepensador ocasional (piensa muy poco), de personalidad cínica llegando a cáustica. Esteta incorregible, historiador de cronopios y de famas, poeta frustrado, antipoeta y aspirante a actor porno guatemalteco. Sus amigos lo odian. Sufre constantes alucinaciones esquizoides pensando que alguien envenena su comida con cianuro.

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