POR PAOLINA ALBANI

¿Oyes los ecos de libertad, Diana?
“No es tan difícil, no es difícil, conocer el secreto del mundo. Tener esa llave, que no está oculta en los bosques de las gorgonas, o en los pináculos de Argel, está ahí, al frente, sacándote la lengua, diciéndote ¡oye, oye!…”
Babel se despertaba ayer
sobre mis pómulos de grana
y llanto de violonchelo,
cascada de nepente,
brazos de fragata y
hielo seco.

A las tres de la madrugada
hundía mi cabeza en una almohada
de duendes campaneros y
ahorcados, su yermo abrazo.

Lagrimeaba atravesando el terciopelo universal
y mi congoja se derramaba
como los ceniceros cuando fallecen
al sonar la una y cerrarse el bar.

Horrorizada el alba se negaba
a salir de su lecho de solsticios y
mirra.

Hoy se desordenaban mis greñas
con el clima bipolar,
calostro de clorofila y manantial
de muérdago.

Luna de marzo.
Bienvenido invierno,
te llevas el delantal de mi vieja
y me traes el whisky bermejo
de la caoba y el pino.

Un libro que suelta la magia
de un batallón de alter egos,
una fotografía del siglo pasado
donde un tipo teclea su
máquina de escribir,
sacándola de su cajón como
pirata que encuentra su tesoro,
pero que éste,
le palpita en el centro
de su espíritu y su cetro es el sol.

Tic, tac:
Gardel que desde la médula
de una vitrola dice “el día que me quieras”,

Tan, tan:
Una guitarra de palo me canta a capella:
¿Oyes los ecos de libertad, Diana?

Y yo que en un recital de sajinos
le digo “Vamos, te invito a un café”.
Libertad.
Alba
Llora sí, llora el alma.

Hombre, llevas muy poca fe en la espalda,
bebe, olvida y entonces, crucifícate.

Siéntate, sufre a la sombra y la luz del alba.
¡Duele tanto el camino que se ha decidido!
-Sí… somos hijos del tercer mundo-

Odio… más odio… allí búscame.
Porque si brillo es que me he oscurecido.
Quémame la planta de los pies y entonces, descúbreme.

Por cada letra que te escribo, un puñal se me clava,
entonces qué es el morir si no se vive primero.
Abramos el libro de la magia negra. Somos blancos.

Verás a la bruja arder entre su infierno,
crucigramas marcados y mordidas entre las palmas de las manos.

Si el diablo viene a buscarme, no le temo. Le venero.
Asómate y grítame, si te callas, cóseme la boca a mí.
Veo el hilo pendiendo de la viga de mi torcido futuro,
pero quién lo logra ver si nada está escrito.

En lo dicho, en lo que no se ha dicho,
en lo que no se habrá de saber nunca,
en la tormenta, en una sombra turbia.

Clávame un nombre en cada pierna,
busca mi útero y abórtame,
aspira mi alma en una fatalidad.

Que el combate mortal es el pan de cada día,
que el final nos gana el paso,
pero seamos astutos y démosle anagramas.

-Siéntate a descubrir enigmas. Mira el alba.

-Espérame-
La enfermedad del aire

_cul7_3bTreinta y nueve grados y medio,
el aire está enfermo,
hierven como huesos en azufre,
la reina sin cetro se rasca los sueños.

Gritos, silencio, paranoias,
fiebre y delirio,
el aire está enfermo,
crujen las puertas del infierno.

Transformación y asesinato,
el dolor tiene torcido el rostro,
elige una sola letra del alfabeto,
estréllala contra la pudrición del pensamiento.

Soy pobre, nada tengo,
estoy sorda, nada escucho,
soy atea, en nada creo,
existo y si hoy no he muerto…será masoquismo.

El aire está enfermo,
arrodillémonos y recemos,
-soy atea, en nada creo-
el jarabe de la discordia sabe bien en invierno.

Desnuda camino hacia el cementerio,
soñé con besarte y morderte dragón negro,
inacabado, inexpresivo, terco,
no hay adiós, cuando la tristeza es eterna.

Ábreme la espalda y saca el aire enfermo,
treinta y nueve grados y medio de locura,
a los cuarenta contaremos cuentos blancos,
más allá del mercurio dormiremos en la luna.

Agítame y despiértame, me buscan,
concéntrate, no me abandones, mejor vete,
arranca una hoja, escribe mil jeroglíficos,
la escritura de los ancianos es complejidad existencial.

El aire está enfermo,
ya no suspiremos,
contengamos oxígeno,
peinémonos con el viento.

Saca extensiones de mi estómago,
báñame en agua tibia de tu mal vivir,
dame en la boca el veneno de la niña con rostro de ángel,
robemos la espada al guerrero y degollémoslo.

Mucho falta por deshacer,
la frustración es el platillo principal,
rebanemos la carne del dios Hunhau
y tomemos el poder por siempre de Xibalbá.

«Hoy no he muerto, otro día más al coma»
La mujer que vuela

«Que la usual carcajada resuene en las paredes de mi pecho,
cuando mi poesía blasfeme al verme con alas puestas, sin aterrizaje dispuesto»

Cenizas de magnificencia infinita sobre los cielos turbios,
los pies doblados en sudor y sábanas que son tendidas al viento,
¿cómo podría yo vivir sin ella? Viuda de palabras y esposa de crueldades,
vid amarga que florece en los desiertos de la princesa jamás coronada.

Expresiones ausentes y a veces tan efímeras entre colosales miradas,
ser la duda permanente y persistente en la boca de todos,
dejar de existir entre la vida y mantenerse dialogando con la muerte,
la mujer que vuela… repta en tierra de sordos, ahogada en mares de escombros.

Existen alabanzas que no llegan a las manos de Dios
porque él no entiende ese idioma, porque las nubes son de piedra,
cuando las alas son ajenas y el llanto que emerge de las pupilas son circuitos,
sistemas… ¿qué sistemas infames amarran tu soberanía?

A cuántos llamados he de acudir en la búsqueda de lo etéreo,
aquello de lo que todos hablan, de lo que han escrito, de lo que han pintado,
quise alguna vez que mis ojos fueran acuarelas y las sumergieron en óxido,
dibujos mal hechos, paredes mal pintadas, todo mal…¿Qué tanto han destruido?

No deseo más ver a las postales de los continentes,
qué habrá de sabiduría en las palabras que traen savia y veneno,
fórmulas condensadas y juiciosamente ejecutadas,
por adoradores del diablo, por los monstruos de mi personalidad.

Hoy digo adiós, adiós a lo que me abrazaba insípidamente,
adiós a la vida que en sus curvas me brindaba solamente líneas rectas,
renuncio, por siempre a esa navaja que solía cantarme dulcemente,
adiós… digo… adiós… vuelo, viajo, camino, me hundo y navego.

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