POR JUAN B. JUÁREZ

Se trata, en todo caso, de riesgos calculados, porque Oscar Ramírez se expresa con fluidez tanto dentro del rigor que implica lo abstracto-geométrico como dentro de la aparente libertad y la espontaneidad del expresionismo abstracto. Es más, el salto que supone este cambio de estilo es, viéndolo bien, un cambio exigido por su propia evolución pues, de hecho, sus abstracciones geométricas apuntan más a la expresión lírica y al refinamiento poético que al diseño de formas relacionados con el espacio arquitectónico, y de ahí que su nueva abstracción surja como un abandono de la forma y una afirmación sobre la autonomía de lo poético.

En efecto, tal como hasta la fecha la ha manejado Oscar Ramírez, la abstracción no es simplemente un juego de armonías geométricas proyectado con rigor matemático sobre una superficie plana e inmaculada que alude metafóricamente a la mente y a la razón, sino que propiamente es un modo de apropiación, conocimiento y expresión de la realidad, es decir un lenguaje que posee su propia lógica poética para transformar las experiencias concretas en formas simbólicas, es decir comunicables y entendibles.

Con relación a esta orientación de lo abstracto, se puede decir que la nueva obra de Oscar Ramírez ya no surge de la contemplación y una estilización de la realidad sino de una inmersión en ella, de manera que, por ejemplo, su intensidad cromática no es una cualidad observada y abstraída de la realidad sino la expresión de una experiencia emotiva protagonizada por el propio artista y revivida por el espectador. Y en el sentido de que este tipo de abstracción resulta de una apertura de la interioridad del artista, la exposición de la obra también implica un riesgo.

Y ese protagonismo del artista que se expone en su obra exige, por otro lado, un público nuevo para el cual esa valentía de expresarse con libertad y espontaneidad de verdad signifique una opción ejemplar y liberadora. De allí que la búsqueda del artista no sea simplemente formal sino que incluya el tipo de audiencia que quiere para su obra. Se trata de otro público, más joven, menos estetizado a la manera culta, menos convencional que el que asiste generalmente a las galerías, con más urgencia de identificarse con los cambios y el vértigo de la vida urbana de la actualidad, un público como el que convoca el Centro Cultural Rock¨ol Vuh, en la 6ª- Avenida 1-32, de la Zona 1, dentro de los límites del Centro Histórico de la ciudad de Guatemala.

Y he aquí su principal logro esencial del que se derivan todos sus cuadros.

La transformación y la transfiguración poética de la realidad que Oscar Ramírez ejecuta por medio de su lenguaje abstracto tiene como punto de partida la contemplación absorta de la naturaleza, de la que “abstrae” formas, colores, movimientos, intensidades, ritmos y armonías esenciales, que trasladadas al cuadro, le dan intensa vida fulgurante a las líneas, círculos, ondulaciones, transparencias y a todas sutilezas técnicas y formales que le sirven al artista para plasmar su experiencia contemplativa. Como se ve, su lenguaje abstracto no es gratuito y arbitrario; al contrario, es rigurosamente consecuente con la naturaleza contemplativa de su experiencia vital y la intención expresiva y comunicativa de su obra.

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