Mario Alfredo Ubico Calderón
Universidad de San Carlos de Guatemala

En la tercera década del siglo XIX visitó Guatemala  el viajero John L. Stephens, en esos años los conservadores  dominaban la política nacional, y describió con detalle la procesión de N. S. de Concepción del año 1839, en aquel entonces la celebración era todo un acontecimiento en la Nueva Guatemala.  Años más tarde, en 1896 ahora en un contexto político de dominación liberal don Ramón Salazar  efectúa nueva descripción de la misma procesión,  aunque  su narración ofrece  menos detalles que la de Stephens, sin duda es un valioso testimonio de esa actividad y sus cambios.

Ahora dejaremos espacio para el relato del mencionado Stephens tomado de su obra “Incidentes de Viaje por Centroamérica, Chiapas y Yucatán” publicado en 1843  quien expresa:

La procesión para la cual se hicieron estos hermosos preparativos venía encabezada por un solo indio, viejo, arrugado, sucio y andrajoso, con la cabeza cubierta y bamboleándose bajo el peso de un enorme tamborón, que llevaba sobre sus espaldas, y que parecía tan antiguo como la conquista, con todos los cordeles y un lado del fondo roto; le seguía otro indio tan harapiento como el primero, que con una pesada baqueta tocaba de cuando en cuando el viejo tamborón. En seguida venía otro indio con un enorme pito, que correspondía por su aspecto venerable con el tambor, y con el cual, de tiempo en tiempo lanzaba un sonido violento y en seguida miraba en derredor con un aire de cómica satisfacción esperando el aplauso. Inmediatamente seguía un pequeño muchacho de diez años de edad, con sombrero de tres picos, botas arriba de las rodillas, una espada desenvainada, y la máscara de un horrible africano. Dirigía a unos veinte o treinta individuos no sin razón llamados los diablos, todos ellos con grotescas y repugnantes máscaras, y con andrajos y fantásticos vestidos, algunos con pitos de caña y otros chocando palillos entre sí; y los principales actores eran dos pseudo-mujeres, con sombreros europeos de anchas alas, batas de cuello alto, cinturas en el pecho, grandes botas y cada quien con una vieja guitarra, danzando y bailando un fandango de vez en cuando. Cómo podía ser que estos diablos que, por supuesto, excitaban la risa de la multitud, vinieran a formar parte de una procesión religiosa, no sabré decir. Los muchachos les seguían así como entre nosotros a los militares el 4 de julio, y en efecto, para los muchachos de Guatemala no puede haber buena procesión sin buenos diablos.  En seguida y en admirable contraste, venían cuatro hermosos muchachos, de seis a ocho años de edad, vestidos con túnicas blancas, panalettes y velos de gasa blanca sobre guirnaldas de rosas, perfectos emblemas de pureza; después cuatro sacerdotes jóvenes, llevando candeleros dorados con cirios encendidos; y a continuación, cuatro indios, cargando sobre sus hombros la imagen de un ángel más grande que lo natural, con las alas extendidas hechas de gasa, infladas en forma de nubes, y pretendiendo aparecer como flotando en el aire, pero trajeado más a la moda de este mundo, con la túnica algo corta, y las ataderas a las medias de listón rosado. Luego, conducida en hombros de los indios como la anterior, más grande que lo natural, la imagen de Judith con la espada desnuda en una mano y en la otra la sangrienta cabeza de Holofernes. Después otro ángel, con una nube de seda arriba de la cabeza; y en seguida el gran objeto de veneración, la Virgen de La Concepción, sobre unas pequeñas andas, ricamente decoradas con oro y plata y flores en profusión, protegida por un hermoso palio de seda, sostenido en alto con cuatro doradas pértigas. Seguían los sacerdotes con sus más ricas vestiduras, uno de ellos bajo un palio de seda, llevando en alto la hostia, ante cuyo imaginario esplendor todos se arrodillaban. Todo el conjunto terminaba con un grupo de diablos mucho peor que el que encabezaba la procesión, compuesto como de quinientos soldados de Carrera…

Don Ramón Salazar en su obra “Tiempo viejo” publicada en 1896  hace  también una descripción de la procesión de N.S. de Concepción en la Nueva Guatemala de la Asunción,  cuando dominación liberal se hallaba consolidada, Don Ramón  cuenta:

El 8 de diciembre era día clásico en Guatemala en otro tiempo. Los jóvenes de la actual generación no podrían formarse juicio de él, por las fiestas que aún se celebran y que no son sino triste y pálido recuerdo de las de antaño.

El gran acontecimiento del día era la procesión triunfal de la imagen de la Virgen por las calles principales de la ciudad. Comenzaba la apoteosis á las cuatro de la tarde en las puertas del grandioso templo de franciscanos; pasaba la imagen rodeada de inmenso concurso, bajo el azul del cielo, entre cánticos de alegría y sobre alfombras de flores por la Calle Real y de allí se dirigía al templo de Santa Teresa. ¡Oh pueblo! Nunca te vi más artista, en medio de aquel fanatismo ciego que abrumaba tu conciencia y obscurecía tu razón! Festejabas la belleza, la virtud, la maternidad de la más admirable de las criaturas. Y llegaban las siete de la noche, hora en que el sol había apagado sus luminarias, y el crepúsculo escondido el cambiante de sus celajes. Y la calle de »Chispas» se transformaba en vía ardiente de luz.

Un tamborón inarmónico, tocado por un indio, abría el cortejo; siguiéndolo y formando una algazara indescriptible, marchaban, saltaban, gritaban, silbaban, arrojaban cohetillos chinos, multitud de pilluelos; más atrás efigies de ángeles conducidas en andas, y rodeadas de farolillos, la de Scoto y los demás defensores del dogma, y por último en elevado trono entre músicas y cantares, luz y alegrías, la imagen de la Virgen.

Cuando se comparan los dos relatos de la procesión hay  coincidencias y diferencias, veamos:

 

Como se puede observar, los cambios habidos mantienen por ejemplo el tambor y pito, aunque este último no lo menciona don Ramón Salazar este resabio prehispánico es persistente no solo en los rezados o procesiones como la presente sino en otras como el Corpus Christi y en Semana Santa aunque en esta última festividad cambia la expresión musical. Desaparecen para fines del s. XIX los “diablos” pero estos continúan en Ciudad Vieja  en la celebración de la patrona del pueblo que es justamente N.S. de Concepción en el rezado del 8 de diciembre de cada año en aquella población cercana a la Antigua Guatemala Están ausentes  los sacerdotes portando candelabros que viera Stephens, o al menos no son mencionados por el citado Salazar. Continúan las andas acompañantes con ángeles, añadiendo  para fines del siglo XIX  las imágenes de defensores del dogma como el religioso medieval Juan Duns Escoto en lugar de personajes del Viejo Testamento como Judith. Prosigue las andas de la imagen de N. S. de Concepción  que es el centro de toda la atención  y se le añade a fines del s. XIX la expresión “entre músicas y cantares” algo no mencionado por Stephens y que aludiría al acompañamiento de una banda de música.

Como era de esperarse, para fines del siglo XIX  los soldados del gobierno conservador desaparecen en la procesión. Es interesante resaltar como la procesión de reconvierte y es persistente porque tiene raigambre popular, de tal manera que aunque muchos de los participantes  eran liberales políticamente hablando, seguían esta y otras actividades religiosas como parte importante de sus vidas.

 

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