Juan Alberto Sandoval
Escuela de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala

 De los recuerdos y vivencias más gratos que conservamos en nuestras vidas, la experiencia en torno a la conmemoración del nacimiento de Jesús, por sus fórmulas rituales, cantos solemnes, tierna música y rezos ancestrales realizados al interior del seno familiar, las texturas percibidas, sabores y olores únicos, nos traslada irremediablemente a los primeros años de nuestra infancia.     Todas las acciones encaminadas a celebrar esta fiesta de carácter universal están insertas en un calendario propio que hemos creado los guatemaltecos, construido al mismo ritmo del avance del devenir histórico y que por su complejidad y profunda vigencia, ha conformado nuestra identidad a pesar de la intensa lucha que la tradición local sostiene en contra de múltiples elementos e influencias alienantes que intentan incidir en ella, como consecuencia de la fase  de la actual expansión capitalista  en el mundo.

Las tradiciones navideñas guatemaltecas, matizadas de forma exquisita por los grupos mayoritarios como resultado de una reinterpretación de la cultura de las clases hegemónicas, dominantes, han sido enriquecidas localmente con los  aportes y creatividad del ingenio popular constituyéndose para nosotros en una riqueza patrimonial, que en lo particular, a encontrado  un espacio para su resguardo entre los grupos subalternos cuyo valor cultural y social es consecuencia del desarrollo histórico que nos ha determinado y que nos permite desvincularnos aunque sea por un breve instante de nuestra actual realidad  histórica y social.

Al aproximarnos desde esta perspectiva a nuestra historia encontramos en ella las celebraciones de las festividades populares de la natividad de Jesús como resultado de una síntesis dialéctica entre los aportes de las distintas culturas que han cohabitado en nuestro suelo y que las han enriquecido.    El sincretismo religioso y cultural que se produce de ese maravilloso intercambio lo encontramos en los rituales propios de la temporada, en los que se funden conceptos cosmogónicos de los pueblos originarios contenidos en la rebosante manzanilla, la real presencia de la hoja de pacaya, las acículas de plantas coníferas, el tamal y el caliente de frutas, la quiebra de cerámica y el culto a los dioses que surgen de los espíritus de la naturaleza que la motivan, con el pensamiento medieval religioso del mundo cristiano europeo, que traslada al continente americano la estructura filosófica que lo sostiene, con sus rezos, oraciones, jaculatorias, letanías, exclamaciones y antífonas expresados en la rigurosidad de la teatralidad  solemne de sus autos sacramentales,  propios, cuyos ejercicios  piadosos tienen la finalidad de preparar espiritualmente a los fieles creyentes en una especie de cuaresma penitencial durante las cuatro semanas del adviento previas a la quinta semana o semana mayor en la que se verifica cada 25 de diciembre, la festividad de la navidad,  para impetrar a Dios, por esos medios, las bendiciones y ofrecer una acción de gracias, propiciatoria en la fecha culminante, por la conmemoración del misterio que se celebra: El nacimiento de Jesús.    En este orden de ideas son muy importantes los rezos de los novenarios, que se llevan a cabo como parte del aspecto preparatorio, en el plano espiritual, nueve días antes.    Su contenido, surgido de la oralidad, constituye un verdadero legado literario cargado de erudición que se forma en la misma concavidad de la piedad del pueblo, lo que garantiza su trascendencia y fidelidad de su fórmula, el cual se ha guardado en elaborados impresos conformados en pequeñas libretas de bolsillo que contiene todas las indicaciones para las rezadoras, con sus normas pre escritas para la realización del ceremonial, así como el orden, la forma y las principales  oraciones y cantos con música que deben acompañarla, ornadas con ilustraciones hechas a mano, con viñetas o viejos grabados que la enriquecen para distinguir ante el lector,  su título y dedicación.  Como antes se indicó, pero en otras palabras, las “Novenas” forman parte de los ritos europeos traídos al continente por los primeros evangelizadores durante el período de dominación hispánica en América, constituyéndose en ejercicios piadosos dilatados durante nueve días consecutivos, de allí su nombre. Cuando la ocasión es gozosa, el noveno y último día es de alegría, convivencia y socialización; diversión y compartimiento de comidas y bebidas entre músicas festivas que son rituales por la forma de preparación y forma de servirla, como agradecimiento; cíclicas por ser propias de una temporalidad determinada en el calendario que las condiciona y simbólicas por ser presentadas como ofrenda.    Un elemento fundamental lo constituyen las “rezadoras” que presiden la actividad dirigiendo el rezo del rosario y leyendo el contenido de la novena, o recitándolo de memoria, ataviadas con su mejor rebozo para el último día,  llevando una ofrenda al Santo al que se reza.    Ellas,  poseedoras de valiosos ejemplares de novenas antiguas, siempre llevarán la primera voz dirigiendo el recital  cediendo por pausas la iniciativa al organista que en algunos casos ameniza el rezo, para que se convoque a los fieles, generalmente los vecinos y conocidos del dueño de la casa, por medio del canto de entrada, siendo por la temporalidad que nos ocupa un alegre y sabroso “sonecito de pascua” que convida a congregarse junto al altar de la bienaventurada Virgen Maria en la circunstancia de La Augusta Maternidad Divina y Expectación de su Glorioso Parto, en su festividad de la “O”, a partir del 18 de diciembre para finalizar  el 25 de diciembre.  Se constituye de esta forma en una “octava” en la “nochebuena”, víspera de la navidad, para preparar a los fieles al nacimiento del Salvador por medio de la devoción particular al parto de su Santa Madre.   Aunque la encarnación del verbo es una festividad que debiera celebrase el 25 de marzo, al día siguiente de la fiesta de la anunciación, cambia de fecha  a diciembre por la observación del pesar y recogimiento propio de la cuaresma en preparación de la pascua del señor, decidiendo nuestros padres en la fe, celebrarla  en tiempo de adviento como conclusión del décimo Concilio  de Toledo en el año 656,  en preparación de la encarnación del hijo de Dios  y la divina maternidad de la Santísima Virgen Maria, correspondiéndole a San Ildefonso de Toledo confirmar la fiesta con el nombre de “Expectación del parto de la virgen Santísima”, fiesta  originada en España  dedicada a Ntra. Sra. de la Esperanza, difundida a Francia y luego declarada como fiesta de carácter universal, por el Papa Gregorio XIII, siendo durante ocho días previos al nacimiento de Cristo la tradición devota de las mujeres embarazadas a punto de parto con el nombre de Fiesta de la “O”,  por los grandes deseos que manifiesta la Iglesia durante estos ocho días  de ver nacer  al Salvador del mundo  por medio de ardientes votos  que se hacen y explican contenidas en antífonas que inician con esa exclamación:  “O Sapientia, veni, O Adonai, veni, O Radix Jesee,  veni, O Clavis David, Veni, O Oriens, veni, O Rex Gentium, veni, O Emanuel”, siendo estas las “Oes”, ardientes súplicas sacadas todas de las Sagradas Escrituras.    La expectación del parto  es una rememoración festiva, en situación similar al momento de la concepción virginal, que se celebra con gozo representada iconográficamente en la escultura  de la inmaculada concepción, inspirada en la obra de Bartolomé Murillo,  atribuida al taller de Buenaventura Ramírez, que se venera en a la catedral metropolitana de Guatemala, encinta como está,  presenta el momento exacto de la encarnación de Jesús en su vientre por obra del Espíritu Santo que porta en sus manos,  en forma de paloma de plata con la argolla en el pico, refiriéndola como la Esposa del  Espíritu Santo.   Otra de las representaciones de la virgen encinta es la inmaculada concepción en su advocación de Santa Maria de Guadalupe, curiosamente celebrada el 12 de diciembre.    Las preces y oraciones creadas en Guatemala dedicadas a este misterio mariano y cristológico, que se celebra cada 18 de diciembre día de la guardia exultante del parto de la virgen María con el nombre de “La Expectación”, se conservan en el Museo del Libro Antiguo de La Antigua Guatemala, Sacatepéquez, contenidas en un ejemplar del novenario con el título  “Ansias del Mundo, por la venida del Mesías, Novena para acompañar a Maria Santísima en el titulo de Los Remedios,  en la Expectación de su Glorioso Parto”.  Con la anotación: “Podrá también hacerse en los nueve días que preceden al nacimiento de Jesú-Christo nuestro bien y las mujeres embarazadas quando aguardan ya su parto, dispuesta por el Sr. Don Mariano García, canónigo de ésta Santa Iglesia, reimpresa en La Nueva Guatemala por Don Manuel de Arévalo. Año de 1819”.     En el libro “Algunas esculturas de la virgen Maria en el arte guatemalteco” obra del historiador Dr. Miguel Álvarez Arévalo, la imagen titular de la Parroquia Rectoral de Los Remedios, figura como “La conquistadora de Los Remedios” imagen doméstica de 1 vara española, tallada en madera de cedro, de autor anónimo, Imagen descendente en postura de pie, apoyada sobre peana de “nave nubes” de plata burilada, chispa y corona en plata dorada con un resplandor en forma de mandorla con un niño Dios  al centro, tallado en marfil, que se coloca a la atura del vientre de la imagen rodeándola la virgen con sus manos abiertas en la prominencia de su vientre de mujer encinta.     Para finalizar la descripción etnográfica  de la celebración de adviento en la expectación del parto de Maria, podemos afirmar con propiedad que ésta se enriquece con la expresión oral, literaria  y musical creada específicamente para el culto mariano contenido en novenas que se conservan como verdaderos tesoros, cuyo contenido es  recitado cada año en el mes de diciembre fiel al original más antiguo gracias a la reproducción mecánica de la palabra impresa desde la invención de la imprenta, siendo Guatemala el cuarto país del continente  en contar con una prodigiosa imprenta litográfica, para conservar de esa forma en blanco y negro,  el legado que perdura, procurando la comunicación generacional de nuestras tradiciones de adviento entre los guatemaltecos de  ayer y de hoy.

Carátula de novenario de la virgen de los remedios de Guatemala. Museo del libro Antiguo, La Antigua Guatemala, Sacatepéquez, Guatemala (1819)

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