Ética de la revolución
Herbert Marcuse (1898-1979) es uno de los más destacados representantes de la llamada “Escuela de Frankfurt”, la cual ha desarrollado una interpretación del marxismo en el contexto de las sociedades capitalistas, en contradicción más o menos explícita con las versiones “ortodoxas” del socialismo. En el siguiente texto, el autor expone algunas de las condiciones que, según él, ha de cumplir un movimiento revolucionario para ser positivo desde un punto de vista ético. (*)
* González Antonio. Introducción a la práctica de la filosofía. Texto de iniciación. UCA Editores. San Salvador, 2005. |
La ética de la revolución atestigua así la colisión y el conflicto entre dos derechos históricos: de un lado, el derecho de lo existente, la comunidad establecida de la que depende la vida y quizás la dicha de los individuos; de otro lado, el derecho de lo que puede ser y quizás debería ser porque puede hacer disminuir el dolor, la miseria y la injusticia, suponiendo que esto pueda ser considerado como una posibilidad real. Tal argumento tiene que apoyarse en criterios racionales; y podemos añadir ahora: éstos han de ser criterios históricos. Como tales, conducen a un “cálculo histórico”, es decir, a un cálculo de las posibilidades de una sociedad futura, frente a las posibilidades de la existente, respecto al progreso humano, es decir, que el progreso técnico y material pueda emplearse de tal modo que amplíe la libertad y la dicha individuales. Ahora bien, si tal cálculo histórico quiere tener una base racional ha de considerar los sacrificios que se exigen a las generaciones vivientes, en nombre de la sociedad establecida, todos aquellos sacrificios de ley y orden que cuesta la defensa de esta sociedad en paz y en guerras, en la lucha por la existencia individual y nacional. El cálculo habría de considerar, además, los recursos espirituales y materiales a disposición de la sociedad, como también el modo en que son realmente utilizados en relación con su capacidad de satisfacer necesidades vitales humanas y de apaciguar la lucha por la existencia. Por otro lado, el cálculo histórico habría de mostrar las posibilidades del movimiento revolucionario para mejorar las condiciones reinantes; o sea, mostrar que el fin revolucionario, o su programa, tiene fuerza técnica, material e intelectual, para poder disminuir los posibles fallos y el número de víctimas. (…).
(Tomado de Ética y revolución, 1964)