Nueve noches se necesitan para no olvidar

El amor, el destierro y el posterior recuerdo de que se ha dejado atrás son los principales temas de este relato. El escritor cubano Leonardo Padura escribe este cuento: Nueve noches con Violeta del Río, y ahora se publica en la Colección Vientos del pueblo, del Fondo de Cultura Económica.

Las tardes de la Habana, Cuba en la década de 1960 eran llenas de nostalgia, calor, magia y ritmo. Esto lo descubre nuestro protagonista que se pasea por aquel paradisíaco lugar en el que la revolución hace pensar que las cosas andarán bien. La cueva aparece. Un lugar que simular una escena de una película, un sitio para beber, fumar y soñar con lo glamuroso. Allí también canta Violeta del Río. Una artista que vive de la nostalgia de sus canciones se alimenta de los aplausos y reduce el esplendor que la envuelve a una bebida con un cigarrillo en la barra de aquel lugar.

Era de esperar que el protagonista se enamorara de ella. De su voz, de la sensualidad y de su forma de amar. ¿Quién no detiene el tiempo ante el amor y la pasión? Cuba entonces, es el lugar para detener el tiempo, de enamorarse frente a sus malecones, sus rones y sus boleros. Entonces aquel país se convierte en el escenario del romance, del que tanto hablan los libros, los poetas y ahora nuestro protagonista.

Violeta del Río se dedica a cantar boleros, los cuales interpreta con añoranza y la pasión que solo da haber perdido constantemente en el amor o a lo mejor ganado siempre. Para nosotros, los lectores el camino era obvio, los protagonistas se enfrascan en un torbellino de sensaciones y emociones llevadas por sus cuerpos. Situaciones tan convulsas y arrebatadas como los momentos políticos del momento. Eran los finales de la década de 1960 y Cuba es tan intensa como la pinta la historia mundial.

En ese escenario estos personajes se encuentran y se separan. Porque así es el amor en la nostalgia. Un recuerdo que atraviesa los años, que endulza el paladar del recuerdo y atrapa el aliento en un hilo de nicotina que se pierde en el cielo de cualquier bar. Eso cuentan los boleros, eso recitan los poemas y eso rememora este cuento.

Nueve noches con Violeta del Río no son suficientes, como no basta el pasar del tiempo para olvidarla. Su canto, su baile, su cabello que cae sobre su rostro son escenas que, aunque parezcan engullirse por el tiempo, basta una canción, la línea de un bolero para regresar y sacar una lágrima a nuestro protagonista.

Pero el verdadero centro de este relato no es del todo el amor. Es un poco el destierro que se sufre cuando se deja el lugar amado ya sea la tierra natal o el corazón de alguien. Nuestros personajes sufren esa lejanía que solo sucede al encontrarse con lo irresoluto en el último tramo de nuestra vida.

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