Un carpintero trabaja en la restauración de un vitral destruido en la explosión masiva de Beirut de agosto de 2020 en un taller en el pueblo de Bsous, Líbano. El Museo Sursock de 60 años era el corazón de la comunidad artística de la capital y algunos esperan que su reapertura será un primer paso en la difícil tarea de reconstruir la alguna vez vibrante escena artística de la ciudad. Foto la hora: Hussein Malla/AP

Una artista corta meticulosamente pequeños trozos de vidrio rojo y amarillo que luego coloca sobre un patrón para recrear los característicos vitrales del Museo Sursock de Beirut, destrozados en la fuerte explosión en el puerto el año pasado.

Restauradores, encorvados mientras usan lupas, cubren líneas de pintura perdidas por la explosión con sus brochas y unen finos hilos de lágrimas bajo un microscopio. Otros trabajadores unen con delicadeza fragmentos de cerámica rotos.

«Ha sido muy difícil ver mi trabajo de 30 años en el suelo, hecho otra vez arena… Pero es importante reconstruir el museo», dijo Maya Hussaini, la artista que trabajó en los vitrales durante una importante remodelación del museo que concluyó en 2015 y que ahora se reconstruye una vez más.

«Tuve que volver a mi archivo para buscar mis diseños y traerlos a la vida como eran», señaló.

Ubicado en las colinas del barrio Achrafieh a cientos de metros del puerto de Beirut, el museo de 60 años de antigüedad era el corazón palpitante de la escena artística de Beirut. El único museo de arte moderno del país y también el hogar de una colección de arte libanés que se remonta a finales del siglo XIX.

Durante mucho tiempo proporcionó un raro espacio público y gratuito para el arte, y ni siquiera se cerró durante la guerra civil del Líbano de 1975 a 1990.

Restauradores y artistas han trabajado para revivir ese papel luego que el museo fuera diezmado por el accidente del 4 de agosto de 2020.

La explosión hizo retumbar el edificio de tres pisos, descuadrando puertas y destruyendo todo hasta el cuarto nivel subterráneo. Las ventanas se hicieron añicos, incluyendo los vitrales de la fachada, y la colección de arte se vio gravemente afectada.

Al menos 57 de las 130 obras exhibidas sufrieron daños, incluyendo un retrato del artista holandés Kees Von Dongen de Nicolas Sursock, en cuyo honor está nombrado el museo. El cercano Palacio Sursock, uno de los edificios más famosos de la capital, también fue destruido por la explosión.

Pero los daños no sólo fueron materiales. También dejó una herida profunda en la comunidad artística, que daba fama a esta ciudad mediterránea. Muchos de los espacios independientes dedicados al arte están en los distritos más afectados.

Varias galerías y estudios privados fueron destruidos. Algunos que ya sufrían por la crisis económica cerraron definitivamente.

Para el Museo Sursock, el golpe fue especialmente duro pues apenas en 2015 había terminado un proyecto de expansión y remodelación que duró casi una década.

«Al principio, estábamos abrumados con la realidad y la magnitud del daño», dijo Zeina Arida, la directora del museo.

Durante tres meses, equipos limpiaron polvo y partículas químicas de todo lo que había en el museo. Después comenzó la restauración del arte. Todo fue hecho en Beirut a excepción de la recuperación del retrato de Nicolas Sursock y otras dos piezas enviadas a París para que recibieran un tratamiento especializado.

Un año después se han instalado ventanas, techos y puertas, y ahora se están reinstalando divisiones y lámparas.

El museo recibió mucho apoyo para volver a la vida.

Recaudó casi el 80% de su presupuesto de restauración estimado de 3 millones de dólares de los gobiernos de Francia e Italia, la Alianza Internacional de Protección de Patrimonio de Zonas en Conflicto, la UNESCO, donantes privados y grupos locales.

Fue una gran hazaña para un país que debe lidiar con la explosión, la crisis financiera y las restricciones por el coronavirus. La crisis económica ha sido un impedimento mayor.

Desde finales de 2019, los bancos han limitado el acceso de los depositantes a las cuentas en dólares y han restringido los retiros de las cuentas en la moneda local.

Así que el museo recaudó fondos en el extranjero para poder asegurar suministros y material básico. La gerencia tuvo que encontrar la forma de conseguir fondos a nivel nacional. Al igual que el resto del país, el museo lucha por conseguir combustible para su sistema de aire acondicionado, necesario para las áreas de almacenamiento y talleres de restauración.

El museo planea reabrir a principios de 2022, aunque la incertidumbre económica hace que todo sea impredecible. En semanas recientes, ha organizado conciertos y bailes en su jardín.

Para muchos artistas, al igual que otros profesionales en apuros, la explosión fue el golpe final que los llevó a buscar oportunidades en el extranjero. Arida dijo que el éxodo crea una nueva responsabilidad: la necesidad de nuevos programas y fondos para los que se quedan.

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