Los virus y las infecciones no tienen vacaciones y trabajan 24 horas a la misma eficiencia siempre. Foto la hora: Ap

Alfonso Mata

HS: Lo que aún falta conocer
AM: Comprender la detección, la carga y el impacto de la enfermedad COVID-19, estudiar la transmisión del SARS-CoV-2 y la historia natural del SARS-CoV- 2, identificando estrategias efectivas para la protección en entornos laborales sanitarios y no sanitarios, estudiando estrategias de prevención, mitigación e intervención, y promoviendo las ciencias sociales, del comportamiento y de la comunicación. Son quizá los principales elementos que aún no logra sintetizarse sobre el nuevo virus.

HS: Responsabilidad de quién
AM: Sobre cómo podemos avanzar juntos en la lucha contra esta pandemia de COVID-19. Aunque mil veces se ha reiterado sobre la importancia de la colaboración entre profesionales de la salud y médicos, de que adopten el papel de líderes comunitarios pues su voz tiene una gran influencia en sus pacientes y en sus comunidades, no ha existido una coordinación sobre ello ni de parte de las asociaciones profesionales ni del MSPAS. No hay un esfuerzo coordinado para llevar mensajes críticos sobre estrategias efectivas para ayudar a detener esta pandemia.

HS: Y las vacunas
AM: Veamos primero porqué se hacen necesarias. Si hay un virus circulante, un virus que se replica, un virus activo, es una oportunidad para que surjan variantes y la pandemia adquiera proporciones incalculables. Entonces, necesariamente se necesita de un esfuerzo de salud nacional y global, porque si no avanzamos acá y en todo el mundo, los esfuerzos a la fecha realizados podrían verse socavados con el aparecimiento de esas variantes emergentes más letales y de mayor trasmisión.

Eso significa fundamentalmente una cosa: comprometer fondos económicos y garantizar que esos recursos se implementen de la manera más eficiente y equitativa. Finalmente desde ya, se debe pensar en cómo reconstruir la infraestructura de salud pública. Hay un hecho que es cada vez más evidente: no podemos tener instituciones en el Estado que funcionen reactivamente, pues es alarmante y claro que las amenazas infecciosas, las amenazas a la salud pública, llegaron desde el primer año del sigo XX para quedarse. Ya no podemos depender del financiamiento “emergencia” de una amenaza a otra, para construir nuestra infraestructura de salud pública. Esa movilización masiva desde el año pasado de personas dedicadas a la COVID-19, ha tenido un impacto negativo sobre toda la epidemiología nacional a tal punto que, la morbimortalidad por enfermedades crónicas y los programas materno infantiles han sufrido un aumento en su deterioro y disminución de la atención. Nos arriesgamos a que cuando la pandemia haya pasado, nos enfrentemos al resurgimiento de problemas que mal que bien, venían siendo controlados.

HS: Qué aspectos son prioritarios
AM: En términos de la pandemia, necesitamos ayudar a las personas a comprender qué acciones pueden tomar para protegerse a sí mismas y a los demás; pero eso necesita de accionar también el sector económico financiero. Un buen programa de saneamiento no funciona sin un buen programa económico financiero del, cual carecemos a la fecha. La acción es en múltiples frentes.

HS: Y el programa de vacunación
AM: Antes que nada, se hace necesario infundir confianza en las vacunas entre las poblaciones. La disminución de la vacilación es fundamental.

En los aspectos organizativos es evidente ante los primeros esfuerzos de vacunación realizados las semanas anteriores, que todavía queda mucho por hacer. Los mensajes coordinados, basados ​​en la ciencia, adaptados a diferentes audiencias que abordan los impulsores subyacentes del comportamiento, son esenciales para avanzar aún más en estos esfuerzos de vacunación.

Uno de los grandes retos organizativos y de trabajo más urgentes será llevar vacunas a las comunidades de la manera más rápida y segura posible. No creo que solo el personal del MSPAS vaya a lograrlo. Se necesita de fuertes colaboraciones entre agencias y sociedad civil a fin de llevar las vacunas a las comunidades remotas de una manera igualmente accesible. El programa enfrenta el problema que existen cientos de comunidades desatendidas y de difícil accesibilidad y esperar que la gente baje, es cosa difícil. Poner unidades móviles de vacunación que lleguen a poblaciones vulnerables y de difícil acceso no es cuestión fácil. En conjunto, montar varias iniciativas representa una estrategia nacional que involucra a todos y al respecto aún no se ve claro.

La razón de ver con duda el lograr éxito en la inmunización, es porque nuestra infraestructura de salud pública es frágil. No es lo suficientemente robusta para manejar esto, tanto en términos de recursos como en términos de personas, y quiero decir no solo es cuestión de personas, también lo es nuestra infraestructura de datos, nuestra infraestructura de vigilancia y luego nuestra dedicación a equidad en salud.

HS: Se vendrá dentro de poco tiempo otro evento similar
AM: ¡indudablemente! Los virus, las infecciones no tienen vacaciones y trabajan 24 horas a la misma eficiencia siempre. Muchos estiman que antes de cinco años estaremos en parecidas situaciones y es por ello que desde ya necesitamos más financiamiento longitudinal para que podamos tener una fuerza laboral más sólida, una fuerza laboral de salud pública capaz de soportar esos eventos, sin descuidar los programas regulares. El plan nacional de vacunación no cabe duda que es necesario, pero es insuficiente. Más vacunas, mejor distribuidas a las personas que las necesitan y lo más rápido posible, es cuestión de acción y compromiso.

HS: Y lo social dónde queda
AM. Este es un elemento que se ha descuidado tanto en el proceso de control de la pandemia como en lo referente a la salud mental. De por sí somos una sociedad llena de violencia y delincuencia de todo tipo y la pandemia y sus consecuencias e impactos socio económicos -que indudablemente está afectando a un grupo grande de la población- es razón suficiente para sospechar que los problemas en este campo han aumentado. Sin embargo, las instituciones de salud carecen de planes y programas para abordar esta sobrecarga, producto de que mucha gente ha perdido viejas rutinas, la oportunidad de trabajar, socializar, simplemente moverse por sus comunidades de la manera en que estaban acostumbrados y que daban por sentado. Todo ello altera conciencia y comportamiento a lo que se suman acontecimientos increíblemente desgarradores como son muertes y complicaciones en miembros de la familia, amigos, vecinos, y compañeros de trabajo.

Creo que las cifras son más abrumadoras que las dadas oficialmente e incluso difíciles de entender. Alguien mencionaba el otro día como signo de resignación, conformismo y justificación “Cada vida que perdemos no es demasiada, ya estamos familiarizados, demasiado familiarizados, con las desigualdades con las que vivimos por generaciones”. Cuando uno estudia las estadísticas de otros países, similares y no similares al nuestro, pero que cuentan con estadísticas buenas al respecto, uno rápidamente se da cuenta que las clases menos favorecidas y en mayor riesgo tienen: menos probabilidades de ser diagnosticados, mucho mayor probabilidad de morir, de ser hospitalizado y de quedar con secuelas y de tener que absorber costos desproporcionados. Por lo tanto, decir que la pandemia no reconoce fronteras ni individuos es una mentira. Dar un paso adelante en la corrección de esas desigualdades no es tarea solo de un MSPAS, es de una política y actuación de Estado, de una agenda de equidad. Ni siquiera ha habido un esfuerzo nacional para la recopilación de datos para detección y atención de grupos de riesgo y a los riesgos.

Los profesionales de la salud, la gente debemos comprender que la vida y reproducción del virus tiene su evolución y un espacio basto y dispone de más tiempo para lograrlo y o nos adelantamos o nos hunde. Las soluciones deben venir de todas partes y la responsabilidad compartirse.

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