Alfonso Mata
La debilidad fundamental de nuestra vida diaria es la falta de precaución. La tasa mundial de lesiones no intencionales o lesiones de causa externa (LCE) es de 61 por 100.000 habitantes por año. En general, los traumatismos causados por el tránsito representan la mayor proporción de muertes por traumatismos no intencionales (33%). Cuando se estandariza por 100.000 habitantes, la tasa de mortalidad es casi el doble en los países de ingresos bajos y medianos en comparación con los países de ingresos altos (65 frente a 35 por 100.000), y la tasa de años de vida ajustados por discapacidad es más del triple en los países de ingresos bajos y medianos (2.398 frente a 774 por 100.000). Eso nos revelaba la OMS hace más de una década. Y señalaba desde entonces cinco acciones que son fundamentales para controlar esta plaga particularmente en los países de ingresos bajos y medianos: 1º mejorar la recopilación de datos sobre lesiones, 2º definir la epidemiología de las lesiones no intencionales, 3º estimar los costos de las lesiones, 4º comprender el público percepciones sobre las causas de las lesiones, y 5º colaborar con los responsables políticos para mejorar la prevención y el control de las lesiones. Nada de eso hacemos bien.
En el Boletín de la Semana Epidemiológica DEL 26 DE JULIO AL 1 DE AGOSTO 2020 leemos que “ En Guatemala, la mortalidad ha ido en aumento en comparación con la década del 2000; las LCE fueron la quinta causa de muerte en hombres para el 2012; uno de cada cuatro hombres murió por alguna causa, como: agresión, evento de tránsito o suicidios y en ese mismo documento se afirma que la mortalidad por LCE para el año 2018 representó el 14% de la mortalidad general, con claro predominio del sexo masculino 4:1 y de mayores de 65 años. Mayor carga en lesiones intencionales por arma de fuego, seguido de lesiones no intencionales por eventos de tránsito, envenenamiento e intoxicaciones. La morbilidad también ha sido estudiada y se resumen en el siguiente cuadro para el año 2018
Lamentablemente estas estadísticas del sistema nacional de salud no están exentas de subregistro.
Se calcula que el 25 % de todas las muertes debidas a lesiones, son resultado de lesiones resultantes de colisiones en las vías de tránsito y se asevera que, las principales causas de estas defunciones incluyen: conducir bajo la influencia del alcohol y uso de substancias psicoactivas, manejar a alta velocidad y no usar el cinturón de seguridad. Hace una década se calculaba que los costos económicos de los traumatismos causados por el tránsito ascendían a US$ 518 mil millones por año. En los países en desarrollo, los costos se estimaban en cerca de US$ 100 mil millones: dos veces el monto anual de la ayuda a los países en desarrollo. Por otro lado a pesar de que los países de ingresos bajos y medianos tienen aproximadamente el 60% de los vehículos del mundo, se producen en ellos más del 93% de las defunciones relacionadas con accidentes de tránsito y cuestan alrededor del 3% de su PIB.
Los estudios en Latinoamérica han demostrado que el uso de las unidades de salud desde hospitales hasta centros de salud varían para las LCE Por ejemplo, entre el nacimiento y la edad de 19 años, los niños identificados como heridos en el componente comunitario del estudio, en algunos lugares el 60% no asistió al hospital, y en otros lados esa cifra baja a la mitad. De ahí el problema de usar cifras de unidades de salud.
Obtener datos sobre los costos de las lesiones también se vuelve dificultoso, aunque se sospecha que la discapacidad a largo plazo por lesiones resulta en una carga considerable para el individuo, así como a otros miembros de su familia. Lo que sí se sabe es que la mayoría de LCE afecta tanto los costos directos como son los del tratamiento y otros gastos que tienen que ver con curación y rehabilitación así como los costos indirectos representan estimaciones de productividad perdida y esto sobretodo en jóvenes y adultos pueden ser mucho mayores.
Los factores de riesgo de lesiones pueden variar mucho de un país a otro y los grupos de riesgo pueden no ser los mismos en todos los países. Por ejemplo, los estudios que han realizado comparación de las muertes de peatones por lesiones en áreas urbanas — Estados Unidos vrs Latinoamérica — muchas veces encuentran marcadas diferencias en las edades de las personas muertas. Primero: las tasas de mortalidad de peatones puede ser mucho mayor en LA. Segundo: La edad y el sexo son factores de riesgo importantes para muchas LCE y variarán dentro de las categorías específicas de lesiones. En la mayoría de los países desarrollados, las tasas más altas de lesiones graves se producen entre los ancianos, en particular las mujeres. Los datos publicados por la OMS, apoyan el concepto de que las tasas de mortalidad por lesiones entre los ancianos también son más altas en los países en desarrollo, pero no en países de tan alta violencia como el nuestro en donde es probable que la edad productiva sea la de mayor riesgo.
El alcohol es otro factor de riesgo para muchos tipos de LCE, especialmente las más graves y fatales. Para las lesiones por vehículos de motor, se ha demostrado una relación dosis-respuesta, siendo la concentración alta de alcohol en sangre más común en las víctimas de las lesiones más graves. En nuestro medio, se sabe que el abuso de alcohol es un problema y su uso a menudo se subestima en gran medida en todos los tipos de accidente.
Los factores físicos también pueden influir en el riesgo de lesiones. No sabemos (suele haber una falta de controles adecuados) cuantos pilotos por ejemplo tiene deficiencias audiovisuales y de conducta y que porcentaje de ellos son conscientes de sus limitaciones. Las pruebas de visión obligatorias y bien controladas, prácticamente eliminarían este problema. Deficiencia de vitamina A también puede aumentar el riesgo de lesiones por la noche, pero esto no ha sido documentado. Se ha demostrado que la epilepsia es un factor de riesgo y tampoco se documenta.
Teniendo en cuenta el fuerte uso de la moto como medio de transporte, esta ha adquirido gran importancia como causa de lesiones graves (diariamente los hospitales públicos de la capital, reciben en promedio cinco lesionados por accidente de moto) y es sorprendente encontrar que se informa poco sobre las lesiones causadas por este medio de locomoción. Se necesitan más datos. Y por estudios en otras latitudes, es muy posible que cinco de cada seis muertes por accidentes de moto, sean causadas por lesiones en la cabeza y el cuello.
En resumen el sistema de salud presenta muchas contradicciones respecto al manejo de este problema y no debería de ser así. Aún se desconocen las etiologías de muchas enfermedades crónicas; sin embargo, para la mayoría de las enfermedades infecciosas y para muchas LCE, se conocen los «agentes causantes» y los «vectores» o entornos causales, y los riesgos relativos. Para muchas enfermedades infecciosas, las intervenciones suelen ser bastante obvias y, como consecuencia, los estudios epidemiológicos de infectología «suelen implicar algún tipo de intervención o comparación de intervenciones». De manera similar, en el caso de las lesiones, una vez que se han identificado los peligros, las intervenciones suelen ser bastante obvias. La primera gran tarea consiste en identificar entornos particularmente peligrosos y grupos de alto riesgo, de modo que se puedan desarrollar intervenciones específicas para grupos destinatarios específicos. Sin embargo, estas investigaciones están limitadas por la falta de epidemiólogos capacitados necesarios para realizarlas y evaluar las estrategias de intervención adecuadas en LCE y por la falta de fondos necesarios para montar y mantener las intervenciones adecuadas. Esas inconsistencias llevan a muchas familias en que se producen LCE a la miseria ya que el impacto en la familia de las lesiones paralizantes permanentes y la muerte de los padres u otro «sostén de la familia» probablemente tenga graves consecuencias. Las lesiones suelen afectar a las personas en el momento más productivo de sus vidas