Catherine Busa se ejercita en una bicicleta estática en su casa de Nueva York. Busa contrajo el COVID-19 y sobrevivió, pero ocho meses después sigue sintiendo algunos síntomas. Foto la hora: Seth Wenig/AP

 

Por JENNIFER PELTZ
NUEVA YORK
Agencia (AP)

Catherine Busa se contagió tempranamente del COVID-19 y sobrevivió, aunque nunca terminó de recuperarse completamente.

Busa, secretaria de una escuela de Nueva York de 54 años, no tenía problema de salud alguno cuando contrajo el virus en marzo y se recuperó en su casa del barrio de Queens.

Pero algunos síntomas nunca desaparecieron: Como una fatiga constante que jamás había sentido en años de levantarse a las cinco de la mañana, dolores sobre todo en las manos y las muñecas, un cambio en el gusto y el olfato que hizo que las comidas no le resultasen apetecibles y una creciente depresión.

Después de soportar todo esto ocho meses, fue al Jamaica Hospital Medical Center, a una clínica dedicada específicamente a la atención de pacientes que tuvieron el COVID-19.

«Me sentía en un agujero y no podía ver el lado brillante de las cosas», expresó Busa. Las visitas al médico no la ayudaban. Pero las cosas fueron distintas en la clínica.

«Sabían lo que sentía», explicó. «Eso me ayudó a hacerle frente a todo esto».

La clínica es una de decenas de instalaciones de este tipo que asomaron en todo el país para lidiar con un aspecto inusitado del COVID-19: Los síntomas que pueden seguir abrumando a la gente por semanas o meses cuando la infección fue controlada.

Lo enfoques de los programas varían, pero todos comparten el mismo objetivo, que es comprender, tratar y dar credibilidad a los pacientes que no logran deshacerse de los síntomas.

«Sabemos que es algo real», dijo el doctor Alan Roth, quien supervisa la clínica del Hospital de Jamaica. Él mismo ha tenido que lidiar con dolores, fatiga y «confusión» u olvidos ocasionales desde que sufrió un contagio relativamente leve del COVID-19 en marzo.

Igual que sucede con casi todos los aspectos de la pandemia, todavía se está estudiando el tema de los pacientes que siguen sintiendo síntomas por mucho tiempo. No está claro qué porcentaje de pacientes sufren ese problema ni por qué unos pacientes siguen experimentando síntomas y otros no.

Los datos disponibles indican que probablemente un 30% de los pacientes siguen sintiendo síntomas dos o tres semanas después de dar positivo. En un 10% de los casos los síntomas continúan tres o seis meses después, según el doctor Wesley Self, médico del servicio de emergencias de la Universidad de Vanderbilt y coautor de un informe de julio de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades.

Los médicos saben desde hace tiempo que los pacientes que pasan tiempo en las unidades de cuidados intensivos tienen una recuperación prolongada. Pero muchos pacientes con síntomas que no se van nunca estuvieron graves.

En la clínica post-COVID-19 de la Universidad de Texas en Clear Lake, las edades de los pacientes van desde los 23 años a los 90. La mitad de ellos nunca estuvo hospitalizada, de acuerdo con el director de la institución, el doctor Justin Seashore.

«Les dijeron que deberían sentirse mejor pronto, pero eso no sucedió», manifestó. Por el contrario, sienten fatiga, les cuesta respirar, sienten ansiedad y depresión, y les cuesta concentrarse, entre otros problemas que no tenían antes.

A algunos se les dijo que deberán recibir oxígeno el resto de sus vidas. Un aspecto positivo es que se pudo ayudar a muchos a partir de tratamientos que incluyen terapia respiratoria, terapia ocupacional, visitas a sicólogos y otros recursos, indicó Seashore.

El St. John’s Well Child and Family Center, que tiene varias clínicas en Los Ángeles, no se enfoca exclusivamente en los pacientes que siguen sintiendo síntomas sino que programa revisiones y consultas mensuales con todo aquel que dio positivo en una de sus instalaciones. Ha atendido a casi 1.000 pacientes.

Desde que contrajo el virus en junio, Luciana Flores ha sentido dolores en la espalda, problemas estomacales y dificultades para respirar. Flores, quien tiene tres hijos, perdió su trabajo en una lavandería en medio de la pandemia y dice que no tiene fuerzas para salir a buscar trabajo.

Afirma que St. John’s la ayudó al diagnosticar y tratar una infección bacteriana en su aparato digestivo.
«Es importante que otros pacientes reciban la misma atención», declaró Flores, quien tiene 38 años. «No me siento igual que antes. Creo que nada va a volver a ser lo mismo, pero no hay otra salida, hay que mirar hacia adelante».

No hay cura conocida para los problemas a largo plazo asociados con el COVID. Las clínicas solo procuran aliviar los síntomas, ofreciendo al paciente un sitio donde buscar ayuda si su médico no logra aliviarlo.

«Queríamos crear un sitio donde el paciente pueda recibir respuestas o ser escuchado», incluso si no hay respuestas, dijo la doctora Denyse Lutchmansingh, del Programa de Recuperación Post-COVID de Yale.

En el Hospital de Jamaica, los pacientes consultan con sicólogos, neumólogos y reciben exámenes físicos que se adentran más en sus estilos de vida, sus circunstancias personales y las causas de su ansiedad. Hasta ahora trató a cientos de personas, indicó Roth.

La idea es que los pacientes puedan «generar su propia capacidad de cura», manifestó el doctor Wayne Jones, exdirector de la Oficina de Medicina Alternativa de los Institutos Nacionales de Salud. Ahora trabaja con la Fundación Samueli, organización californiana sin fines de lucro que colabora con hospitales para tratar de combinar ideas alternativas con la medicina convencional.

A los pacientes con síntomas a largo plazo les elaboran planes de ejercicios y dietas, y se les pide que participen en terapias sicológicas individuales. Con frecuencia se les recomienda suplementos alimenticios, ejercicios respiratorios y meditación.

A Busa se le hizo un examen que reveló que padecía de apnea, un trastorno que interrumpe el sueño porque la persona deja de respirar y hace que la gente sienta fatiga durante el día.

Se le recetó un aparato para lidiar con eso, muñequeras e inyecciones para aliviar los dolores. Su tratamiento incluye asimismo sesiones con un psiquiatra, caminatas, ejercicios en una bicicleta estacionaria y escribir un diario acerca de las cosas que hacen que se sienta agradecida
Dice que está progresando, sobre todo en lo que respecta a su estado de ánimo, y lo atribuye a la clínica.

«Hay luz al final del túnel», expresó. «Y hay gente y médicos que te comprenden».

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