Alfonso Mata

Desde nuestros ancestros neolíticos y su gran revolución, todas las sociedades que se han venido sucediendo y los cambios que estas han agenciado a la naturaleza con su forma de pensar y actuar, son solo una extensión del cambio de forma de pensar que generó esa revolución en el hombre y desde entonces lo que hemos venido haciendo es profundizar un vivir del hombre contra la naturaleza. Por supuesto que nos hemos ido liberando de los terrores y los miedos que esta nos imponía y de su dominio casi absolutos sobre nuestro vivir y actuar; pero en la actualidad nuestra soberbia de pasar de dominado a dominadores, está causando la ruina tanto de la ecología dentro de la cual nos toca vivir como de nuestra humanidad. El problema del coronavirus viene a ser una suma más del desastre que nos causamos y causamos al medio.

La globalización de la civilización industrial y la economía capitalista y los modelos de desarrollo adoptados, voluntariamente o por la fuerza, por los diferentes país de todos los continentes, es solo la profundización de esta ruptura entre humanos y naturaleza, y de las heridas que esta ruptura ha engendrado a una naturaleza cada día más vencida y producto de ello es que ha surgido un descontrol tanto en el mundo macro como micro de la vida. El caso del SARS-COV-2 no viene a ser más que otro ejemplo del giro tomado por el capitalismo con la globalización del neoliberalismo, de explotar sin medida y sin medir consecuencias, que ha privado a los estados de los medios para influir en las decisiones económicas y sus impactos sociales, culturales y ambientales, relacionándolas a todos con la multiplicación de los desastres: calentamiento global, contaminación, agotamiento de recursos, sobreexplotación de la tierra y sus habitantes, extinción de especies, terremotos, tsunamis, epidemias como la del coronavirus. VIH/SIDA, Dengue, Ebola, que toman los caminos de la circulación de capitales, bienes y humanos. Es un modo y estilo de vida que nos ciega y no nos deja ver el autodaño que nos estamos infligiendo.

El descalabro que creamos, fruto de nuestra ambición por acumular y romper acuerdos de millones de años entre nosotros y la naturaleza, sin medir consecuencias, pudiéndolo hacer teniendo como instrumento la ciencia, es lo que explica el nacimiento de varios virus y otros microbios más o menos peligrosos a nosotros, pero más a nuestros intereses y deberíamos pensar que, el uso intensivo de productos químicos en la agricultura como pesticidas, fitosanitarios, fertilizantes químicos, el uso de antibióticos utilizados de forma masiva en la agricultura intensiva y por los humanos, la producción de carnes, producen las condiciones para el descalabro de la vida microbiana.

En estos momentos no se formula una explicación y culpabilidad humana al nacimiento y evolución de varios virus y otros microbios más o menos peligrosos. No es plantea y por consiguiente no se acepta, que nosotros hemos hecho surgir un manipuleo industrial y comercial que está lejos de la comprensión y organización de la naturaleza y viene a ser producto de una ambición sin una comprensión adecuada del orden que estamos rompiendo y sin buscar, pudiéndolo hacer, una forma más equilibrada de nosotros con la naturaleza. Andamos por la vida y sobre la vida, pues somos parte de la biosfera, como depredadores, en lugar de ser constructores y dejando basura desperdicios, destrucción y muerte, que favorece aparecimientos sin control de nuevas formas de vida.

Por consiguiente,, si no nos quitamos de encima el pensamiento de no de acorralar a un ser vivo como culpable de nuestra desgracia y no vemos que el Covid-19 no es un incidente aislado sino de que, como la aparición de virus bacterias y otros bichos microscópicos, está estrechamente relacionada con la explotación ambiental y la producción anticientífica de alimentos y la rentabilidad de las empresas multinacionales, no podremos entender que los virus se están volviendo más peligrosos debido a un desbalance bio-industrial-ecologico-demografico-ambiental que genera un modelo integral de causales adversos tanto para la vida humana como la microbiológica.

Acaparamiento de los últimos bosques, llanuras, planicies, producción inmisericorde y a raja tabla, hacinamiento y producción animal forzando organismos, manipulación de genes, todo ello en aras de un interés y sin entender y ordenar el fenómeno y en aras de finanzas para algunos con ínfulas de propietarios de todo el mundo e inversiones que promueven la deforestación y el desastre ecológico, conduce a un desbarajuste tanto ecológico como humano, cuyas consecuencias estamos viviendo, obligando a la microvida a defenderse de semejantes agresiones y a producir nuevas adaptaciones, que se propagan como biomasa dañina. Sin poner orden en todos esos campos arriba mencionados, la catástrofe va en camino y como resultado, una serie de nuevos patógenos, hasta ahora controlados por las ecologías forestales en constante evolución, serán pronto libres y amenazaran al mundo entero al estar en descontrol. Hoy fue el coronavirus, mañana será el plebeyovirus.

Frutas y verduras, carne de res, cerdo y pollo, corderos, gallinas, cangrejos, peces incluso mascotas no se salvaran de tal debacle si seguimos con el modelo de producción que da lugar a tales estragos y al aparecimiento de varios frentes potenciales de cambios microbiológicos, generando varios tipos de potenciales de epidemias: las que se originan en el corazón de la producción agroeconómica y pecuaria, las que del interior de esta producción, y muy pronto de los desechos. En general estamos siendo testigos del descalabro del mundo microbiológico en países pobres en donde unidades agroindustriales y agropecuarias, sin ninguna regulación, están propiciando el aparecimiento y la difusión de microorganismos, cuya pertenencia está vinculada a estas unidades, que se constituyen en áreas vulnerables con permisibilidad a una mayor variación genética que permite que desarrollen características específicas de los humanos; con rápida evolución y propagación en contacto con la creciente variedad de entornos socioecológicos, gracias al trasporte.

Tenemos que convencernos que los circuitos de circulación global de bienes y las migraciones regulares de la fuerza laboral, permiten que los virus muten rápidamente dando lugar a variantes, las más adecuadas, con rápida evolución en contacto con la creciente variedad de entornos socioecológicos relacionados con los métodos de avicultura y medidas de salud

Por lo tanto, la circulación humana y de productos, mejora la resistencia de los virus. Debido a esta circulación, se encuentran cepas virales inicialmente aisladas e inofensivas en entornos hipercompetitivos que favorecen la rapidez de su ciclo de vida facilitándole la capacidad de saltos zoonóticos entre especies portadoras y la rápida evolución de nuevos vectores de transmisión. Un problema complejo necesita de soluciones complejas.

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