FOTO LA HORA./Doctor Héctor Estrada Arias.

Héctor Estrada
lahora@lahora.com.gt

Inicio mi exposición agradeciendo y felicitando Al Dr. Ramiro Fonseca Orozco, por haber convocado y ejecutado esta reunión de médicos, jubilados o retirados, de edad avanzada, dignos profesionales de la medicina. También agradezco al Dr. Dagoberto Sosa, quien ha sido entusiasta colaborador en esto.

El día de ayer, mientras dormía, súbitamente me despertó una fuerza interna que me aconsejaba el deseo de escribir y relatar a mis respetables colegas, algo de lo que vivimos durante la práctica de medicina y algunos pensamientos sobre las experiencias que estamos viviendo ahora en nuestra vejez. No soy escritor ni pretendo serlo, solamente deseo relatar mis reflexiones de viejas épocas estudiantiles, profesionales y actuales, y mi decir conlleva pensamientos de grandes escritores de verdadero valor y reconocimiento. Pensamientos que merecen todo el respeto, porque fueron escritos por autores de gran inteligencia, con sensibilidad, ternura, generosidad y valor. Autores que accedieron y entendieron el conocimiento del ser humano en toda su dimensión: física, moral y espiritual.
Cuando ingresamos a la facultad de medicina de la Universidad de San Carlos de Guatemala, nuestro motivo era llegar a ser médicos y cirujanos; razón que nos impulsó a estudiar con vehemencia, las innumerables relaciones y contenidos de las ciencias médicas que exige la obtención del título profesional. A la par de ello, nuestra dedicación a las prácticas y una sistematización de procesos y procedimientos, formó en nosotros la disciplina necesaria para detectar la enfermedad, atender al enfermo y proporcionar la solución a sus problemas de salud. No olvidemos que el futuro pertenece a quienes creemos y cumplimos con la belleza de nuestro fuero racional y emocional. Todos esos años de estudios y prácticas hospitalarias, culminaron con la obtención del ansiado título y en la especialidad de diferente naturaleza, según la parte de la medicina que nos gustaba. Todos esos años de estudio, los acompañamos de una vida familiar compartida entre nosotros dentro de las paredes hospitalarias, que moldeó no sólo nuestro carácter profesional, sino humanista, y una pasión por el compañerismo, que motivaba vivencias de mucha alegría a la par de dolorosas y una capacidad por solucionar y crear que al final, nos formó un sentimiento de identidad que nunca dejó de unirnos.

FOTO LA HORA. De izquierda a derecha doctores: Cossich, Estrada, Sosa Montalvo, Carlos de la Riva y Ramiro Fonseca.
FOTO LA HORA. De izquierda a derecha doctores: Cossich, Estrada, Sosa Montalvo, Carlos de la Riva y Ramiro Fonseca.

Este grupo de médicos hoy acá reunidos y otros que eran jóvenes en aquellos tiempos, ejercimos nuestra profesión; algunos en hospitales públicos, otros en privados y unos en ambos. Así vivimos muchos años y llegamos a la edad en que el inicio de la vejez se manifiesta con la aparición de arrugas en nuestros rostros; pérdida del cabello que se va tornando blanco y delgado; disminución de la visión y la audición y al cabo de los años, nuestro caminar se hizo gradualmente vacilante e inestable. Tenemos disminución de la memoria, de nuestras fuerzas físicas y corporales, pero nuestra firmeza anímica, nuestra espiritualidad, nuestros conocimientos y sentimientos, jamás cambiaron. De nuestra próstata, mejor no escribo nada, eso debe continuar siendo un secreto.
Junto a nuestro envejecimiento, vino la jubilación y/o el retiro voluntario de nuestra profesión. De tal suerte que a estas alturas, algunos han muerto y otros están enfermos y muchos viven sufriendo soledad, abandono o depresión y, es a ellos, a quiénes trascribo lo siguiente:
Lo más importante en tu vida fue llegar a realizar tus sueños, por ellos luchaste y no te rendiste hasta alcanzarlos. En tu vejez, siempre serás tan joven como lo sea tu fe y la confianza en tus logros, tus sueños y tus esperanzas. Eres tan viejo como tu temor, tus dudas y tus desesperanzas; nadie envejece por agregar más años a su vida, sino por abandonar sus ideales. Puedes llegar económicamente pobre a tu vejez, pero no pierdas tu riqueza humana. Puedes ser rico sin perder tu dignidad. Vive como si fueras a morir mañana; aprende como si fueras a vivir siempre. Cuando te levantes, mira al sol en las mañanas y pide a Dios no dejar que se oxide tu alma y tu espíritu. Que tu mente te ordene ser fuerte y asimilar bien estos pensamientos. Ser fuerte, ser fuerte, es irradiar legitimidad y felicidad cuando se es infeliz; es perdonar a alguien quien no lo merece; es tener calma en los momentos difíciles y desesperados; es sonreír cuando se desea llorar; es callar cuando se desea gritar; es consolar cuando se desea ser consolado. Ama y sé fuerte, tu fuerza y tu convicción no tienen hogar; después de cada logro viene otro desafío. En vez de ofender, haz que te tengan respeto. Sembrando amor, es como se cosecha amor, y la mejor forma de recibir amor, es dando.

Y a los presentes, les manifiesto lo siguiente:
A los colegas que perdemos con su muerte, les ganamos su cariño y el ejemplo de sus vidas. Que maravilloso es haber ejercido la profesión de médico y haber amado sin medida y practicado la medicina toda nuestra vida. Es tan maravilloso agradecer tanto a la vida por permitirnos haber dado alivio, esperanza, cariño y curación a nuestros enfermos. Siempre recordaré estas palabras: Curar es el mandato divino que Dios nos ha otorgado. El médico que vive sin curar se asfixia. En la práctica de la medicina, la felicidad del médico no está en hacer lo que uno quiere, sino en querer lo que uno hace. No comparemos y devaluemos los valores económicos y morales, todos somos diferentes, cada uno tiene valores diferentes, sólo tú sabrás elegir lo mejor de ti y pide a Dios ayuda para lograrlo.
Finalmente, debo decirles:
Estoy viviendo en este momento una especial felicidad, mi alma y mi espíritu agradecen profundamente haber formado parte de este honorable grupo de médicos de edad avanzada. Muchas gracias a todos los presentes por haber tenido la paciencia de escuchar estas palabras.
Gracias.

Posdata:

FOTO LA HORA. Doctor Víctor Comparini.
FOTO LA HORA. Doctor Víctor Comparini.

Sobrevivientes de promociones: os pido un minuto de silencio por todos los compañeros fallecidos: los tenemos en el corazón y nos hacen falta. Y para los colegas enfermos, cariño, atención y respeto.

El doctor Luciano Morales al ver a sus colegas, agita su vida estudiantil y profesional. Comparini le recuerda la medicina interna. Mejicanos con sus cantos y actuaciones en el teatro Lux, las Huelgas de Dolores. Cruz, la cardiología. Soto, el Congreso de la República y la política. Susy Celo, el IGSS la gine y obstetricia del materno infantil. Ramiro, la promoción 47-55 y todas las travesuras. De la Riva, el trabajo en el neuropsiquiátrico y en la unidad de San Juan Sacatepéquez. Dagoberto Sosa, la cirugía neurológica. Estrada, la cirugía general. Cossich, la pediatría. El gato Castellanos, la otorrino.
Cada uno de nosotros somos una historia y también los fallecidos que viven dentro de nuestro pensamiento, haciendo acto de presencia y familia. Ya somos ejemplo en nuestras vidas profesionales por nuestro conocimiento, honestidad y fieles cumplidores de los juramentos de medicina. Todos nos debemos sentir contentos y satisfechos de misión cumplida. Pero, como se dice, no es lo mismo ser viejo que estarlo y sentirse. Entonces preguntémonos: ¿qué clase de viejos somos? fuera esta de nosotros ya el número y la cantidad, no así la calidad: la atracción, el deber, la libertad, la moral, la religión. En una palabra: tenemos aún vida por delante, aunque jorobe la muerte nuestra espalda.

 

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