Alfonso Mata
lahora@lahora.com.gt

EL MARCO DE LO QUE TENEMOS

En Guatemala a lo largo de su historia, el campo de la salud, especialmente en las últimas cinco décadas, ha estado marcado por el surgimiento y crecimiento de algo que Ulrich Beck denominó como «sociedad del riesgo».

En el fondo, la crisis de salud siempre ha sido un objeto político. Un objeto que en nuestra sociedad aún perdura con un pensamiento que en otras solo es un recuerdo: los accidentes de salud individuales o colectivos como las epidemias, inundaciones, terremotos, aún se colocan con una fuerte dosis bajo el sello de la fatalidad y la maldición divina. Todavía el auge de nuestra medicina y la salud, en ciertos extractos de nuestra población, reúne una relación de la ciencia, la naturaleza y creencias que actúan conjuntamente en la relación médico-paciente y salud-enfermedad. Muchos aun no pasan de la predeterminación y la providencia, a la causalidad o bien mezclamos ambas formas de pensamiento en nuestro accionar.

Nuestros sistemas de salud, saben cada vez mejor los orígenes de los eventos que afectan lo sanitario: identifican sus fuentes, descifran los procesos, controlan algunos desencadenantes de enfermedades. El accidente, la epidemia, la contaminación, ya no son el hecho de la Providencia sino, como escribe Baudrillard: «El accidente es la consecuencia natural de nuestra ciencia, de nuestra política y nuestra moralidad » Todas ellas responsabilidad que las autoridades públicas deben enfrentar.

La historia del VIH es una ilustración típica de cómo entendemos la salud. Antes del descubrimiento del virus, esta patología era desconocida. Las muertes que causó se debieron a la fatalidad y para muchos de castigo divino. El conocimiento del virus, condujo a la constitución de un sistema médico-administrativo nuevo en los países desarrollados. Desde entonces, se han emitido numerosos estándares técnicos y legales; los servicios de inspección y los laboratorios de control están constantemente rastreando el patógeno; se ha organizado una política de seguridad sanitaria. Cualquier sospecha de casos, exige una gestión de crisis en el paciente y sus allegados. Eso no existía antes de los ochenta. Cuando se detectan uno o más casos, se inspeccionan allegados, familiares, amigos, barrios; se inspeccionan lugares en que estado el afectado y con los que se ha relacionado y lo que han hecho. En un plano jurídico, los daños pueden llevar a indemnizaciones. De tal manera que las fallas del sistema de salud, las epidemias ya no son consideradas algo «natural», es el resultado de fallas de los sistemas técnicos o la vigilancia insuficiente de los gerentes o autoridades de salud, o irresponsabilidad de funcionarios y sistemas institucionales u organizaciones.

Es pues evidente, que la sociedad mundial demanda ya en la actualidad de mayor seguridad sanitaria. Pero, y acá viene lo triste, nuestro sistema de salud y nuestra sociedad no se ha organizado debidamente para formular y responder a ella. No ha implementado sistemas técnicos para detectar riesgos y tratar de contenerlos. Múltiples sistemas de vigilancia y vigilancia epidemiológica, redes centinela y laboratorios de referencia, intercambio internacional de información y circuitos de alerta sanitaria hacen posible la seguridad sanitaria, con una eficacia necesaria, pero nuestro sistema actual carece de una forma adecuada de consolidar la detección y el control del riesgo. No somos capaces de identificar de forma oportuna emergencias o resurgimientos de enfermedades; de detectar riesgos ambientales, alimentarios o industriales. Cuando lo hacemos, el riesgo está en camino o constituye ya un hecho.

UNA NUEVA REFORMA CON ENFOQUE DE RIESGO

Debemos partir de la situación de que la nueva forma de atender los riesgos para la salud y la creciente preocupación por la transparencia en la información de salud, aún no llega a nuestro sistema y mucho menos se ve acompañado por una segunda transformación que se hace necesario hacer: una sociedad organizada para vivir los desastres en vivo, con enfoque científico. En este tema no solo el estado es culpable, los centros formadores también. Su currícula es deficiente en el tema de formación de personal al respecto e información y educación a la población; por ejemplo, solo las revistas médicas han dedicado algunos artículos para seguir el progreso de enfermedades como paludismo, zika, dengue.

Los medios de comunicación (algunos) siguen los primeros casos de contaminación humana por un brote de algo en algún lugar del territorio, su progresión y finalmente su expansión y hasta ahí llegan muchas veces. Las mutaciones de bacterias, virus se comentan en congresos, conferencias, algo en noticiarios y entrevistas en medios de comunicación. La preparación en el país sobre riesgos de aparecimientos y transmisión de humano a humano u otras formas, sólo es tema de informes en academias y organizaciones científicas y si llega información a la población, es en forma indebida. Seguimos sin accionar sobre la causalidad, a pesar de que en muchos casos y enfermedades ya podríamos hacerlo.

DE LA PROLIFERACIÓN DE CRISIS A LA MULTIPLICACIÓN DE REFORMAS

Además de las crisis de seguridad alimentaria, existen tensiones recurrentes sobre el sistema de salud en otros campos: cáncer del hígado, problemas renales, diabetes infecciones que son grandes agujeros en el sistema de seguridad del sistema de salud. Paralelo a eso, sobre el sistema cae como fantasma, las amenazas y fantasías relacionadas con ciertos avances médicos, como las terapias celulares o genéticas, clonación terapéutica o medicina predictiva. No es de extrañar en un contexto así, que la desesperación haga presa del sector de la salud y su personal.

Al mismo tiempo, podemos ver la desaceleración del ritmo de las reformas políticas relacionadas con el sistema de salud. La multiplicación de las leyes que intervienen en asuntos sanitarios es un buen indicador. De 1980 a 2017, no hay ni siquiera una docena de textos importantes de valor legislativo (leyes u ordenanzas) dedicados a la salud pública o al seguro de salud. Las leyes de la seguridad alimentaria se enfocan al tratamiento curativo y no inciden sobre las causales primarias y así muchas, por el estilo. Desde la década de los cincuenta, han existido los textos que crearon la seguridad social y los expertos han evolucionado sus conceptos y organización. Modificaciones del sistema de seguridad social al son de los tiempos no se han dado en nuestro sistema.

Por otro lado, las reformas del componente clínico del sistema de salud, han enfatizado sobre lo hospitalario y hablar de implementar el sistema de seguridad sanitaria nacional en los lugares en que nacen y se desarrollan los problemas de salud aún está en pañales. El Legislativo ha dedicado esfuerzos para legislar sobre los derechos de los pacientes y la bioética, sin que ello haya significado que los mecanismos para darle cumplimiento a las leyes sean eficientes, completos o no se han montado o no se vigilan adecuadamente, tal como sucede en la lucha contra el tabaquismo y otras leyes ambientalistas. No se diga si hablamos sobre leyes de organización y financiación de la seguridad social, que no se han modificado a la luz de la nueva epidemiología, demografía y condiciones laborales y de vida.

CÓMO PRINCIPIAR

Resulta pues evidente, que durante las últimas cinco décadas, las crisis y las reformas, no han tenido eco en el campo de la salud: no han ido de la mano. Este hecho revela que la importancia de las crisis, no ha servido de mutación para la evolución del sistema de salud, para su transformación y es útil cuestionar la ambigüedad de las relaciones que se establecen entre políticos, políticas reformas y crisis, a fin de entender el futuro de la salud en Guatemala.

La preocupación por una reforma con enfoque de riesgo, compete principiarla, esclarecerla y plantear su sentido fundamental a fin de evitar ambigüedades, equívocos y tergiversaciones, propias como se dice, de quienes plantean soluciones, desconociendo la naturaleza misma de lo que tratan de solucionar. El sistema de salud, debe entonces principiar por plantearse con tal fin, cinco cuestiones fundamentales y previas: qué es la reforma, que se ha de reformar, por qué se ha de reformar, cómo se ha de reformar y quién ha de reformar.

El accidente es la consecuencia natural de nuestra ciencia, de nuestra política y nuestra moralidad
Baudrillard

Artículo anteriorLa UE impone multa récord a Google por abuso de poder con Android
Artículo siguienteAmazon, 2da empresa que cotiza en bolsa que vale 1 billón de dólares