Alfonso Mata
No aprendimos del pasado
Riesgo omitido
Como lo ha demostrado la experiencia, las infecciones pueden adoptar una variedad de formas y, en ocasiones, puede causar problemas importantes y alteraciones en la vida normal incluso la muerte.
En los próximos años, es probable que veamos un aumento de muchas y un aumento en la frecuencia y gravedad de los fenómenos sociales, ambientales meteorológicos cosa que se asocia con su aparecimiento, divulgación y complicaciones.
Las enfermedades humanas pueden tomar una variedad de formas y, en consecuencia, sus impactos pueden variar considerablemente tanto en magnitud como en naturaleza. Las enfermedades por vectores como el dengue, el paludismo, el Zika, las infecciones respiratorias superiores y las gastrointestinales, son posibles enfermedades que tienen un efecto disruptivo significativo en la vida social y en el desarrollo humano, pero de ninguna manera son exhaustivas.
El ejemplo de las pandemias: el caso de la influenza
Las pandemias de gripe son fenómenos naturales que han ocurrido de vez en cuando durante siglos, incluso tres veces en el siglo pasado. Los síntomas son similares a los de la gripe estacional, pero pueden ser significativamente más graves. Las pandemias de influenza surgen como resultado de un nuevo virus de influenza que es marcadamente diferente de la circulación reciente del virus de la gripe y, por lo tanto, pocas personas, si las hay, tienen inmunidad.
Como resultado de la rápida propagación de persona a persona, las pandemias tienen importantes consecuencias globales para la salud humana. Además de los graves efectos sobre la salud, es probable que una pandemia también cause daños y trastornos sociales y económicos más amplios, exceptuando el que causan las endemias.
La pandemia de gripe más notable del siglo pasado ocurrió en 1918/19 y a menudo se la conoce como «gripe española». Causó enfermedades graves, un estimado de 20 a 40 millones de muertes en todo el mundo (con tasas máximas de mortalidad en personas de 20 a 45 años) y una interrupción importante de la economía y el desarrollo de la gente. Mientras que en las pandemias de 1957 y 1968 (a menudo denominadas «gripe asiática» y «Hong Kong» respectivamente) fueron mucho menos graves, también causaron niveles significativos de enfermedad, principalmente en los jóvenes y los ancianos, y un estimado de 1 a 4 millones de muertes en todo el mundo entre ellos.
Advertencias sin cumplimiento
En la actualidad y desde la pandemia de H1N1 los expertos coincidían en que existía una alta probabilidad de que ocurriera otra pandemia de influenza, pero era imposible pronosticar su momento exacto o la naturaleza precisa de su impacto. Sobre la base de información histórica, evidencia científica y modelos, se predijeron los siguientes impactos:
• Muchos millones de personas en todo el mundo se infectarán causando interrupciones globales y una potencial crisis humanitaria. La Organización Mundial de la Salud antes de 2010 estimaba que entre 2 millones y 7,4 millones de muertes podrían ocurrir en todo el mundo.
• También se nos dijo que era probable que la vida normal enfrentara una interrupción social y económica más amplia, amenazas significativas a la continuidad de los servicios esenciales, niveles de producción más bajos, escasez y dificultades de distribución y que en lo privado, las organizaciones individuales podían sufrir el impacto de la pandemia con absentismo del personal, lo que reduce los servicios disponibles.
• Pero también se nos advirtió sobre aparecimiento natural o antropomórfico de enfermedades infecciosas emergentes (se puede definir como una que se ha reconocido recientemente). Alternativamente, podría producirse una enfermedad en la que los casos aumentarían (o parece que podrían estar aumentando) en los últimos 20 años, en un lugar específico o entre una población específica.
Ya para entonces, principios del siglo XXI, se sabía que en los últimos 25 años, se habían identificado más de 30 infecciones nuevas o recientemente reconocidas en todo el mundo. El patrón de infecciones conocidas también cambiaba constantemente, ya que las áreas donde la enfermedad estaba constantemente presente se expandía más allá de los límites tradicionales. La mayoría de estos casos eran infecciones zoonóticas, en otras palabras, naturalmente transmisibles, directa o indirectamente, entre animales vertebrados y humanos. Por su propia naturaleza, las infecciones zoonóticas pueden ser más difíciles de controlar.
Y se informaba también que aunque era poco probable que una nueva enfermedad infecciosa se originara en determinada región, era posible que surgiera en otra pero que dada la facilidad y rapidez con que las personas pueden viajar por el mundo, esa nueva infección se podría propagar rápidamente antes de que se detectara y se transmita al resto del mundo.
Por lo tanto, se concluía, las nuevas enfermedades planteaban una amenaza potencial mundial para la salud y los desafíos sociales y económicos que eso representaba serían de gran magnitud.
La advertencia era más que justificada, y comprobada. Unos años después, una enfermedad infecciosa, el SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) aparecía y era combatida. El SARS parece haberse originado en Asia en noviembre de 2002. Durante los siguientes meses, la enfermedad se propagó rápidamente a más de dos docenas de países en Asia, América del Norte, América del Sur y Europa. Muchos de estos países estaban sujetos a restricciones de viaje. El SARS planteó una amenaza global, desafiando a la comunidad mundial de salud pública. Cuando se contuvo la enfermedad, en julio de 2003, más de 8,000 personas habían sido afectadas en todo el mundo, de las cuales más de 750 murieron. La mayoría de los casos ocurrieron entre familiares cercanos asociados con un caso inicial y trabajadores del hospital que habían atendido a pacientes con SARS. La contención fue exitosa pero no aleccionadora, Ese ejemplo al igual que el cuento de los tres cochinitos pasó inadvertido.
La lección que deja hasta la fecha la COVID-19 pone más que en evidencia que se omitió toda recomendación y se propagó un brote de una enfermedad infecciosa emergente originada en China, al mundo y las medidas preventivas no se implementaron rápidamente con el impacto que conocemos, con oleadas de brotes durante un período que dura ya varios meses. Por cada paciente con SARS confirmado, se investigaron 10 casos potenciales y se realizó un seguimiento de 100. Cuanto de ello se estará haciendo o dejando de hacer en estos momentos ante esa nueva pandemia.
¿Qué demuestra la situación actual del COVID-19?
Que en la mayoría de países, los años entre pandemias no han brindado una oportunidad muy importante para desarrollar y fortalecer los preparativos ante el impacto potencialmente grave de una pandemia. Que ni el Gobierno, ni las academias e institutos de investigaciones han colaborado activamente con socios internacionales o no, en prevención, detección e investigación, y dado todos los pasos prácticos para garantizar que los países estuvieran preparados para limitar la propagación interna de una pandemia y minimizar el daño a la salud, económico y social en la medida de lo posible. La salud pública con enfoque de medicalización es lo único que preocupa al Estado y la iniciativa privada.
Es indudable que las infecciones y sus incidentes descritos, ya sean naturales, accidentales o deliberados, pueden causar una interrupción significativa en las empresas y la organización y el funcionamiento social. Todos (público y privado) deberían desear establecer arreglos para mitigar el impacto de esta interrupción de la vida por las infecciones. Estos arreglos deberían enfocarse a ayudar a regresar a los niveles normales de negocios más rápidamente, limitar el volumen de negocios perdidos y reducir las posibilidades de que los procesos de desarrollo humano se detengan. Esta planificación no solo se considera ampliamente como un buen sentido comercial, sino que incluso podría ser crítica para la supervivencia de una sociedad y su organización.