Personas esperan noticias de sus familias en México. Foto La Hora/Ilustrativa/Rebecca Blackwell/AP

Por Alfonso Mata

1. Una recomendación a tomadores de decisiones

En muchas oportunidades, la decisión para hacer algo se debe tomar en base a circunstancias no previstas o vividas. El manejo de la COVID-19 nos demanda algo de eso pues estamos ante una nueva enfermedad, nuevas manifestaciones fisiopatológicas, falta de tratamientos y ante ello debemos elegir terapias e intervenciones apropiadas. Ello nos obliga a antes de tomar decisiones a evaluar cuidadosamente varios aspectos de lo que queremos hacer. Acá damos algunos aspectos que debemos calificar para tomar la adecuada decisión terapéutica. Son recomendaciones que se hacen tanto para que quienes toman decisiones políticas como clínicas y epidemiológicas; para que sustenten mejor y con mayor certeza sus estrategias y recomendaciones; para que evalúen con mayor objetividad acciones terapéuticas considerando los siguientes aspectos:

Racionalidad científica: La premisa básica que sustenta el uso de determinado medicamento, técnica, acción, producto, debe ser clara y fundamentada en sólidos argumentos científicos.

Beneficios: La evidencia existente debe permitir sacar conclusión precisa, fehaciente y veraz. Lo mejor es la evidencia directa, pero se puede extrapolar, es decir, sacar evidencia indirecta de otras enfermedades similares, pero ojo: búsquele las limitaciones a sus fundamentos y razonamientos antes de concluir.

Riesgos: Debe recolectar información sobre los conocidos y los sospechados: cantidad, duración, exposición a mayores peligros, selección en su aplicación, secuelas y complicaciones futuras leves y graves, entre otras.

Costos: El costo total asociado al uso. Si se cuenta con la capacidad instalada para obtenerlo, procesarlo y mantenerlo constituye costo también.

Otros aspectos a considerar: Disponibilidad, acceso, consumo, distribución y aplicación, lo relacionado a aspectos logísticos y de enseñanza que ello implica y a su vigilancia.

Ahora bien, la sola evidencia (o la falta de evidencia) y calificación de los aspectos anteriores, nunca es suficiente para tomar decisiones. En este caso, el balance entre los pros y los contras técnicos, organizativos, administrativos debe evaluarse pues en estos aspectos suele haber variabilidad.

Analicemos entonces tres terapias que se mencionan como útiles en el tratamiento de la COVID-19.

1. El plasma de la sangre y sus propiedades

Específicamente se ha hablado de un componente de la sangre el plasma. Esa porción de la sangre en la que están inmersos sus componentes químicos y moléculas pero en el caso del COVID-19 lo que interesa es el plasma del que se curó ¿Qué es el plasma convaleciente? Por lo general, los pacientes que se han recuperado de cuadros infecciosos poseen anticuerpos (compuestos formados de proteína por nuestro organismo que son utilizados por el sistema inmunitario para reconocer y bloquear virus, bacterias, parásitos u hongos y protegen de futuras enfermedades producidas por el mismo agente infeccioso). Estos anticuerpos pueden obtenerse desde el plasma de la sangre, que en este contexto pasa a llamarse plasma convaleciente.

Entonces la transfusión de plasma convaleciente a una persona con una infección viral podría neutralizar el microorganismo patógeno que lo afecta en este caso el SARS-CoV-19 y, así, darle tiempo a esa persona de poner en marcha una respuesta inmune activa, es decir, generada por su propio sistema inmunológico.

Foto La Hora/AP

Pero afirmar hoy con total seguridad si el plasma convaleciente es o no un tratamiento efectivo para el COVID-19, todavía no es posible. Hay dos razones para esto:

1. Aún no existen estudios que evalúen específicamente su utilidad en SARS-CoV-2.

2. Los estudios que evalúan su utilidad en otras infecciones, y cuya información se podría extrapolar a COVID-19, aportan evidencia de muy baja certeza.

En vista de ello dicen los expertos, el balance entre los pros y los contras de este tratamiento, no cuenta con suficiente información confiable y será el médico el que decidirá la conveniencia o no de su uso cuando el caso así lo amerite, en pacientes graves o con alto riesgo. Mientras tanto dos buenas noticias: ya existen al menos una docena de experimentos que se están haciendo para determinar si es útil o no y segundo, los chinos dicen que ya clonaron los anticuerpos de pacientes convalecientes.

2. ¿Las células madre en el tratamiento de COVID-19?

Las células madre (o troncales) se llaman así por su capacidad de dividirse y luego transformarse en cualquier tipo de tejido. Es decir, pueden “procrear” múltiples células de cualquier tipo. Esto es algo que otras células no pueden hacer. El tratamiento con células madre consiste en hacerlas llegar a un tejido dañado, para que ahí “procreen” y puedan regenerar dicho tejido. Adicionalmente, estas células tienen muchas otras propiedades, como por ejemplo, antiinflamatorias.

En estos momentos no es posible afirmar que las células madres son o no efectivas para tratar COVID-19, debido a que los estudios preliminares (los únicos disponibles hoy) entregan evidencia de muy baja certeza. Además, es muy improbable que un estamento científico las recomiende, pues se trata de un tratamiento con beneficio incierto y alto costo. Ya existen múltiples estudios en curso evaluando diferentes tipos de células madres en pacientes con COVID-19, especialmente en aquellos pacientes graves o con síndrome de distrés respiratorio agudo (ARDS).

Aplican una vacuna de la gripe estacional de una enfermera en una clínica local en Johannesburgo, Sudáfrica, a las 18:00 del viernes 24 de abril de 2020. (AP Foto/Themba Hadebe)

3. ¿Podría la vacuna para la tuberculosis ser efectiva en prevenir COVID-19?

Hoy es muy alto el interés de otras vacunas para tratar una enfermedad para la cual no fue hecha la vacuna ¿De dónde surge el interés en la vacuna de otras enfermedades para COVID-19? Pues a que como no se tiene una vacuna específica contra COVID-19 o un fármaco eficiente para prevenirlo, ha resurgido el interés por el uso de otras vacunas para usarlas contra el SARS-CoV-2, en donde destaca la vacuna BCG con el fin de estimular el sistema inmune y, así, disminuir el riesgo de contraer la COVID-19 o en caso de contagio, aminorar la gravedad.

La vacuna BCG (abreviación de Bacillus de Calmette y Guérin) se utiliza en muchos países para prevenir la tuberculosis. Consiste en la inyección del microoganismo causante de la tuberculosis, pero en una forma atenuada, es decir, incapaz de causar la enfermedad y sí de despertar la respuesta inmune del organismo del vacunado. Esta respuesta es la que permitirá no contraer la enfermedad cuando se esté frente a una futura exposición. Prácticamente todos los mayores de 50 años de Guatemala fuimos vacunados con esta vacuna.

Entonces en el presente, se esperaría que la BCG inyectada en una persona generara como respuesta, una respuesta en el sistema inmune que previniera contra el COVID-19 y esa posibilidad se ha deducido de lo que en otras investigaciones se ha visto, que recibir la BCG durante la infancia, lleva a una disminución de la mortalidad mayor que la esperable por el solo efecto de prevenir la tuberculosis es decir previene otras muertes que no tienen como causa la tuberculosis y además hay algunos pequeños estudios preliminares, aún no concluyentes, en que se ha administrado a personas mayores la vacuna BCG con el fin de protegerlos frente a infecciones respiratorias habituales del periodo invernal, como influenza y otras.

Pero como se carece de estudios de aplicación de la BCG en COVID-19, por consiguiente hoy no es posible afirmar si la administración de la vacuna BCG contra la tuberculosis es o no una medida preventiva efectiva para el COVID-19.

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