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Las uniones estrechas entre las células se alteran, la integridad de la barrera intestinal es anormal y pasan varios antígenos que desencadenan la inflamación local y un mal funcionamiento inmune. Es probable que incluso en otras condiciones clínicas, haya un cambio en la permeabilidad intestinal: en las intolerancias alimentarias, por ejemplo, algunas proteínas pueden pasar de la luz intestinal a la sangre. Los datos, sin embargo, son mucho menos seguros y aún no está claro si el daño intestinal es causa o efecto de las enfermedades que se atribuyen al síndrome del intestino permeable.

BARRERA INTESTINAL

El intestino tiene la tarea principal de completar la digestión de los alimentos y absorber los nutrientes esenciales para la salud. Más allá de esta función digestiva conocida, el intestino es también una línea muy importante de demarcación entre el mundo exterior y la interior, una especie de barrera que se encarga de la tarea de distinguir todo lo que es útil de lo nocivo y peligroso. De hecho, el intestino debe evitar que microorganismos patógenos, parásitos, toxinas y antígenos alimentarios, ingresen al torrente sanguíneo.

La función de barrera del intestino está garantizada por la presencia de numerosas líneas defensivas:

Mucosa intestinal: El epitelio intestinal está surcado por numerosos contornos en forma de dedo, conocidos como vellosidades intestinales, muy importantes para aumentar la superficie absorbente del órgano. Las células que forman las vellosidades intestinales están a su vez dotadas de flexiones digitiformes llamadas microvellosidades; Por otra parte, lo más importante son las uniones o desmosomas que mantiene a las células estrechamente unidas y apretadas, que están destinadas a sellar el espacio entre célula y célula (intercelular) en prevención a la penetración de sustancias no deseadas y las fuga de las útiles que se han absorbido ya.

El sistema inmune: Además de alojar más de la mitad de las células inmunes del cuerpo, el intestino está equipado con una gran cantidad de estaciones de ganglios linfáticos y de células encargadas de defender los tejidos gástricos de agentes extraños y patógenos.

Enzimas digestivas: De origen intestinal o hepático, son importantes para digerir proteínas de alimentos con un potencial alérgico.

Antibióticos naturales: Al igual que las defensinas, que también actúan en la piel, y son activas contra bacterias, virus, hongos, se vierten en la luz intestinal para combatir un amplio espectro de bacterias.

Moco: Una sustancia viscosa capaz de facilitar la progresión de los alimentos y la captura de patógenos, que luego serán expulsados a través de las heces gracias a los movimientos peristálticos.

Flora intestinal: Bajo la estrecha vigilancia del sistema inmune, bacterias saprófitas o simbióticas, compiten con hongos patógenos y bacterias, para la nutrición y los sitios de adhesión de la mucosa intestinal.

CAUSAS DEL DESEQUILIBRIO

La integridad de las células intestinales y sus funciones, se ve socavada por la persistencia de un estado inflamatorio crónico, vinculado a problemas de infección, mala digestión, alto estrés y muchos otros factores como los psicológicos.

Entre las posibles causas alimentarias, se encontrarían en particular: abuso y mal uso de alimentos (con especial referencia al abuso de azúcares, cereales refinados y derivados), contaminantes y toxinas alimentarias (por ejemplo, micotoxinas), estrés prolongado, terapias con antibióticos o cortisona prolongado u otros medicamentos, abuso de laxantes.

COMPLICACIONES

El mal funcionamiento intestinal, puede tener repercusiones muy importantes:

La hiperactivación del sistema inmune intestinal alimenta la inflamación crónica local que da lugar a una mayor permeabilidad; esto crea un círculo vicioso que promueve un empeoramiento adicional de la situación. La hiperactivación del sistema inmune intestinal puede tener repercusiones incluso a distancia, ya que las células inmunes activadas a nivel intestinal migran a la circulación sistémica y alcanzan otros órganos, donde pueden dañar tejidos sanos promoviendo fenómenos inflamatorios y / o autoinmunes;

La entrada de sustancias inmunogénicas en el flujo sanguíneo puede desencadenar una respuesta inmune incluso en órganos distantes del intestino, desencadenando fenómenos inflamatorios y / o autoinmunes en otras regiones del cuerpo;

Sí falla la capacidad del sistema inmune para distinguir los antígenos nocivos de los que no lo son, la respuesta inmune podría actuar incluso en componentes inofensivos de alimentos o bacterias «amigables», desencadenando fenómenos alérgicos o incluso enfermedades inflamatorias intestinales.

Se ha descubierto que una modificación de la flora bacteriana intestinal mediante la dieta, altera las funciones del cerebro. Un descubrimiento que abre nuevas formas de entender los mecanismos cerebrales. “¡Cuídate! el intestino parece un cerebro” suelen afirmar muchos médicos. Y, tal vez, por esta razón, tiene una influencia en este último. Esta es una idea que, desde la antigüedad, las leyendas y tradiciones, han considerado que: un intestino sano, es la base de un organismo sano, del mismo modo que un intestino «trastornado» puede ser una causa de trastorno mental. Los investigadores de los nuevos estudios, creen que este descubrimiento, puede allanar el camino para nuevas intervenciones para mejorar funciones cerebrales en pacientes, a través de la dieta o intervenciones farmacológicas, que actúan sobre la flora bacteriana intestinal.

El vínculo cerebro / intestino se conoce desde hace tiempo: sabemos, por ejemplo, que cuando el cerebro envía señales de estrés o emociones de cierto tipo, el intestino puede responder con síntomas gastrointestinales más o menos llamativos suaves o fuertes, dependiendo de la frecuencia y la intensidad con que nos comportemos. Los viejos dichos «Eres lo que comes» y «Siente con tu estómago» adquieren así significado. Los estudios muestran que ese vínculo es ambivalente: del cerebro al intestino y viceversa.

LOS SÍNTOMAS

Típicamente, es difícil entender todo lo que sucede. A problemas gastrointestinales se atribuye síntomas como depresión, ansiedad, síndrome de hiperactividad, dolores articulares y musculares, dolores de cabeza, fatiga crónica además de los trastornos intestinales (intestino irritable, estreñimiento o diarrea, gastritis, úlceras, pólipos) e incluso trastornos de la tiroides (hipotiroidismo).

Hay entonces para todos los gustos: desde diarreas, vómitos, estreñimiento, timpanismo, gases, alergias depresión, asma. Pero lo cierto es que entender si la correlación de todos esos síntomas es real, no es tarea fácil, porque para estar seguro, es necesario estudiar muchas cosas. «Es razonable suponer, sin embargo, que hoy en día casi nadie puede pretender tener un intestino verdaderamente sano «, sin ninguna alteración. Esto se debe a que nuestra comida y el entorno en el que vivimos han cambiado mucho en los últimos treinta años, tan rápidamente que no podíamos acostumbrarnos a una evolución adecuada de las características de nuestros tejidos y órganos a la misma velocidad, lo que requiere de generaciones y no de dos o cuatro.

Nuestra dieta, por ejemplo, es muy diferente por la composición de las comidas: consumimos muchas más grasas y azúcares e introducimos menos vegetales, con un efecto negativo directo sobre las cepas de la flora bacteriana intestinal. La calidad del alimento también ha cambiado, ya que se produce, procesa y almacenan nuevos y en la cadena alimenticia, han entrado muchas sustancias que pueden ser dañinas para nuestros intestinos, desde oligoelementos nocivos como titanio, silicio o bismuto hasta aditivos y conservantes que en el pasado no existían».

Según expertos, en las últimas décadas hemos sufrido una especie de choque alimenticio, que ha puesto presión sobre el intestino, haciendo que la estructura y funcionamiento de las células vacile, abriendo el camino a reacciones anormales del sistema inmune, la flora y la genética que luego declina en problemas de salud de varias maneras: Hay desde quién tiene una predisposición genética y puede desarrollar una enfermedad como resultado de las alteraciones como enfermedad de Crohn, pero quien no la tiene tal vez se encuentre con una alergia o intolerancia a los alimentos. La contaminación de los alimentos está aumentando los trastornos digestivos. Volver atrás parece casi imposible, pero ¿cómo cuidar nuestros intestinos para reducir el riesgo de nuestro intestino y de lo que se deriva de ello? «Elegir alimentos de calidad cuya cadena de producción esté bien controlada y mejorar la composición de la dieta” –recomiendan casi todos y algunos nutrientes parecen particularmente útiles: es el caso del omega-3, que parece tener la capacidad de restaurar la integridad de la mucosa y reducir la inflamación local en el intestino «.

“Incluso en las enfermedades inflamatorias del intestino hay cierta evidencia de la tendencia a un mayor paso de moléculas a través del epitelio y mal funcionamiento de las células».
Los gastroenterólogos.

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