Por Alfonso Mata

En estos momentos y como nunca se había dado, todo el mundo mira con “recelo» especialmente a hombres y mujeres de Estado y funcionarios, pero también a sus vecinos. Apreciaciones que tienen lugar, algunas, por las malas acciones e intenciones que estos muestran; otras veces, por la torpeza con que manejan los asuntos que se les ha encomendado y finalmente porque están en donde no deberían estar.

Aunque se han firmado cientos de políticas, decretos y normativas, con las cuales se han esperado que mejore la cosa pública y por ende el desarrollo humano, la situación política y social en este momento no es alentadora y tampoco existe una plataforma nacional, para poder desarrollar potenciales humanos individuales o colectivos y el resultado de todo ello, son millones de personas que carecen de posibilidad de subirse al tren del desarrollo social y humano. Lo paradójico de esto es que el Estado, en vez de gastar en producir cosas útiles y provechosas para los habitantes, gasta en cosas útiles y provechosas en beneficio propio.

A la par de lo anterior, hemos desarrollado medios de información y comunicación de todo tipo, que en lugar de darnos y enseñarnos lo mejor en las artes, las ciencias, la filosofía y la teología, de la actividad positiva del hombre de ayer y de hoy, esos medios, sustentados y complementados con una publicidad consumista, lo que han hecho es llenarnos la cabeza de fantasía y embotarnos los sentidos y el pensamiento, con cosas y deseos muchas veces alejados de nuestra realidad y que lo que hacen es envenenar el espíritu de todas las edades, con deseos y sueños y, cualquier actitud, impedimento contra ello, inmediatamente es tildada con arrebato y acusaciones que se levantan, en nombre de la libertad y el derecho.

Todo lo anterior, son acontecimientos que se suceden dentro del “tiempo cotidiano” individual y social que también se ha modificado con el correr de la historia. Hoy cualquiera tiene más tiempo libre que el que tuvieron sus padres y abuelos, y eso ha cambiado sustancialmente la forma en qué lo empleamos y la inquietud al respecto plantea serias dudas sí lo hacemos con cordura. Pero no cabe duda, que tanto el tiempo laboral como el libre, de la forma en que lo empleamos y del lugar y el ambiente en que en ello nos movemos, determina no sólo nuestro equilibrio mental, sino el de la sociedad en su conjunto.

¿Una posible inadaptación de la cultura y la sociedad que se lleva en la lodera a todos? Este tipo de afirmación, puede llevarnos a “una cultura mentalmente enferma” que es difícil de sostener, aunque no de pensar, pues no existen estudios de patología individual o grupal al respecto, que nos determine con precisión, la magnitud del problema de cambios y adopción de comportamientos anómalos de grupos, sociedades o países; por lo tanto, responder a la pregunta determinando la magnitud de casos patológicos y psicológicos, no es posible actualmente, ni tampoco sobre el daño de acciones y factores individuales o colectivos que permitan tipificar niños, jóvenes y adolescente así como adultos, que puedan tener algún tipo de padecimiento mental y emocional.

Lo que sí existe son datos como pobreza, disfuncionalidad familiar, desnutrición y otras condiciones y situaciones, que pueden desencadenar anomalías de comportamiento y conducta, relacionadas en muchos estudios con salud mental, y que permiten sospechar alteraciones serias también asociado a ellos como: mala salud, deficiente estado nutricional, limitaciones de acceso a recursos y servicios, mal desempeño e integración familiar, laboral, social. También carecemos de información, sobre cuidados que se le prestan a los casos más graves o se les deja de prestar; no tenemos ni siquiera datos, sobre aspectos tan comunes y que actúan como factores precipitantes como son las drogadicciones y dentro de estas una de las más frecuentes como es el alcoholismo. Tampoco tenemos y carecemos de información sobre tendencias “destructoras” que pueden operar en nuestra población, tanto hacia el individuo mismo como hacia el exterior.

Pero si hay un hecho que parece denominador común en todos los extractos de población de Guatemala: no estamos satisfechos con nuestro modo de vivir y de relacionarnos y estamos seguros que la forma en que se desenvuelve la sociedad a que pertenecemos, en su alcance más próximo o más lejano, no satisface nuestras necesidades más profundas humanas, más bien nos la veda (inseguridad, violencia, fraude, extorción, engaño, irrespeto, violación de normas).

Por lo tanto, antes de entrar a tratar el tema como patología social, veamos y esbocemos ésta, de forma individual.

EL PROBLEMA DE ENTENDERLAS Y MANEJARLAS
El término «psicosis» se utiliza en la literatura psiquiátrica desde el siglo XIX, pero es poco útil para clasificar estudiar y tratarla, ya que indica enfermedad mental en general. Más tarde se tuvo, en el plano conceptual, un poco de más fineza, al dividir algunas de estas enfermedades y juntarlas con la denominación de neurosis. Desde entonces, la evolución de los dos términos se expresa en niveles diferentes, pero ambos válidos.

El grupo de las neurosis se describe gradualmente hasta comprender las afecciones en las que, en ausencia de lesiones orgánicas, se imputa al trastorno a un mal funcionamiento del aparato psíquico (enfermedades funcionales). Este concepto se basó principalmente en el criterio de interferencia de una sola función, en su reversibilidad y en algunas características intrínsecas de la enfermedad en sí, que sigue leyes diferentes de las enfermedades orgánicas.

A su vez, las enfermedades de carácter orgánico, fueron marcadas con el término de psicosis. Posteriormente, este criterio se ha mitigado y muchas clasificaciones modernas, usan el término psicosis también para algunas afecciones, sin encontrar causa anatómica (psicosis funcional), que caen sin embargo, más específicamente, lo interesante desde el punto de vista del tratamiento es que estos dos grupos caen dentro de la competencia de la psiquiatría desde que ellos intentan traducirlo en una sintomatología esencialmente psicopatológica o bien por las características de gravedad o bien por la multiplicidad de fenómenos mórbidos y la irreversibilidad de los trastornos; de tal forma que hay muchas formas de entenderlas, clasificarlas y por consiguiente manejarlas, lo que nos permite una primera conclusión

Actualmente en psiquiatría clínica, el concepto de la psicosis es muy amplia e incluye una serie de enfermedades mentales con manifestaciones cuya etiología orgánica todavía se discuten y no están lo suficientemente bien entendidas.

La agrupación de estas enfermedades bajo el término psicosis, se basa en criterios psicopatológicos y sociales. Desde el punto de vista psicopatológico, sigue siendo definible en forma presuntiva, usando tanto la gravedad de los trastornos mentales, como el curso progresivo e irreversible modificación, en su mayoría no sólo cuantitativa, sino también cualitativa hacia la normalidad. Desde el punto de vista social, se define basándose en el comportamiento a menudo impredecible y general-mente alineado al psicótico, con baja participación en la psicología normal. Por estas razones, a menudo aparecen en las definiciones actuales, diversos criterios para la psicosis, tales como la incapacidad de adaptación social, la mayor o menor gravedad de los síntomas, la perturbación de las facultades de comunicación, la falta de conciencia de la enfermedad, la pérdida de contacto con la realidad, el carácter no comprensible de los trastornos, las alteraciones más o menos profundas e irreversibles ego.

El problema de su estudio

La contribución experimental para la clarificación del concepto de psicosis, no siempre puede basarse en datos objetivos clínicos anatómicos y psicofisiológicos, debido a que la psicosis está estrechamente vinculada a un trastorno de la personalidad profunda en general, y no puede reducirse a elementos simples. Por lo tanto, los datos experimentales que es posible utilizar en este sentido, tienen un significado vago y un valor muy especial. Las principales observaciones, han empleado y se refieren a la acción de algunas sustancias tóxicas (psicodislépticos) capaces de producir trastornos psicóticos clasificables en el modelo de psicosis. Estos trastornos “experimentales” sin embargo, han demostrado ser en su mayoría transitorios y no han aclarado suficientemente las condiciones anatomo-clínicas expuestas anteriormente.

Aunque la contribución de diversas corrientes psiquiátricas y psicológicas a la definición del concepto de psicosis, se expresa en términos de acuerdo a una dirección que toman sus variables, no nos permite realizar una definición unificada, para lo cual es apropiado examinar los diversos puntos de vista, con el fin de mejor aclarar la cuestión en términos generales. Las direcciones órgano-genéticas se mantienen en un nivel biológico también con respecto a las formas en las que no se ha demostrado la lesión orgánica; admiten, pues, que incluso en estos casos, la anatomía y la fisiología del cerebro, puede ser alterada por un agente morboso ocasional o por un factor constitucional genético.

El enfoque psicológico para abordar el problema sin embargo, no permite la intervención orgánica en estos últimos casos: alteración psíquica, cuando está vinculada a causas psicológicas, que evolucionan en sentido psicopatológico. En esta dimensión, estímulos psíquicos con los modos particulares de acción y de procesamiento, podrían dar lugar a trastornos mentales no sólo transitorios, sino también estables y progresivos.

Entre las orientaciones psicológicas de la investigación, el psicoanálisis ha identificado básica-mente el denominador común de la psicosis, como una alteración primaria de la capacidad de invertir la realidad emocional y considera la mayor parte de los síntomas psicóticos, como objeto secundario e intenta restaurar este vínculo con la realidad. Algunas doctrinas eclécticas por su parte, han identificado la causa de la psicosis en los factores psicobiológicos. De acuerdo con estas corrientes, existen en la psicosis un sentido biológico y el sentido psico-genético. Estos dos aspectos en la mayoría y en cada experiencia psicótica coexisten, aunque de persona a persona, en proporciones muy variables, y eso determina el sentido fenomenológico y varios tipos etiopatogénicos de la psicosis. Entonces las causas de la psicosis, pueden considerarse de tres tipos: orgánicos, constitucionales y psíquicas.

La importancia de las causas orgánicas, es bien conocida en muchos ejemplos de psicosis. De hecho no hay duda de que una psicosis confusional aguda por ejemplo, puede depender de una condición tóxica o toxico infectiva, como la parálisis progresiva debida a la infección sifilítica. Uso de drogas. La importancia de la constitución, también aparece suficientemente manifiesta en “herencia probada de ciertas psicosis” Por ejemplo, la psicosis maníaco-depresiva o la recurrencia de episodios psicóticos, en la vida de un solo individuo. Son muchos los factores psicológicos que pueden causar psicosis a través de diferentes mecanismos. En la depresión maníaca, por ejemplo, se producen episodios melancólicos, a veces después de una fuerte carga emocional más o menos grave; Del mismo modo una psicosis delirante, puede ocurrir debido a un fracaso profesional, una decepción sentimental o de cualquier trauma psíquico.

El mecanismo patogénico de estas enfermedades, es una acción particular de defensa de la personalidad frente a la ansiedad producida por ciertas situaciones psicológicas, que el individuo no es capaz de abordar y superar. Casi siempre, sin embargo, la psicosis, con todo su cortejo de síntomas, es el resultado de combinaciones orgánicas, psicológicas y constitucionales y sería un error no tratar de realizar un seguimiento de la evolución y pronóstico de la enfermedad de cada uno de estos factores, que pueden aparecer y no resultar claros ni observables en un examen bastante superficial. A eso dedicaremos el próximo artículo.

…hay un hecho que parece denominador común en todos los extractos de población de Guatemala: no estamos satisfechos con nuestro modo de vivir y de relacionarnos…

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